37: Capacitación

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—¡Muy buen trabajo Sergio! —Exclamó Uan-Zher al ver el progreso sobresaliente en el trabajo de meditación de su pupilo.

—¡Gracias Uan! —Aseveró él, con una sonrisa discreta dibujada en su rostro, después se levantó y retiró el tapete donde se encontraba sentado. —Pero sin la guía de tu mano experta, no habría sido posible. —Declaró.

—Pues gracias por el comentario. —Aceptó el cumplido. —Pero acompañame, que debemos proseguir al "siguiente nivel" —Y Uan se adelantó a salir de la habitación de meditación antes que Sergio.

—Esta bien, voy, te sigo. —Y sin perder más el tiempo avanzó detrás de él.

Dos semanas habían transcurrido desde aquella ocasión en que Sergio abandonó la sala de meditación de manera grosera y abrupta. Dos semanas sin dar explicación alguna del origen de ese arrebato. Sergio no se tomó la molestia de explicarse, y Uan-Zher tampoco solicitó una explicación a su conducta. Solo continuaron al siguiente día como lo habían estado haciendo toda esa semana, y de igual forma al siguiente día, y al siguiente, hasta que por fin, y sin que Uan tuviese que decir palabra alguna, Sergio entendió que la única manera de conseguir regresar a la Tierra a hacer, quién-sabe-que, o a ver a quien-sabe-quién, era dejando todo su esfuerzo en las enseñanzas impartidas en Yutopya para él. A veces el silencio es la mejor respuesta. Y dos semanas más tarde, esta fase, llamada "Asimilación", al parecer, había terminado.

Ambos salieron del lugar y, antes de proseguir, Uan solicitó a Sergio que pasará a su habitación, ahí, le esperaba un cambio de ropa. Una vestimenta necesaria para la siguiente tarea de ese día. Uan no dijo nada más, dejando en intriga a Sergio, sin embargo, él ya conocía la manera por demás mística y cargada de suspenso de conducirse por parte de su guía, y solo se limitó a cumplir con la petición sin replicar. Al parecer Sergio ya estaba cambiando.

—Ya estoy listo. —Declaró Sergio después de que cambió sus ropas por una vestimenta similar a la de un agricultor.

—Excelente. —Exclamó, hizo una breve pausa para observarlo a detalle. —¡No te queda nada mal el trajecito eh!, quizá podrías quedarte aquí de manera permanente. —Añadió entre risas.

—Ja, ja, muy gracioso Uan.

—Bueno, yo nada más decía. —Y la serenidad volvió a su rostro. —Entonces, andando. —Sin esperar una respuesta se giró y abandonó la habitación. Sergio hizo lo propio y lo siguió.

Salieron del "hotel", caminaron por el muelle y, de nuevo, abordaron uno de los segmentos de puente. La ruta que el dispositivo comenzó a seguir le pareció conocida a Sergio, y en efecto lo era. En cuanto comenzó a dibujarse en el horizonte la estructura de gran volumen en forma de panal, lo supo, su destino ese día estaba ligado al invernadero donde conoció a Myrozz, el cultivador, y quién le reveló a Sergio la Segunda Verdad algunos días atrás.

Un cúmulo de emociones encontradas invadían al terrestre. No tenía que ser un genio para advertir la razón de las ropas que portaba sabiendo ya al lugar al que se dirigía. Muy probablemente iba a poner "manos a la obra" en el invernadero.

El trabajo físico no le causaba problema, ni el convivir con seres de otras galaxias; su tiempo en Yutopya había sido ya lo suficientemente prolongado para hacerle perder esa pena; entonces, ¿Qué era lo que perturbaba el pensamiento de Sergio y lo hacía sudar con nerviosismo?

—¿Estás bien? —Uan notó la expresión de malestar en el rostro de Sergio. —¿Te sientes mal? Luces como si estuvieras enfermo. —Añadió.

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