49: Bodegas

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Sergio iba confundido, preocupado, incómodo y un sinfín de sentimientos encontrados que se agolpaban uno encima del otro, al mismo tiempo que sufría físicamente las inclemencias de no traer puesto el cinturón de seguridad, y ser pasajero de un "Toretto Chileno", que dejaría en ridículo a cualquier chofer de transporte colectivo de la capital mexicana.

Casi una hora después, habían llegado a su destino. Un viejo lote de bodegas abandonas, en la parte más alejada de la capital, era el sitio marcado en el mapa. Aparcaron lejos para evitar ser vistos.

El lugar lucía descuidado, abandonado, y no parecía tener actividad alguna. Sin embargo, todo era una fachada, pues al interior, se celebraban todo tipo de festines indecentes y tratos por demás ilegales. Un lugar definitivamente en un peldaño superior de ilegalidad, corrupción, morbo y degenere, a lo experimentado en el "humilde" Bacchanalia del mirador.

—¿Qué hacemos aquí? —preguntó Sergio dudoso mientras veía a Douglas ataviarse de armamento al interior de sus ropas— ¡Wow!.. ¿No vas a matar a alguien? ¿O sí?

—Descuida, es por precaución —dijo, abrió la puerta, descendió del vehículo, giró sobre sus pies para dirigirse a él de nuevo—, por cierto, necesito tomar prestado tu celular —extendió la mano en torno a Sergio, y él entrego el equipo sin chistar.

Douglas avanzó con sigilo hacia la primer bodega. Se pegó a la pared de la misma y comenzó a recorrerla utilizando el teléfono como si éste fuera una especie de escáner.

—¿Qué mierda está haciendo? —se preguntó Sergio al no entender nada de lo que ocurría—. Mejor iré a ver —se dijo para sí y descendió de la unidad.

—¿Qué haces aquí? —replicó Douglas con enfado— Debes permanecer en el vehículo.

—¿Y que tal si viene alguien y me hace algo? ¿No estoy más seguro contigo que estas armado? —susurró.

—Mmmm. —hizo una mueca de enojo— ¡Como sea! Solo no me estorbes y permanece detrás mío —ordenó en voz baja.

—Enterado —hizo un saludo militar.

Y en realidad no pensaba jugar la carta de "héroe" ese día, ni siquiera sabía que estaba pasando, ¿Por qué Veronika estaba involucrada? ¿Qué se estaba perdiendo en todo esto?; esos y otros cuestionamientos asaltaron su mente cuando por fin, Douglas consiguió obtener la señal que buscaba.

—¡Ajá! Aquí es —dijo con satisfacción— Sígueme.

Abrieron con cuidado la portezuela oxidada de la vieja bodega. Tal y como era de esperarse, el interior lucía completamente desértico.

—¿Qué pedo? Aquí no hay nada —replicó Sergio en tono de susurro, Douglas lo ignoró y siguió avanzando según indicaba la señal del teléfono.

Tras varios minutos buscando alrededor de toda la bodega, como caza-tesoros buscando alrededor de la playa, encontró el punto exacto donde se prolongaba la señal. Comenzó a buscar algún interruptor o algo por el estilo. En ese momento, la mente de Sergio recibió una descarga de remembranzas vividas por su clon y cayó al suelo de rodillas, mareado por unos instantes.

—¿Estás bien muchacho? —preguntó Douglas preocupado mientras lo tomaba del hombro.

—Sí... sí.... Todo bien —contestó levemente agitado— mueve esas cajas de por allá, justo a partir de la tercera, hay una columna hueca, con el espacio suficiente para introducir un puño —dijo.

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