26: Origen

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Sergio volteó de lado a lado. Pasó unos momentos observando la habitación que lo había cautivado por su excesivo minimalismo.

El lugar era tan blanco, que daba la impresión de que el techo, paredes y suelo, estaban fundidos en una sola gran masa uniforme. Sin bordes visibles, clara como la leche, brillante como el mismísimo resplandor solar de un cálido mediodía en primavera.

Al centro, se encontraba una especie de sofá de aspecto simétrico, contornos rígidos y cuadrados, opuesto, en todo sentido, a la arquitectura de la habitación que lucía redondeada y elíptica; de solo mirar ese mueble, se podría decir que era duro como la piedra...

Tome asiento—Indicó la voz automatizada una vez más.

Sergio por fin atendió la petición solicitada y se dirigió al mueble para sentarse.

—Ha de estar bien pinche duro este "sillón"—Pensó el.

Para sorpresa suya, el asiento era suave como el algodón, un engaño para su vista. Se acomodó a gusto y de forma placentera, justo después de eso, la voz intervino de nuevo:

Bienvenido a Yutopya visitante terrícola... Sergio... Escalante— Dijo la voz de manera pausada mientras hacía el reconocimiento facial de nuestro "héroe", en tiempo real.

A continuación será instruido... Favor de ponerse cómodo— Indicó la voz en un tono por demás formal y aburrido... ¿Y de que otra forma habría sido?

Sergio pensó: —"Relájate, no hay nada que temer"— Y se recargó sobre el respaldo con suma confianza.

Colocó sus brazos de manera relajada sobre los soportes laterales del asiento, e hizo un movimiento de cabeza suave y discreto hacia atrás dejando su nuca apoyada contra la base superior del respaldo, y entonces, se relajó por completo.

Pronto, Sergio experimentó una fuerza de atracción que lo inmovilizó.

Una especie de magnetismo inexplicable provocó que brazos, piernas y torso, quedasen fuertemente presionados contra el mueble, como si estuviesen tratando de adherirse a el de manera involuntaria.

Después, unas tiras largas —tipo correas— emergieron de la base de los descansa-brazos, así como de la parte baja —detrás de sus piernas— e inmediatamente lo sujetaron de las muñecas y tobillos; el amarre era ligero, pero con la presión suficiente para evitar que el ocupante del asiento pudiese levantarse; a pesar de ello, Sergio no pudo evitar sentirse consternado en ese momento, al punto de comenzar a experimentar una inusual ansiedad.

Poco después, dos tiras, similares a cinturones de seguridad, emergieron de la base del respaldo, donde su nuca descansaba, y sujetaron su cabeza tomándola por la frente.

En Instantes, apareció una tercer cinta que cubrió por completo sus ojos, como si fuese una venda...

Sujeto listo— Mencionó La voz —Iniciando transmisión—Añadió.

—¡¿Qué carajo?!— Exclamó Sergio asustado —¡No era necesario hacer esto! ¡¡Suéltenme!!— Gritó alterado pero fue inútil, la habitación estaba insonorizada y ningún sonido podía abandonar o entrar a la misma.

Sujeto alterado— Indicó la voz —Proceder con protocolo de "ansiedad"—Complementó.

Sin decir "agua va" Sergio fue inyectado en la base de la nuca con una pequeña dosis de una extraña sustancia de color tornasol y aspecto ligeramente similar al mercurio.

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