Los días pasaron, Sergio se mantuvo atento y receptivo en cada nueva labor asignada. Pronto, cubrió prácticamente todas las posiciones que podían serle asignadas en el panal cultivador. Su labor en ese recinto, había culminado.
Después prosiguió a realizar más trabajos. Un tiempo estuvo apoyando al deshollinador, otros días, fue asistente de Tsoric en el hangar de reparación de puentes; y así, pronto fue conociendo y realizando múltiples tareas, algunas complejas, otras sencillas, unas extenuantes, y algunas más que eran fáciles en demasía; sin embargo, acató todas y cada una de ellas con la misma seriedad y disposición, entendiendo que todas las labores ahí realizadas, no solamente ayudaban al equilibrio de las cosas, sino que tenían un propósito, una razón de ser.
Sin embargo, aún no se acostumbraba a la idea de cómo era que todo funcionaba de manera perfectamente sincronizada, ya que no existía el dinero en ese lugar.
—¿Qué pasa Sergio? Te noto algo distraído. —inquirió Uan-Zher al notar la mirada perdida de Sergio, perdida en el horizonte, inmerso en sus pensamientos.
—Nada, no es nada, solo son ideas vagas en mi cabeza. —Aseveró sin querer dar más detalles, Uan entendió, no insistió en preguntarle.
Como todos los días, Sergio terminó sus labores, regresó al "hotel", se aproximó al umbral de la puerta de su alcoba, lo habitual, pero en esta ocasión Uan-Zher interrumpió:
—Creo que estás listo. —Aseveró en un tono por demás misterioso, esbozó una discreta sonrisa, dio media vuelta y se marchó sin dar oportunidad a contestación alguna.
—¿Listo para qué? —Se preguntó para sí, alzó la mirada, buscó a Uan, pero era tarde, se había marchado.
La mañana siguiente llegó, Sergio se levantó a la misma hora que de costumbre —o al menos desde su llegada a Yutopya— se dirigió al baño, se lavó, alistó y estaba a punto de salir cuando:
—¡Toc!... ¡Toc!... ¡Toc! —Tocaron a su puerta en el patrón rítmico que ya conocía, muy probablemente se trataba de Uan-Zher.
Sergio se dirigió a la puerta y abrió. Efectivamente, se trataba de Uan-Zher.
—Buen día Sergio. —Exclamó él de manera afectiva. —¿Cómo te encuentras?, ¿Cómo te sientes hoy?
—Emmm... ¿Bien? —Contestó dudoso. —¿Qué onda? Como que te noto algo misterioso, ¿Qué pasa?
—Nada... Y a la vez... Todo. —Declaró en un tono por demás poético. —Tus labores, han terminado.
—¡¿En serio?! —Sus ojos se extendieron como esferas y sonrío de manera amplia. —Entonces... ¿Ya voy a casa? ¿cierto?
—Me temo que no, solo nos falta una última cosa por hacer.
—Naaah, así dijiste la última vez, y puro pe...
—¿Puro qué? —Uan le interrumpió.
—Puro... pensar... ¿Cuándo iré a regresar a casa? —Declaró de manera burlona, ambos rieron.
—Esta vez te aseguro que es la última fase. Confía en mí. Pronto irás a casa. — Confesó con seriedad en sus palabras.
Ambos encaminaron sus pasos hacia el recinto donde realizaban las meditaciones y ejercicios de concentración cada día. Entraron al lugar, pero esta vez fue diferente. En vez de permanecer en la habitación de costumbre, Uan-Zher se aproximó a una de las paredes, tocó uno de los paneles de la misma con un patrón de toques aleatorios que daban la impresión de solo golpear el muro de manera desordenada. Tras dar el último toque, el muro se iluminó, y una especie de "botón de luz" se dibujo al centro, Uan lo presionó y una línea de luz vertical emergió del "botón" dividiendo la pared en dos partes iguales, instantes después, ambas partes fueron separadas como una especie de puerta automática, y reveló una escalinata que conducía a una habitación oculta y carente de iluminación.
ESTÁS LEYENDO
Visitante
Science Fiction¿De dónde proviene el hombre? ¿Hacia dónde vamos? ¿Cual es nuestro propósito en la vida? ¿En realidad tenemos uno? Estos, y otros planteamientos universales son abordados y respondidos al interior de este relato de ciencia ficción; la crónica de una...