Al día siguiente el despertador sonó como de costumbre, marcaba las seis en punto de la mañana; sin embargo, para Sergio costó mucho trabajo el poder levantarse de su cama ese día, ¿Estaba enfermo?, no, la sensación que le invadía, y que lo tenía tomado de rehén, era más bien similar a ese sentimiento de pavor combinado con incomodidad que experimenta el agredido que no desea asistir al colegio para enfrentarse con su acosador diario y ser apaleado.
A pesar de ello, sabía que tenía que seguir adelante y, tras varios minutos de dar vueltas sobre la cama, se decidió y salió de ella para prepararse para ese nuevo día.
Llegó a la oficina. Esta vez demoró un poco más de lo habitual, el reloj marcaba cuarto para las nueve cuando dio el primer paso al interior del vestíbulo de Hamuda Enterprises.
Volteando hacia todos lados y, más paranoico de lo normal, atravesó el amplio lobby hasta llegar al elevador y subir hasta el piso donde se encontraba su oficina.
El día transcurrió con perfecta normalidad. Estuvo atareado revisando varios perfiles de candidatos a integrarse a las filas de Hamuda; después, entrevistó a algunos otros; más tarde, comió con Verónika. Al cabo de las tres de la tarde, hizo varias llamadas rutinarias de enlace —lo que sea que esto significaba en su agenda laboral—; una videoconferencia alrededor de las cuatro y media, y así, en perfecta normalidad, transcurrió una jornada más, y lo mismo al día siguiente, y al posterior, hasta completar cuatro días de rutina sin cambios aparentes.
A partir del quinto día, los cambios comenzaron. Ese día comió solo. Desde que comenzó a comer con Veronika solo una vez se había perdido ese encuentro con ella, sin embargo, en esa ocasión ella le aviso con antelación, esta vez nada, ni un mensaje de texto. Sergio tomó el móvil y fue a su red de mensajería favorita —esa del circulito de diálogo verde con la silueta de un teléfono dentro—, buscó a Veronika entre sus contactos y envío un texto:
—"¡Hola!, ¿Comemos juntos?"
Pero el texto fue "dejado en visto", ni hubo respuesta. Minutos más tarde, mientras Sergio comía, más por obligación que por un deseo genuino de alimentarse, tomó de nuevo el celular, activó la pantalla y fue de nuevo a la lista de contactos.
—¿Me bloqueó? —se cuestionó para sus adentros con una muy severa incomodidad.
La foto de perfil de ella ya no era visible. Indicativo de que, quizá, la había eliminado, lo había bloqueado o había borrado su número; de cualquier forma, no contestó el mensaje a pesar de estar marcado con doble signo azul de aprobación.
Terminó la jornada. Quiso ir a la oficina de ella, para ver que pasaba, sin embargo no la encontró dentro.
—Qué raro... —se dijo para sí mientras inspeccionaba de arriba hacia abajo el lugar con la mirada— ¿Dónde podrá estar?
Pensó que quizá estaba muy ocupada, o tal vez tuvo que salir hacia algún lugar con mala recepción y por ello no contestaba sus mensajes. De cualquier forma, no le preocupó.
Los siguientes tres días sucedieron de la misma forma, Sergio comiendo solo, Veronika poco hacia para comunicarse con él.
—¿A qué se deberá este cambio? —se preguntó mientras veía a Veronika inmersa en sus actividades desde su cubículo— ¿Qué habré hecho?
Sin postergarlo más tiempo, se dirigió al encuentro con ella para por fin despejar sus dudas.
—Veronika, ¿Me permites? —dijo de manera discreta aguardando en el umbral de la puerta.
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Visitante
Science Fiction¿De dónde proviene el hombre? ¿Hacia dónde vamos? ¿Cual es nuestro propósito en la vida? ¿En realidad tenemos uno? Estos, y otros planteamientos universales son abordados y respondidos al interior de este relato de ciencia ficción; la crónica de una...