44: Intrigas.

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—¡Bzzz!, ¡bzzz!, ¡bzzz! —El zumbido de la alarma matutina sonó, eran las seis de la mañana y momento de levantarse para enfrentar la realidad del abrumador lunes de oficina que nadie quiere vivir; y es que, mi amigo y lector —si ya tenía un rato que no lo llamaba de ésta manera, pero todo con el propósito de no arruinarle la trama—, nada más dígame ¿A quién diablos le entusiasma el lunes?

Sergio pensaba lo mismo que ustedes, pero se levantó, se fue a bañar, se alistó y salió como "bólido" con rumbo a la oficina para evitar el tráfico matutino de la capital —tarea que es por demás imposible de realizar—, llegó apenas unos minutos después de las ocho de la mañana.

Sin perder mucho tiempo en saludos y cosas por el estilo, se dirigió con prontitud hacia su oficina, o más bien cubículo —recordemos que Veronika seguía ocupando la oficina principal de este piso— e inicio con las actividades del día. Minutos más tarde, la fémina, dueña de sus pensamientos, arribó a su oficina y sin que él pudiese advertir su presencia, fue sorprendido por la espalda con un suave y coqueto susurro:

—¡Hola guapo! —dijo ella rozando su oído con su aliento— ¡Que trabajador!, buen día —y se reincorporó esbozando una amplia sonrisa.

—¡Verónika! ¡Hola! —dijo el sorprendido, saltando sobre su asiento— No me percate de "su" llegada "Señorita" Keller —expresó él fingiendo una voz de autoridad y subiendo el tono de voz en ciertas palabras para disimular ante las miradas de uno que otro compañero de trabajo que por ahí pasaba.

—¡Cuanta formalidad... jefe! —Veronika sonrió y le guiño un ojo a Sergio, después solo se dirigió a su oficina con un caminar mucho más seductor del habitual.

El resto del día transcurrió de manera normal como de costumbre. A la hora de la comida Sergio se sentó junto a Veronika como la última vez, que para el parecía ya como una fecha por demás lejana, pero que en realidad había sido solo la semana pasada, o al menos para ella así lo fue.

Las miradas de los compañeros de trabajo eran inevitables. Sin duda, no era común ver a la señorita Keller con otra compañía que no fuera su café helado; sin embargo, el notar que Sergio era ya su acompañante recurrente, y no solo eso, sino además la cercanía que se podía percibir entre ambos reflejado en las miradas, las risas, la comodidad y felicidad que saltaba a la vista, definitivamente hacia pensar a cualquiera que aquello era algo más que una mera relación de trabajo entre estos dos.

Veronika, por su parte, se mostraba más relajada y concentrada en la compañía de él; Sergio, por el contrario, no podía evitar sentirse ligeramente distraído y absorto en los últimos eventos suscitados en su vida.

—Y entonces, ¿Qué te parece? —preguntó ella dando un sorbo a su moka caramel mientras veía fijamente a su "jefe-enamorado".

—¿Qué me parece... qué?, perdón.

—¿No escuchaste nada de lo que dije? —replicó con un tono de ligera molestia en sus palabras.

—No... sí, pero es que lo último no escuché muy bien —y en realidad no había escuchado ni una sola palabra de lo que ella dijo—, ¿Podrías repetirme?

—Mmmm. —hizo una mueca de molestia, asintió y volvió a repetir—: Te decía que me gustaría mucho ir a Bellas Artes, tienen una exposición de arte barroco que me encantaría ver, y quisiera que... no sé, fuéramos juntos ¿Qué te parece?

Ni bien pudo contestar nada, cuando un timbre de voz por demás amigable y conocido por Sergio irrumpió el ambiente entre ambos...

—¡Primate! ¡¿Cómo estamos?! —era Tadeo presionando fuertemente los hombros de Sergio, giró la vista en torno a Veronika y dijo en un tono por demás seco—: Hola Keller.

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