Capítulo 11: El secreto de Pablo

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Todo estaba echo un jodido desastre en la escuela.
En el estacionamiento de la escuela estaba casi toda la mayoría del alumnado cantando la porra del equipo de béisbol, sin olvidar toda la basura que había, ¿No podían hacer desastre sin tirar tanta basura?

Entre a la escuela y comencé a caminar hacia mi salón con la esperanza de que todo estuviera más tranquilo que afuera pero al parecer, me equivoque.

Estaba peor.

Todo los pasillos estaban repletos de pósters que decían: "¡Vamos carneros!" "¡Está vez lo lograremos!" y como no "¡Llevanos a las nacionales, capitán!" En el pasillo estaban pasando demasiados alumnos corriendo, brincando, cantando y meciendo las banderas de la escuela, en un instante que me detuve a sacar un libro de mi casillero dos chicas que jamás había visto en toda mi vida, me interceptaron, pintandome la cara del color de la escuela, guinda y blanco. Tenía las mejillas pintadas como si fuese un jugador de fútbol americano.

Apresuré mi caminata hacia el salón para ver si me encontraba a alguno de mis amigos.

Cuando estaba a nada de llegar a mi salón una mano me jalo del cuello de mi chamarra.

Era Jade.

—¿A dónde vas?

—Al salón.

—Aburrido. Nadie entra a clases cuando hay partido, bebé —dijo mientras me ponía un tipo banda de color de la escuela en la cabeza.

—Igual iré.

—Ni siquiera entra Pablo, Edrian, Summer, ninguno. Todos estamos en las gradas —dijo antes de ir corriendo a alcanzar a toda la bola de estudiantes que se dirigían al campo de béisbol.

Dudaba demasiado que mis amigos no entrarán así que decidí ignorar lo que Jade dijo y reanude mi camino hacia el salón el cual nos era mucho por cierto.

Cuando entre al salón, efectivamente no había nadie solo estaban dos muchachos y el profesor Sanders estaba a punto de irse.

—Profesor, ¿A dónde va?

—A la sala de maestros Aidan. Ni se a que vine —dijo viéndome con cansancio —. Nadie entra a clases.

—¿Por el partido? —el profesor asintió y salió del salón despidiéndose con un movimiento de mano. Yo suspiré y gire sobre mi eje para salir del salón.

Estaba caminando por toda la escuela y parecía que era un día festivo por qué no había nadie en los salones, ni un alma.
Antes de ir a las gradas me detuve a ver la repisa que estaba en el pasillo al lado de los baños, ahí estaba una pequeña historia sobre la rivalidad de las dos escuelas así que me dediqué a leerla.

La historia estaba realmente larga porque mientras más leía más grande se hacía. La historia era bastante interesante, resulta que cuando la escuela Pricentonn y Newsletter High estaba comenzando ambas tenían un equipo de béisbol, al principio solo jugaban amistosamente pero con el paso del tiempo se empezaron a retar y todo colisionó cuando empezaron los torneos estatales. En los torneos estatales siempre juegan el partido descisivo, ya sea que cualquiera dd las escuelas elimina a la otra o viceversa pero jamás, ninguna de las dos escuelas a pasado a las nacionales, hasta hoy. Hoy se decide quién pasa a las nacionales compitiendo y sacando a la otra.

Me erguí y sonreí, si se traen rivalidad y por lo que se ve, estará muy bueno. Mire hacia mi salón y vi entrar una cabellera rubia de alguien ya conocido para mí así que camine hacia mi salón para saludar a Pablo.

Cuando entre al salón me llevé una sorpresa, Pablo estaba sentado en su lugar tapándose el rostro con ambas manos, estaba temblando.

—¿Pablo? —pregunté con suavidad para no exaltarlo.

El alzó la cabeza y me miró, me miró como si estuviera al borde de un frenesí y yo fuese la única persona de la cual pudiera aferrarse.

—Sácame de aquí, por favor... —pidió.

—Bien —fue lo único que puede decir, espere a que sacará su mochila del salón y nos fuimos directo al estacionamiento por su coche.

—No... No quiero que nadie vea que estoy huyendo —¿Huyendo? ¿Acaso pensaba no jugar?

Cuando llegamos a la entrada principal de la escuela nos fuimos por la lateral del estacionamiento para que nadie viera a Pablo.
Cuando llegamos a su coche me dio la llaves para que yo manejara, abrí el coche, se subió y yo hice lo mismo y lo encendí pero no sabía adónde debería ir.

—Vamos a donde sea, no quiero estar aquí —dijo haciéndose bolita en el sillón del copiloto.

Yo arranqué el coche y decidí que quería comer así que me dirigí a la plaza más cercana.



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