Miami, Florida.
Noche del Jueves 22 de Septiembre de 2016.[ Caleb Glücksmann Dohrn ]
Estaba congelado, la misma imagen se repetía, los mismos gritos se escuchaban. Veía una y otra vez el último momento en que aquellos ojos cafés tenían brillo por última ocasión. Una bala la había atravesado. Una maldita y estúpida bala había salido disparada. Solo fue una. Pero con una fue suficiente para arrebatarme aquella sonrisa. Aquella mirada tan tierna y hermosa que era la causa de mi alegría de mi felicidad. Una bala mató al ángel que era mi salvación.
No pude hacer nada, mi cuerpo también había muerto en aquel momento. Todo había cambiado. Las cosas ya no tenían ningún sentido, todo comenzaba a tornarse en gris, la felicidad se había ido, yo la había matado con mis propias manos.
—¡Dame un abrazo hijo mío! —exclamó aquel señor con una gran sonrisa en el rostro tan solo bajé de la camioneta.
—Yo a usted no lo conozco —pronuncié decepcionado, sus cejas grises por el paso de los años se alzaron en sorpresa. Por su mirada sabía que estaba atónito por escuchar mis palabras.
No esperé más tiempo y caminé hacia la mansión tratando aún de entender qué era lo que había hecho mal. ¿Por qué tuvo que pasar todo aquello? No le veía ningún sentido. Las cosas no salieron cómo las teníamos planeadas, todo se vino abajo, había perdido absolutamente todo, me encontraba solo en el mundo, sin nada, sin nadie.
Me habían criado para no llorar, para no derramar ni una sola lágrima, según el señor que se hacia llamar mi padre, decía que llorar nos debilitaba, mostraba que éramos unos cobardes y que cualquier persona se aprovecharía de nosotros y eso era algo que ninguno de los Glücksmann teníamos derecho a permitir. Pero en aquel instante no me importaba, no me importaba en lo absoluto parecer cobarde, débil, vulnerable, porque en aquel momento no me importaba nada más que sacar todo ese dolor que me estaba quemando por dentro, mi pecho ardía y mis ojos picaban. Así que hice lo debí hacer desde que era un niño: llorar.
Lloraba, lloré sin cesar, y el dolor no desaparecía, y es que en vez de bajar, el dolor aumentaba, el dolor me estaba quemando, así que grité, grité como nunca en mi vida, grité como si me estuvieran arrancando la piel, como si me estuviera quemando, tironeé mi ropa, rasgaba mi piel, y el dolor aún así no cesó. Tiré todo lo que se encontraba a mi alrededor, rompí todo lo que se encontraba a mi paso, pero ni así me sentí en paz, no encontraba consuelo, no encontraba tranquilidad, creí que moriría, pero para mi desgracia eso nunca ocurrió, después de todo suponía que un monstruo como yo no merecía ni siquiera la tranquilidad de la muerte.
Estaba en el piso, tirado, sin fuerza alguna y sin lágrimas para derramar y eso solo hizo que el dolor aumentara, mi piel seguía quemando. Mi piel seguía anhelando, seguía exigiendo el consuelo de alguien más, y eso era lo peor, porque no tenía a nadie, ninguna persona que me abrigara, que me consolara, que me incitara a seguir, no había nadie. Nadie. Estaba completamente solo y eso hacia mi pena aún más grande.
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Bellator ( LIBRO I ) [Completa] [Trilogía Blessed]
Ação||PRIMER LIBRO DE LA TRILOGÍA "BLESSED"|| A los 16 años de edad, un accidente automovilístico le arrebata a toda su familia de sangre a Arlet, y de esa forma ella pasó a ser parte del clan "Bellator". Tres años más tarde, la muerte le vuelve arrebat...