El David

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Steve amaba dibujar, siempre había sido su escape.

Cuándo era un niño pequeño y enfermo su libreta y lápiz lograba llevarlo a su propio mundo. Dónde él podría ser fuerte y ayudar a las personas cómo su madre hacía.

Cuándo su cuerpo fue modificado para lograr tal cosa y no le permitieron hacerlo, sus dibujos lograban sacar su frustración.

Cuándo llegó a ser reconocido como el Capitán América yendo de batalla en batalla, en las noches solitarias plasmaba sus sueños y vivencias.

Cuándo se encontró en el futuro setenta años después aumentó su amor, las libretas llenas de sus creaciones se estaban apilando en la esquina de su cuarto dado por Shield.

Cuándo conoció a Los Vengadores sus líneas que siempre habían sido a base de grafito pasaron de vez en cuándo a ser hechas por colores. Descubrir la televisión influyó en eso.

Se mudó a la Torre con todos. El rubio nunca había tenido tanto lugar para él solo. A veces era intimidante por lo que no pasaba mucho tiempo en su piso, iba al sofá de la sala principal con su libreta a mirar por las ventanas la ciudad de Nueva York y dibujar lo que se cruzaba por ellas.

Era un hábito. Cada que poseía tiempo libre se aseguraba que estuviera a solas para entregarse a su escape. Se envolvía en su mundo a través de sus líneas dibujadas. Tan sumergido que no se percató que alguien lo miraba.

— Wow.

Steve se puso rígido y su lápiz se detuvo. Esperaba una burla del parte del genio.

— Es hermoso. Siempre he envidiado a los artistas.

— ¿Qué?

— Sí estás interesado en el arte, un Museo sería lo mejor para ti.

— Aún no conozco la ciudad lo suficiente pero si me das un mapa puedo llegar.

— ¿Y qué se pierda el gran Capitán América? No quiero regaños. Te llevo yo.

El rubio suspiró. Era demasiado bueno para ser verdad.

— No soy tonto. Sabes, mejor me voy.

— ¡Oye! No te pongas sensible.

La voz de Tony sonaba burlona pero sus ojos mostraban un ¡Carajo, la estoy jodiendo! El rubio sintió ternura ante tal contradicción.

—  ¿Qué dices, Capi?

— Está bien, déjame ir por mis lentes y sudadera.

— El mayor disfraz del mundo.

— Tú vas a ir igual.

— Por eso dije el mejor. Nos vemos en diez minutos aquí mismo.

Tony guiño hacia el rubio y se encaminó a su habitación. Steve se quedó en medio de la sala pensando que nunca había sido merecedor del encanto natural del genio, hasta ahora. Ahora entendía porque el hombre era tan popular. Fue raudo a por los implementos necesarios para salir.

En una hora se encontaban en la puerta trasera del museo. El viaje en limosina había sido ameno, Tony había escuchado cada palabra dicha por el Capitán con mucha atención. Y había hablado mucho también.

Entraron al museo y el rubio paseó todas las galerías, las pinturas de los mejores pintores fueron admiradas y las esculturas tan realistas hicieron que sus ojos se abrieran ante tanta belleza.

Llegaron al David. Un hombre joven de pelo rizado y cuerpo ejemplar se alzaba con gracia. Su rostro ladeado siendo y su brazo alzado le daba un aire casual pero atrayente.

— ¡Mira, Tony! Cada músculo, cada ángulo perfectamente tallado. Y ese rostro, pareciera que va a hablar en cualquier momento. Es hermoso.

— Es cierto, es un hombre muy hermoso.

Steve no se dio cuenta que Tony decía tal cosa mientras lo miraba.

Cada pieza de arte tallada era comentada por el rubio, el genio asentía mientras sonreía y daba alguna opinión propia.

Después de tres horas regresaron a la limusina. Steve estaba rebosante de energía y con los ojos brillosos. Tony se encontraba recostado al frente de él.

— Tony, muchas gracias. En verdad que gr-

El rubio se dio cuenta que el hombre de hierro estaba dormido. Recordó que él había bajado a la sala porque Tony había salido a atender asuntos en sus Empresas desde muy temprano. Se sintió culpable por mantener al hombre caminando de un lado a otro del enorme museo por tres horas, así que se levantó para acomodar mejor al hombre. Al acercarse y hacerlo los párpados con las largas pestañas del hombre se movieron atrayendo la mirada del rubio, los ojos azules bajaron por la nariz recta y los labios bien formados. Sus pómulos perfectos y esa barba recortada con buen gusto. Steve recordó el cuerpo del genio cuándo éste iba a entrenar. Era uno fibroso y lleno de ángulos bien esculpidos.

— Eres más hermoso que el David.

Tony se removió quedando encima del rubio, su cuerpo en contacto con el del otro. Steve contuvo el aire ante lo que sintió.
Tony había despertado más sensaciones que todas las piezas de arte que había vislumbrado en su vida.

— Estoy jodido.

— Espero que por mí, Capi.

— ¿¡Tony?!



OneShots STony.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora