Morfeo

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Se encontraba de nuevo repartiendo los sueños usuales a los Reyes y Emperadores de todo su territorio. La mayoría de éstos eran sobre poder, dinero, riquezas y más cosas banales.

Estaba cansado ¿Ese sería su propósito? ¿Aumentar la vanidad de los poderosos mostrando sólo lo que Zeus mandaba? ¿Ser un títere del Dios Mayor?

Por supuesto que no.

Él era Morfeo pero era Tony también, el nombre que había oído una vez mientras volaba sobre una herrería cuyo dueño lloraba la muerte de su hijo Anthony, él lo hizo soñar con éste y con el alba la sonrisa del viejo despertó la rebeldía que el Dios del sueño poseía oculta. El nombre Tony lo hizo libre del poder de Zeus, decidió que  debería cumplir su labor al pie de la letra. Para él todos merecían soñar, no sólo reyes y Emperadores así que había empezado a darles pequeños vistazos a los campesinos que cuidaban sus ovejas y cabras, a los pobladores en sus camas y a todo aquel que estuviera necesitado de un sueño.

Lo ejecutó de tal forma que el Olimpo no se diera cuenta, un sueño por aquí y por allá. Sólo segundos de felicidad.

Hasta que un hombre rubio cambió todo. Era un campesino fuerte y atractivo que buscaba cambiar el mundo, poner su granito de arena para hacerlo mejor. Su terquedad lo hizo pasar de lo que era al más grande luchador del Ejército de Grecia. Con tan sólo veintitres años consiguió ser el General de su propio grupo de fieros luchadores que cómo él tenían orígenes fuera de lo común. Que cómo él habían rechazado en algún momento pero ellos se alzaron en contra del destino de los Dioses forjando el propio.

Eran un desafío andante.

El Olimpo no estaba contento.

Tony estaba eufórico. Así que fue a visitarlos una noche que acampaban afuera de una ciudad sitiada, se dirigió directo al General de todos ellos. Cabello rubio y brillante se asomaba en medio de las pieles captando su atención que lo hizo acercarse mucho más de lo usual. Sus alas batieron ruidosas, emocionadas y ojos azules cómo el cielo se abrieron de pronto.

— ¿Quién está ahí?

La voz profunda por el sueño se elevó urgente y alerta.

Tony sólo atinó a tocar con sus dedos largos la frente del hombre para forzar el sueño en éste. El cuerpo musculoso cayó con un ruido seco causando una sonrisa en el Dios del Sueño.

— Hora de trabajar.

Se adentró a la mente del hombre, buscó en sus recuerdos y cuándo vio la convicción que el soldado rubio poseía decidió que él le ayudaría a lograr la autonomía del humano ante los Dioses egoístas. Se materializó dentro del sueño para presentarse ante el hombre.

— ¿Quién eres?

— Un amigo.

— No te conozco.

— Pero yo a ti, sí. Steve he visto tu ideal y deseo ayudarte.

— ¿Por qué?

— Porque cómo tú, estoy harto de que mis hilos sean manejados por Dioses que no saben lo que es ser humano. Que ven hacia abajo con desdén, que sólo piden y nunca dan.

— Tú no eres humano.

— Pero siento cómo uno ¿No es eso lo que hace a uno humano?

Tony observó con deleite la sonrisa que Steve esbozó, en ella vislumbro simpatía y fe.

— Tienes razón ¿Puedo saber el nombre de quién me visita mientras estoy inconciente?

— ¿Sabes que lo estás?

OneShots STony.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora