Cita

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En una enorme plaza se encontraban dos personas charlando de forma íntima, sus cuerpos giraban uno sobre el otro, sus ojos brillaban y sus sonrisas eran compartidas. Todo eso pasaba ante la mirada expectante de cierto joven de cabellos dorados cuyo rostro cada vez demostraba más su tristeza ante la escena que se desarrollaba frente suyo. El joven de cabellos castaños peinados de forma rebelde señaló una cafetería a su pelirroja acompañante que con una sonrisa complacida lo tomó del brazo para juntos ingresar al lugar dejando al espía fuera. Éste titubeo sobre sí dejar la misión que lo estaba poniendo de malas o continuar para seguirse torturando pero con la esperanza de que lo que veía no era la verdad. Su teléfono sonó mientras su cuerpo ya había tomado la decisión y se movía hacia los arbustos cerca a los grandes ventanales del local. Sus ojos vieron brevemente la pantalla por la prisa de contestar para no ser descubierto.

— Steve Rogers.

— Qué saludo tan serio.

La voz de su mejor amigo llegó desde la otra línea.

— ¿Por qué me llamas desde un número desconocido?

Los ojos azules volvieron a corroborar que su pantalla no mostraba el nombre de Bucky en ella. Felizmente que no porque sino su amigo querría saber la fuente de su error.

— Estoy en una cita y olvidé mi celular.

— ¿Por qué me llamas sí estás en una cita?

— Porque mi cita está hablando con su interés amoroso en éste momento.

— ¿Qué? Te dije que no te metas con personas comprometidas, Buck.

— ¡Hey! En realidad estoy ayudando, verás estaba muy tranq-

Lo que su amigo siguió relatando nunca llegó a oídos de Steve porque sus ojos ahora estrechos del enojo se posaban fijamente en las manos enlazadas que la pareja tenía sobre la mesa.

— ¿Steve? ¿Me has escuchado?

— Lo siento, Bucky. Debo irme.

— Claro pero te oyes enojado, espera ¿Estás viendo a Na-

La llamada fue cortada y al otro lado Bucky sólo suspiró mientras veía a su 'cita' riendo con su interés romántico. Esperaba que por allá todo saliera igual de bien.

Y por allá Steve estaba destrozando unos bellos matorrales mientras seguía observando a la pareja que ahora se disponía a pagar la cuenta para luego salir con los brazos entrelazados y grandes sonrisas de complicidad. Los siguió por su camino hasta que la figura de un hotel se abrió ante su mirada, con la boca abierta y sin poder creerlo se quedó quieto aún cuando la pareja entró en el edificio. Fue ahí dónde se dio cuenta que lo que estaba haciendo estaba mal y decidió irse. La pareja tenía derecho a su privacidad, tenía derecho a pasear sin que un loco los siguiera. Con la cabeza gacha y las mejillas sonrojadas de la vergüenza por sus actos caminó todo el recorrido hasta la Academia. Se dispuso a entrenar y rompió muchos sacos para menguar su frustración. Al caer la noche corrió por todo el lugar con su ropa deportiva empapada y el rostro sonrojado pero ahora por el esfuerzo. Estaba tan ensimismado en su carrera que no reparó en la persona que se acercaba desde la dirección contraria con una gran sonrisa.

— Steve.

La voz con el ligero acento lo sorprendió haciéndolo detenerse en el acto. La hermosa pelirroja levantó una ceja.

— Parece cómo si hubieras visto a Red Skull.

— Yo no, quiero decir, buenas noches Nat.

— Buenas noches. Pensé que hoy ibas a descansar y dibujar. O eso me dijiste hoy cuándo nos despedimos afuera de la Academia.

OneShots STony.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora