Morir

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¿Qué es más terminante que morir?

Perder los recuerdos una y otra vez.

Esta es la historia de un hombre cuyo grito al cielo fue respondido por el Dios en el que tanto creía pero lo que no sabía este hombre era que su Dios no era el ser bondadoso que le enseñaron a amar y respetar. El que enseñaba en cada acto litúrgico a sus feligreses que como él veían la salvación en la religión. Su Dios era una entidad que debido a su vida eterna y el don de poder verlo todo se hallaba decepcionado y más humano que nunca.

-¿Por qué no deseas morir? Tendrías descanso, serías nada y nadie. Suena al paraíso que tanto hablan los hombres que en mi nombre enseñan cosas banales y aburridas. En verdad no los entiendo. Los cree pensando que encontraría la respuesta a mi existencia con la suya pero aquí estoy, más harto y vació que cuando el primer ser humano pisó mi territorio.

-Eres tan diferente.

-¿Al Dios que ustedes inventaron? Sí lo ves bien, no lo soy. Soy sólo más real, siempre me han dotado de características malas pero las personas desean cegarse y sólo ven lo bueno de mí. Lo que ustedes creen bueno. Su libre albedrio es un regalo y lo usan para encadenarse, son tan contradictorios que ni un Dios como yo los entiende.

-Decidimos creer en ti, verte como un ser de luz. Eso es parte del libre albedrío también.

-Es cierto, pero ¿por qué no creer en ustedes mismos? ¿Por qué confiar en alguien que nunca vieron? Les diré porque, lo hacen porque no desean hacerse responsables de sus pensamientos y acciones. Quieren escudarse en mi autoridad, en mí. Son seres cobardes que prefieren dejar su vida en manos de alguien inexistente para que al final de su miserable vida puedan decir sin vergüenza alguna que yo así lo quise. Y no es así, soy su creador, más no soy su titiritero. Mi dominio sobre ustedes acabó cuando los cree y dejé libre. A partir de ahí todo lo que les sucede a ustedes es el resultado de las decisiones y acciones que el ser humano toma. Yo sólo soy el observador.

-Entonces moriré por la mano de un humano y tú no moverás ni un dedo.

La triste sonrisa del sacerdote aceptaba su final. Un final que no llegaría.

-No, vas a vivir Steve Rogers. Tendrás otra oportunidad de elegir, espero que lo hagas sabiamente y tal vez cada uno de nosotros consiga lo que busca. Anhelo ver cómo llevarás tu segunda vida. Y la tercera, y las que vendrán. En cada una vendré como ahora para darte la paz en forma de olvido. Y lo anhelaras cada vez, te lo aseguro. Nos vemos Steve y mucha suerte.

El ser supremo desapareció dejando a un moribundo rubio en estado de confusión debido a las palabras tan misteriosas dichas como despedida, pero eso no duró mucho, el misterio fue dejado de lado eclipsado por el dolor que Steve empezó a sentir, era como lava ardiente que bañaba a Steve de pies a cabeza lavándolo de toda vivencia, sentimiento y pensamiento. Su cuerpo y alma quedaron vacíos listos para usarse en su segunda oportunidad.

El rayo de luz que perforaba la vidriera del lugar santo baño a su único acompañante.

Pero éste ya no era lo que fue.

Ahora era algo más.

Sólo tenía que descubrir sí eso más era algo bueno o malo.

Sólo tenía que descubrirse y ahora de verdad.

Con eso en mente el rubio se levantó de forma grácil para caminar hacia la salida del lugar en donde vivió toda su vida y donde pensó que moriría. Y sonrío ante ese pensamiento porque eso es justamente lo que había pasado, había muerto en su amada Iglesia y ahora era otro Steve el que abandonaba el lugar. Se fue despojando de su habito pieza por pieza hasta quedar en su ropa casual, tomó su abrigo de cuero para montar su moto que era lo único que no se había permitido abandonar para servir a su Dios y con ella se dirigió hacia donde su instinto le dijo. Muy lejos de ahí. Hacia el sur y sin detenerse. Hacia donde su sangre lo llamaba, en busca de un pecador que calmaría su propio pecado.

Hacia su salvación en forma de un hombre roto en pedazos que se mantenía de una pieza por medio de una armadura.  

OneShots STony.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora