Tony descubrió a temprana edad que tenía un gusto insano por la carne...humana.
Todo empezó cuándo mordió jugando a su pequeño perro ocasionado que sus papilas gustativas explotaran en éxtasis. Ninguna comida lo había hecho sentir eso. Al ser tan pequeño ese gusto fue olvidado y dejado a un lado de sus recuerdos más olvidados.
Hasta que una noche en sus dieciséis fue raptado por un enemigo de su padre. Éste fue atraído por el hermoso y exuberante hijo del magnate Stark, lo atrapó y lo volvió su esclavo sexual. Meses pasaron hasta que Tony se volvió obediente, el tipo pensó que era momento de cumplir su fantasía de ser mordido durante el sexo así que con voz autoritaria mandó al castaño hacerlo.
—Sé bueno y muerde a tu Daddy, niño.
—Está bien.
Y así comenzó a dar pequeñas mordidas en el cuello del contrario causando gemidos sonoros.
—Más fuerte, más.
—Está bien.
Obedeciendo mordió más profundo hasta sentir más allá de la piel, los tendones, los músculos, la sangre.
Los gritos aumentando, el salvajismo de la habitación pasando del sexo a una escena de terror.
Qué pena para el tipo que la habitación era insonorizada.
Qué fortuna para Tony que haya sido así.
Y aún más afortunado de qué justo en ese momento lo hayan encontrado para sacarlo de ese lugar, enterrando su asesinato cómo acción traumática ante el encierro. Un momento de locura que no volvería a pasar. Guiado por el horror , no por el gusto.
Qué lejano era eso. Tony lo había disfrutado...
A los veinte ya era todo un caníbal con una larga lista de víctimas, todas ocultas por su genialidad y poder.
A los treinta ya era conocido cómo "Jack el Destripador."
Jamás fue encontrado, apresado o remotamente acusado.
Su plan de sólo dejar a sus víctimas mujeres a la vista del público le resultó. Los expertos le dieron un perfil de "persona(más probabilidad de ser un hombre) que era un inadaptado social con odio hacia las mujeres ya sea por rechazo o por una relación dependiente con su madre que ocasionaban los ataques."
Tony no era algo de eso. Era un hombre popular y guapo. Cuyo índice de rechazo por las feminas era de cero por ciento. Luego casado y con un matrimonio estable. La relación con su madre era normal, viviendo los dos en sus respectivos hogares. Era un hombre distinguido y socialmente adaptado. No un asesino, menos uno tan salvaje e inhumano.
Y así es cómo el Destripador jamás fue encontrado. Fue inmortalizado y vuelto una leyenda sin origen ni final. Sin rostro.
Anthony E. Stark murió apacible rodeado de su encantadora esposa y sus adorables hijos. En la casa donde cientos de hombres fueron mordidos hasta sólo quedar huesos. Comidos y cocinados. Dónde sus cuerpos quedaron atrapados y tal vez sus almas también.
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Tal vez algún día haga algo más extenso pero cómo aún no lo haré, dejo la portada que le hice para que no se quede como las muchas historias e imágenes que tengo en mi baúl del olvido.
