Capítulo 7

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Alejandro volvió a casa congelado, estaba temblando y su mandíbula se movía rápidamente haciendo que sus dientes chocaran, su piel estaba totalmente fría y sus mejillas aún peor, estaba decepcionado ¿Por qué Eva no llegó? La casa estaba obscura, tal vez Frank ya se había ido, temió por un momento no volver a verlo.

Encendió la luz y prendió la chimenea, no se había quitado el abrigo de Frank, le encantaba tenerlo puesto, era tibio y acogedor, además de que tenía impregnado el aroma del perfume de Frank y éste le encantaba. Se acercó al sofá y tomó un cojín, para luego dejarlo caer al piso, frente a la chimenea, se sentó sobre éste y metió sus rodillas dentro del abrigo de Frank, para recuperar el calor, se puso además el gorrito que tenía la chaqueta y cerró sus ojos. Sus párpados se juntaron, provocando una rara sensación al estar ambos fríos.

Se quedó ahí quieto por varios minutos, hasta que por fin dejó de temblar, en un principio hasta sentía ganas de aventarse sobre la llama para quitarse el frío pero por obvias razones no lo hizo.

-Alejandro...

Alex se sobresaltó y de inmediato volteó, viendo a Frank refregando su ojo izquierdo con su puño, tenía una mirada cansada, parecía que había despertado recientemente. Francisco sonrió al notar que Alex estaba refugiado en su abrigo, se veía adorable.

-¿Hace cuanto estás ahí? ¿A qué hora llegaste? Debes estar congelado –Supuso Frank, sentándose en el piso junto a Alex y sobando su espalda. Alex sintió un escalofrío.

-Estoy bien, llegué hace unos veinte minutos creo... es tierno que te preocupes por mí –Sonrió.

-Tengo que cuidar que no te pase nada, al menos hasta que Guillermo venga.

-¿Guillermo vendrá? –Preguntó emocionado, creyendo que Guillermo perdería la vida y vendría al "mundo de los muertos" con ellos.

-Sí, está en el hospital ahora.

-Bien, hay que esperarlo, pero cuando él venga... ¿Tú te irás? –Cuestionó temeroso con una mirada tristona.

-No, pequeño –Sonrió-, por supuesto que no, si quieres vendré a verte y a cuidarte ¿De acuerdo?

-Me encantaría –Respondió contento, apegándose al cuerpo de Frank en busca de calor, logrando que queden semi acostados en un cálido abrazo.

Se quedaron así un rato, disfrutando del cuerpo del otro. Alejandro ya no tenía frío, claro que no, no recordaba un abrazo más reconfortante que ese. Sin saberlo, le comenzaba a gustar apoyarse en el pecho de Francisco, que parecía ser tan fornido y viril. Francisco tenías una de sus manos sobre la espada del menor y la otra acariciando su cabello. 

¿Cómo es que este chico tan tierno pudo haber pasado por algo tan cruel? Se preguntaba.

Para él, Alex sólo era un chico confundido que necesitaba cariño. Francisco sabía que Guillermo a veces podía ser un poquito brusco.

-No vi a Eva hoy –Dijo de pronto Alex, con un tono triste.

-¿Qué fuiste a hacer?

-La fui a esperar a nuestra banca frente a la heladería... y no llegó.

-Alejandro... no sé qué decirte... yo... -Alejandro lo interrumpió.

-No digas nada, sólo déjame abrazarte –Murmuró escabulléndose aún más entre los brazos de Frank. Él lo abrazó más fuerte.

-Te abrazaré cada vez que quieras pequeño, cada vez que lo necesites...

-Te quiero Frank –Dijo con la voz quebrada.

Frank, al oír la vos del menor, rápidamente tomó el rostro de Alejandro y miró sus ojos cristalizados mientras una lágrima rodó por su mejilla, con su dedo pulgar limpió aquella lágrima y depositó un pequeño beso en la frente del menor.

-No llores... todo estará bien ¿De acuerdo? –Alejandro asintió con pesadumbre, volviendo a apoyar su rostro en el pecho de Frank y suspirando.

Síndrome de Cotard | StaxxbyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora