Capítulo 10

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Dos días después, Francisco estaba de camino al hospital, no era necesario anunciarse, era horario de visitas, quería ver cómo estaba Guillermo, saber un poco de él, si había alguna mejora, cuándo saldría. Subió los escalones correspondientes al piso donde estaba Guillermo, sólo esperaba poder hablar con él, que no lo echara. Dio unos golpes suaves en la puerta y reconoció la voz de uno de los doctores de Guillermo diciéndole que entrara, Frank obedeció, pero lo que encontró no fue a Guillermo en su lugar había un hombre de piel morena con los ojos cerrados y una máscara de oxígeno sobre su rostro, atada con una cinta elástica. Frank miró al sujeto con confusión y luego al doctor.

-¿Dónde está Guillermo?

-El chico que estaba aquí antes que él se fue, le dieron el alta ayer.

Sólo bastó un segundo para que Francisco saliera corriendo afuera del hospital mientras sacaba su móvil de su bolcillo, el cual estuvo a punto de caérsele de las manos. Buscó entre sus contactos el nombre de Guillermo, y lo encontró, pero no lo pudo marcar, había chocado contra uno de los postes de luz que yacían en la acera, Frank cayó al suelo soltando su móvil, se había golpeado fuerte en la cabeza.

-Amigo ¿Estás bien? –Preguntó un chico moreno con una voz un tanto aguda, parecía de su edad, quizás era un poco más grande, gozaba una contextura física musculosa, y tenía un aspecto de chico rudo y tosco, pero estaba siendo muy benévolo extendiéndole su mano.

-Eso creo –Respondió, soltando uno que otro quejido. Tomó la mano de aquel muchacho y se puso de pie.

-¿Te golpeaste muy fuerte? –Le entregó su móvil, que previamente había recogido por él.

-No, supongo que no, gracias.

-Ten más cuidado para la próxima –Advirtió mientras se iba.

Frank se detuvo un momento para volver a buscar el contacto de Guillermo, esta vez sin caminar, una vez su móvil ya estaba marcando a su amigo, lo acercó a su oreja y retomó su camino. Los pitidos resonaban en su oído, pero nada que indicara que Guillermo había contestado. Colgó y volvió a llamar.

¡Guillermo contesta!

Nada. Llegó a casa de Guillermo colgando la décimo tercera llamada que le había hecho al menor, se acercó a la puerta y la golpeó algunas veces. Guillermo no estaba en casa al parecer, decidió mandarle un mensaje.

"Guillermo ¿Dónde estás? ¿Por qué no contestas mis llamadas? ¿Por qué no me dijiste que habías salido del hospital?"

Guardó su móvil en su bolcillo y se acercó a una de las ventanas para intentar mirar hacia adentro, sólo se podían ver algunos muebles cubiertos de una muy fina capa de polvo. Sintió su móvil sonar, recibiendo un mensaje, rápidamente lo sacó de su bolcillo y vio que el mensaje era de Guillermo.

"Disculpa por no habértelo dicho. Estoy en casa de mis padres, me quedaré aquí unos días, descuida, estoy bien"

Continuó hablando con él unos minutos. Efectivamente, estaba de mejor ánimo, pero necesitaba despejarse, según él. Frank lo entendió. Fue a casa de Alejandro, estaba todo en silencio, como cada mañana, fue a la habitación del menor y abrió la puerta con lentitud para darse cuenta que Alejandro no estaba en su cama. Se dirigió al baño y giró la perilla sin abrir la puerta, comprobó que no estaba el seguro puesto, por lo que es muy probable que Alejandro no estuviera adentro, y así era.

Se me acaba de perder Guillermo ¿Y ahora Alejandro? No puede ser

Rápidamente volvió a correr hacia afuera, cada vez hacía más frío. Estaba nervioso, Alex nunca llevaba su móvil consigo, además que no tenía su número, por lo que no podía llamarlo. Estaba en plena vía pública y no sabía por dónde empezar. Fue cuando su hipocampo comenzó a trabajar, recordó aquella fría noche, recordó el calor de la chimenea, recordó a Alex dormido sobre su pecho y recordó su voz. 

-"La fui a esperar a nuestra banca frente a la heladería... y no llegó"

Corrió a la heladería que estaba cerca su casa, una vez estuvo frente al local, apoyó sus manos en sus rodillas y se regaló un momento para volver a respirar. Levantó la vista y se percató que no había ninguna banca frente al lugar. Extrañado, se acercó a la vitrina, rodeó sus ojos con sus manos y miró adentro, Alejandro no estaba en ese lugar.

-Me cago en la puta... -Maldijo, abatido.

Volteó, quiso creer que dichosa banca ahora sí estaría frente a la heladería, pero sabía que eso no pasaría, miró la acera que estaba al otro lado de la calle, pero tampoco estaba ahí lo que buscaba.



Síndrome de Cotard | StaxxbyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora