Capítulo 12

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Ambos chicos comenzaron a comer tranquilamente en aquella tarde mientras una fuerte lluvia comenzaba a humedecer las calles, haciendo un ambiente relajante y pacífico, cada uno evitó mencionar lo horrible que había sido su mañana. Frank se dedicó a observar como el joven muchacho comía con calma, su cabello negro ya casi tocando sus ojos, sus ojitos como luceros incandescentes, su pequeña barbita digna de un príncipe. 

Ya basta... no puedo seguir pensando así de él. Se obligó a dejar de mirarlo.

-Iré a buscar a Eva... -Informó una vez terminó de comer.

-¿Qué? –Preguntó mientras procesaba lo que había dicho- ¿De nuevo? Pero si está lloviendo a cántaros.

-Sí, lo sé, pero tengo que ir, necesito aclarar mis pensamientos, estoy... estoy dejando de sentir...

-¿Dejando de sentir? ¿A qué te refieres?

-Creo que al igual que mis órganos, mis sentimientos también se inhiben.

-¿Qué quieres decir?

-Ay Frank, por favor –Suspiró-. Siento que estoy yendo a aquella banca por rutina y no por amor.

-¿Y qué tal si dejas de ir?

-¿¡Qué dices!? ¡No! Eva puede ir y yo tengo que estar ahí.

-No Alejandro... -Francisco lo agarró del brazo- ella ya no llegó, deberías dejar de ir, estás perdiendo tu tiempo.

-¿¡Cómo te atreves a decir eso!? –Exclamó, zafándose del asir del mayor- ¡Eva va a llegar!

-No... tienes que entender que ella no va a llegar, ella no está aquí, tienes que creerme, estás yendo allá en vano.

-¡No te creo! –Sus ojos se llenaron de lágrimas- Ella me está esperando...

-Alejandro mírame –Tomó sus mejillas-, por favor no llores, tienes que comprenderlo, sé que es difícil pero... -El menor lo interrumpió.

-¡Basta Frank! ¡Tú no sabes nada! –Alejó bruscamente sus manos y se dirigió a la salida con una expresión de total odio- Yo iré a esperarla quieras o no –Levantó su mano para coger su abrigo, pero Frank lo detuvo y lo miró directamente a los ojos.

-Tú no saldrás por esa puerta ¿Me has oído? No saldrás de aquí mientras yo te esté cuidando, intento protegerte.

-Pues vete a la mierda... -Dijo pausadamente, para luego irse a su cuarto.

Frank suspiró y sintió como las ganas de llorar lo invadían. 

Tranquilo Frank, hiciste lo correcto. Pensó, aunque eso no lo ayudaba. 

Apenas la primera lágrima rodó por su mejilla se cubrió el rostro, se volvió a sentar a la mesa y apoyó sus codos sobre esta. Sus lágrimas salían y salían, y al tener las manos cubriendo su rostro éstas caían en sus palmas y se esparcían, humedeciendo sus mejillas. No entendía por qué estaba llorando, sólo sabía que tenía en el pecho un intenso pesar.

Abrió los ojos cuando sintió una fría brisa arrullarlo y levantó la cabeza con brusquedad para mirar el reloj.

Quince minutos...

Quince minutos en los que se había dormido sin darse cuenta. Se volteó para ver si el abrigo de Alex seguía colgado en la percha, creyendo por un minuto que pudo haberse escapado mientras dormía, pero éste aún seguía ahí. Su mirada se dirigió al lugar de donde venían las ráfagas de viento helado y divisó una ventana abierta en la sala, por la cual comenzaba a colarse la lluvia. Se levantó del asiento mientras pasada su puño por su pómulo, el cual estaba aún frío por sus lágrimas, cerró la ventana con desánimo y se volteó, pero se detuvo de golpe cuando un pensamiento preocupante aturdió su mente. 

Esta ventana estaba cerrada...

Síndrome de Cotard | StaxxbyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora