Después de matemáticas, y de otras dos asignaturas a las que no presté mucha atención, por fin sonó el timbre.
Recogí mis libros, y los metí bajo mi pupitre.
Metí mi mochila en el maletero, y arranqué mi coche para volver a casa.
Obrevaba a los chicos y chicas de mi edad volver a casa en grupos, y de repente, a unos metros de distancia, divisé a Gonzalo.
Al verlo, puse los ojos en blanco y no pude evitar sonreír.
Aquel chico de ojos claros me atraía de verdad.
Al cabo de unos segundos, lo adelanté, y unos minutos después llegué a mi urbanización.
Me pareció divisarlo detrás de mí, através del espejo retrovisor mientras giraba una esquina.
No le di mucha importancia y al llegar a mi casa, empecé a preparar la comida.
Yo era la que cocinaba siempre, porque mi hermana Viki, a pesar de tener mucho talento, y tener 18 años, no sabía cocinar ni un huevo frito.
A veces, incluso me daba pena.
¿Qué iba a ser de ella cuando ya no estuviese yo ahí para prepararle su lasaña?
-¡Aaiich!-me acababa de quemar el dedo por no haberme puesto los guantes de horno.
Genial, era lo que me faltaba.
De repente llamaron a la puerta y salí a abrir.
Supuse que sería Viki, que siempre llegaba algo más tarde que yo, pero no lo era
-Hola, Charlie- me dijo Gonzalo con su arrebatadora sonrisa- Parece que somos vecinos...
-Hola- le respondí, devolviéndole la sonrisa-Bienvenido al barrio.
Me había achicharrado el dedo, así que comencé a resbuscar en los cajones de la entrada para encontrar una pomada.
Invité a Gonzalo a entrar, se acercó a mí y me cogió la mano con suavidad.
Yo intenté apartarla, pero el me lanzó una mirada fría y la agarró con más fuerza.
Sujetó la pomada que sostenía en mi mano derecha y me la aplicó, con tanto cuidado como el que acaricia una muñeca de porcelana.
-Gracias-le dije, titubeando.
Me aparté de él y entró en la cocina.
De repente, escuché un zumbido en mi bolso, cogí mi movil y abrí el whatsapp.
Tenía un mensaje de mi hermana
Charlie, lo siento, no llegaré para comer, he quedado con un chico muy mono , ya te contaré
-¿Qué te pasa?- me dijo Gonzalo al ver mi cara de decepción.
-Nada-le dije sentándome en la mesa con él y soltando un suspiro- Es mi hermana.
Ha quedado con un chico, y no llegará para comer.
No estaba segura de por qué se lo contaba. Al fin y al cabo, lo conocía de una tarde.
-Pues entonces parece que voy a quedarme a comer aquí contigo- me respondió acercándose un sitio mas a mí
Levanté una ceja
-¿Qué te hace pensar que quiero comer contigo?- le pregunté con tono sarcástico
-Lo estás deseando- me comentó acercando sus ojos azules como el mar a los mios.
De nuevo me quede embobada mirando su rostro, e intentando disimular un poco, le di un golpecito en el hombro
-Eyy! No estoy desesperada!
Los dos nos reímos.
-De acuerdo, pero solo para no desperdiciar la lasaña- comenté levantándome para poner la mesa.
-Sí, sí....-me dijo guiñandome un ojo.
Y, entre risas, nos sentamos a comer, contándonos cosas como si nos conociésemos de toda la vida.
Estaba agusto a su lado.