CAPÍTULO 8

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-¡RRRRIIIIIINNNGGG!-

Me levanté al escuchar el sonido del despertador.

En mi cabeza canturreaba GRENADE, una canción que doblaba Ariana Grande. que se me había quedado grabada en la cabeza a fuerza detanto escucharla aquella noche.

Me estiré y solté un largo bostezo, mirando así mis zapatillas de conejitos.

Solté una pequeña risita.

Me miré al espejo y pude observar que mi melena morena parecía la de un león después de una pelea, en mi caso, con la almohada.

Agarré un pequeño cepillo de mi tocador y comencé a peinarme con suavidad, lo que dio resultado, pues en dos minutos había conseguido quitarme todos los enredos.

De repente llegó un FLASHBACK a mi cabeza...

Gonzalo rozando mis labios con los suyos, los besos en el cuello, y lo que me dijo después de aquello.

-¡Oh no !- grité- Espero no llegar tarde-

Mi hermana me tiró su almohada y me mandó a callar. Tenía el pelo revuelto al igual que yo, o incluso más. Parecía que aquello venía de familia.

Fui corriendo a vestirme y a lavarme los dientes.

Hoy tocaba gimnasia, y no tendría que llevar aquell incómodo aunque bonito uniforme.

Me hice una coleta como pude bajando las escaleras y cogí mi bolso de cuero . Abrí la puerta y cerré los ojos.

Se inspiraba un aroma a damas de noche, y el sol brillaba mientras que los pájaros canturreaban.

Después, me senté en un banco y comencé a esperar, y a esperar, y a esperar....

Ya estaba harta.

¿Me había dejado tirada?

Solté un bufido y me dirigí a su casa enfadada.

Di unos cuantos golpes en la puerta y me abrió una señora con rostro agradable y ojos azules.

Supuse que sería su madre.

Estaba avergonzada. ¿Qué habría pensado de mí aquella señora, pegando porrazos en su puerta a esas horas y de esa manera?

-Hola, buenos días- saludé educadamente

-Hola, encantada de conocerte.Tú debes ser Charlie, la vecina de enfrente- me dijo con una sonrisa encantadora.

Asentí.

-¿Necesitas algo?- me preguntó con un aire acogedor.

-Bueno... Puesss... Resulta... que Gonzalo me dijo que vendría a recogerme, y...-

-Ayy, pobree. ¿Y has estado ahí esperándolo todo este tiempo?- me preguntó sin dejarme terminar la frase- Pasa, pasa, es que está enfermo con fiebre. Le vendrá bien algo de compañía, aunque solo sean unos minutos.

Me adentré en su casa y nada más girar mi cabeza a la derecha vi a un niño jugando al futbol através de una ventana que daba al jardín.

Me indicó que subiese unas escaleras y que girase a la izquierda.

Silenciosa, entré en su cuarto. No quería hacer demasiado ruido.

-Déjame en paz- me gritó tirándome una almohada.

Aquella mañana me estaban bombardeando con almohadas.

Se giró y me miró recogiendo la almohada de el suelo. Inmediatamente se levantó para ayudarme

-Lo siento...-

-Shhh! Tú metete en la cama- le interrumpí- Tienes fiebre

Se esforzó en no escucharme pero, le lancé una mirada asesina que hizo que se metiese en la cama, rapidamente.

Me senté en su cama y le coloqué la almohada bajo el cuello.

Le toqué la frente. Estaba ardiendo, así que decidí dirigirme al baño para mojar el paño que tenía en la mesita, y después ponérselo en la frente.

Abrí el grifo

- Pensaba que eras...-

-Shh!- le volví a interrumpir, acercándome de nuevo a su cama y colocandole la pequeña toalla.- No pasa nada.

Cerré los ojos, y me acerqué a él, dandonos así por fin, el beso esperado.

DENTRO DE MÍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora