Después de terminar mi último sorbo de fanta de naranja me levanté para recoger los platos.
Gonzalo se levantó para ayudarme a lavarlos despues de limpiarse la boca con la servilleta y soltarme una preciosa sonrisa.
-Gracias por acompañarme, no hacía falta- le dije mirando al lavaplatos evitando encontrarme con su mirada.
-Me encanta estar contigo- me comentó serio levantándome la barbilla y mirando mis ojos verdes.-No eres como las demás.
Eres diferente.
Noté que mis mejillas me quemaban y enrojecían.
Aparté el rostro pero él se acercó a mi por la espalda.
Me cogió por la cintura, en un momento de silencio que hubo entre nosotros.
Me giré y me apartó el flequillo de la cara.
Era irresistible....
No pude evitar que mi cara se fuese acercando cada vez mas a la suya. Cuando
mis labios comenzaron a rozar los suyos, sentí que fue eterno.
Sin saber por qué me aparte de él.
-Tienes que irte- le ordené seria.
El chico de aquellos ojazos no perdió la sonrisa.
-Mañana te recojo- me susurró al oído después de darme un beso en el cuello.
No pude evitar sonreir.
No le contesté.
Salió hacia la puerta tranquilamente y yo la cerré de un portazo simulando estar enfadada.
-¡Me lo tomaré como un sí!- me gritó.
Cuando me vi lejos de su mirada solté un largo suspiro de felicidad.
Me dí cuenta de que nuestra amistad en una tarde se había convertido en más que eso.
Subí a mi cuarto y me puse a escuchar musica mientras que dibujaba aquellos ojos azules que nunca podría olvidar.