Tenia que tenerla. Así de sencillo. Así de simple. No podría conformarse con ninguna otra si no la tenia primero a ella.Michael estaba en la enorme cama de postes de su habitación en medio de la penumbra mientras meditaba sobre los acontecimientos de aquella velada.
La parte moral de su conciencia lo hacia sentirse culpable por haberse expresado tan crudamente con una dama, pero la otra parte, la parte dominada por sus instintos y pasiones repetiría lo dicho cien veces más con el solo fin de volver a ver aquellas piernas enfundadas en medias. A simple vista pensaría que las desaliñadas botas de la joven podrían arruinar el conjunto de su cuerpo exquisito con ese vestido que le acentuaba esas magnificas caderas y los redondos y blancos pechos, pero habían tenido el efecto contrario. Su forma poco delicada de subirse el vestido solo había conseguido que él se imaginara como se levantaría el vestido en un arranque de lujuria, como le pediría que la besara ahí donde se concentraba todo el calor de su cuerpo y se imagino como se vería ella encima de él, montándolo sin piedad con nada más que las medias puestas.
Sentado en la cama, completamente desnudo, estando incapacitado de usar cualquier pieza de ropa con semejante calor, no se preocupó por disimular la enorme erección que había tratado de ocultar el resto de la noche. No habría estado tan incomodo si hubiera estado en la intimidad de su casa, completamente solo, pero su madre, lady Winifred Astor estaba empeñada en convertirlo en un hombre en todo el sentido de la palabra así que había organizado una fiesta sin su consentimiento, en un intento vano de hacerle encontrar a la mujer perfecta.
Su madre parecía confundir el término "Hombre" con "Padre" u "Hombre de familia respetable". La señora en cuestión no le pedía, sino que exigía nietos inmediatamente y él se había negado a dárselos durante lo que parecía toda una vida. Era muy divertido intentar tenerlos sin conseguirlo. Así se sentía después de tantos años viviendo según sus propios dictados, con una mujer diferente todas las noches.
Y aunque no era un fiel defensor del matrimonio, estaba consciente de que su ducado necesitaba estar acompañado de una dama bien dispuesta a complacerlo y un par de chiquillos enredándose en sus piernas.
Así que había accedido en silencio a sus deseos, seguro de que no encontraría a la mujer que buscaba habiendo conocido de antemano a toda doncella casadera que pudiera ser una opción.
Y su mente volvió a Evelyn. Su cuerpo era una hoguera por el deseo insatisfecho, quería poner sus manos en todo ese cuerpo mientras sentía el calor de su piel bajo las yemas de los dedos. Quería ser rudo, agresivo y salvaje, después suave y cuidadoso y después hacer sus acometidas más fuertes que las anteriores. En su mente, ya estaba dentro de ella, poseyéndola con frenesí.
Aunque había un ingrediente nuevo que hacia que toda la ecuación en que basaba su atracción hacia ella se desbalanceara peligrosamente. No esperaba el clamor de sus propias emociones cuando la escucho contestarle de manera tan impropia. Deseaba sentirse ofendido por la manera tan ruda en que ella le había hablado, pero había logrado el efecto contrario. La expresión feroz de la muchacha, acompañado de ese rictus de su hermosa y carnosa boca y su ceño fruncido no había hecho más que excitarlo mas allá¡ del punto de retorno. Sabía que se había comportado como un verdadero estúpido al haberla tratado así, confundiéndola con una dama de moral distraída cuando sabía perfectamente que ella no entraba en esa categoría, pero su carácter malhumorado y su evasiva a cooperar con él para encontrar placer juntos lo había dejado francamente impresionado.
Michael nunca había sabido lo que era el rechazo y menos en el ámbito amoroso. Tenia lo que quería, cuando lo quería, donde quería. Y ahora ante semejante rechazo, que venia de una chiquilla le causaba una gran desazón. Pero él era un apostador por naturaleza. Esto no hacia más que agregar leña al fuego que se había instalado entre ellos.
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La trampa del Duque
RomanceEvelyn Fairchild desea con todas sus fuerzas una última aventura. No es que las tuviera anteriormente pero sería la última antes de verse obligada a casarse con un hombre sin rostro, alguien a quien ni siquiera había conocido pero que estaba a punto...