Una vez más

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Al despertar una sensación de entumecimiento invadia cada fibra de su cuerpo. Se sentia drogada y su cuerpo parecia poco dispuesto a levantarse del mullido colchón en el que se encontraba recostada. al intentar sentarse, un mareo intenso la invadió y se dejo caer de nuevo, estrellando su cabeza contra la almohada en la que hacia unos pocos segundos habia estado apoyada, provocando que un millón de agujas imaginarias se clavarán en su cráneo, causando un dolor ensordecedor. Se llevo la mano a la cabeza y notó como una pequeña gaza le cubría la sien que había sufrido el golpe del arma. Ese pequeño movimiento le supuso un gran esfuerzo. Le dolía el costado con el cual había impactado en el frio y duro suelo del jardín. No tenia la fuerza suficiente para palparse la zona afectada pero estaba segura de que si se hubiera levantado las ropas que la cubrían hubiera encontrado la piel suave y pálida de sus costillas revestida de moretones. Hasta ese momento fue consciente de que no tenia puesta más que el conjunto de ropa interior con la camisola. 

Mientras se tapaba con las mantas, intento concentrarse lo suficiente para averiguar donde se encontraba. Esa definitivamente no era la residencia Fairchild. La habitación esta decorada fastuosamente, más de lo normal y eso fue precisamente lo que la delató. Tenia que ser Astor Park. Había paseado por la mansión y sus jardines con Michael pero no habían entrado a las múltiples habitaciones de huéspedes, o a ninguna habitación que no fuera la de Michael. La única que vez que la había invitado a pasar había sido para mostrarle las maravillosas vistas desde los ventanales y el balcón y por supuesto aquello había sido una trampa. En cuanto puso un pie dentro, Michael había cerrado la habitación con llave dispuesto a permanecer la mayor cantidad de tiempo posible con ella. Habían pasado encerrados un largo rato, muy poco del mismo admirando las vistas. 

Se estaba dejando llevar por sus ensoñaciones en el momento menos oportuno. Sacudió su cabeza intentado despejarse, no sin que esto le provocará una punzada en la cabeza. Al pasear la mirada por la habitación, mientras intentaba decidirse si permanecer tumbada y en silencio o llamar a alguien, la sorpresa fue monumental al ver una figura arrumbada en un sillón lejano de la cama de postes. El fuego de la chimenea le iluminaba un costado del rostro y al instante supo quien era. 

-Michael- lo llamó con voz ronca. Su voz sonaba extraña, como si hubiera estado gritando por un largo rato; sentía la garganta seca e irritada. 

La figura no se movió de donde estaba, arrumbada en el sillón. 

-Michael...-volvió a llamarlo aumentando el tono de voz.

Michael se removió inquieto. Parecía como si tuviera una pesadilla. Pestañeo desorientado mientras el fuego de la chimenea parecía encandilarlo por un instante. Su estado de confusión pareció desaparecer de repente cuando se dio cuenta que Evelyn lo miraba desde la cama, a unos cuantos metros. Se levantó desesperado y corrió hasta el lecho, casi tropezando con la alfombra bajos sus pies. Parecía demacrado y tenia todo el pantalón de vestir y la camisa arrugados. Se tiro encima de ella, sepultándola con su cuerpo en un abrazo mientras le cubría el rostro de besos, susurrándole palabras de amor de forma frenética, como una letanía. A Evelyn se le escaparon unos gemidos de dolor, al ver magulladas sus recientes heridas. 

-¡Lo siento! ¡Lo siento!- dijo soltándola y enderezándose, completamente rígido y en tensión. Parecía mirarla como si no la hubiera visto en una eternidad. Movió las manos intentando tocarla pero sin atreverse a hacerlo por temor a lastimarla. 

Evelyn miró su indecisión con ternura. Se sentó lo mejor que pudo y le acarició la mejilla con una mano. Michael le presionó su mano con la suya y apoyo su mejilla con fuerza en su mano. 

Evelyn se acercó buscando sus labios pero Michael se alejó, indeciso, visiblemente apesadumbrado. Se levantó y comenzó a pasearse por la habitación, pasándose las manos por los rizos negros. Evelyn sabia que hacia eso cuando algo le preocupaba o cuando estaba impaciente.

La trampa del DuqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora