Confesiones

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La noche envolvía al duque de Astor mientras caminaba rápidamente y con decisión hacia la figura alta y musculosa envuelta por la oscuridad de la noche. Sebastián caminaba rápido y al parecer, sin ningún intención de verse abordado por su amigo. Aun así no pudo evitar que las largas y atléticas piernas de Michael se acompasaran a su ritmo, caminando a su lado.

-¿Se puede saber que demonios te pasa?- le pregunto Michael, completamente confundido.

Sebastián se limitó a mirarlo con reproche. Michael lo conocía lo suficiente para saber que no solo estaba molesto. Estaba furioso. Nunca se había comportado de esa manera con él. Eran amigos desde siempre y aunque habían tenido sus discusiones en contadas ocasiones, jamás lo había visto reaccionar de esa forma, con la respiración acelerada y un silencio sepulcral.

-¡Dime de una buena vez que es lo que te pasa!- Michael se giro mientras tomaba a Sebastián por las solapas de la levita.

Sebastián lanzó un gruñido mientras agarraba a su vez las solapas del saco de Michael y lo miraba, furibundo.

-¡Eres un cerdo Michael!- le dijo en un susurro amenazador, se estaba conteniendo a duras penas para no gritar- ¿Es que acaso Evelyn no es suficiente? ¡No! ¡Por supuesto que no! También tenias que meterte con Diana.

Aquello lo dejo helado. Le soltó las solapas lentamente mientras que Sebastián parecía querer estrangularlo. Le aparto las manos de su saco y lo miró con los ojos azules abiertos como platos.

-¡¿De que demonios hablas?!- gruño- No se a que te refieres pero yo definitivamente no tengo nada que ver con Diana Fairchild.

-¡¿Entonces me quieres explicar grandísimo idiota, porque estaba en tu casa a estas horas esperándote?!- le escupió las palabras en la cara sin seguir ocultando sus gritos.

-Sebastián, no se de que me hablas pero te aseguro que yo de ningún manera y bajo ningún circunstancia cite a la señorita Diana para vernos y mucho menos en mi casa- levantó las manos en un gesto conciliador mientras miraba a su amigo- No se que es lo que abras visto pero no se si haz notado que he estado como enloquecido siguiendo a todas partes a Evelyn- soltó con evidente frustración.

Eso pareció tranquilizar un poco el semblante crispado del marqués de Hastings. Su mirada paso de la más negra de las furias a la total confusión en menos de un segundo.

-Entonces...-trago saliva visiblemente consternado- ¿No sabias que ella estaba en tu casa?

-¿Es que acaso no me ves imbécil?- le soltó Michael mientras extendía los brazos y hacia hincapié en su vestimenta- He estado toda la noche en la mansión de la duquesa de Ashford, acompañando a Evelyn en una velada, nada placentera por cierto...bueno talvez la primera mitad si- le soltó con una sonrisa traviesa.

-¿La haz estado corrompiendo?¿no es así?- le preguntó con sorna mientras se le formaba un hoyuelo encantador en la mejilla izquierda.

-Ay Sebastián...- soltó un largo suspiro- no tienes ni la más remota idea de lo que esa mujer me provoca. Quiero perderlo todo con ella, desde la ropa hasta los buenos modales.

-Yo también siento lo mismo con...- comenzó Sebastián pero enseguida callo, apretando los labios, recuperando de nuevo su estado alterado.

-¿A que te refieres...?- Michael lo miro sorprendido pero más divertido de lo que lo había estado en la ultima hora- Oh, no...¿Diana Fairchild?- miró a su amigo mientras este parecía escalar un nuevo nivel de incomodidad- No puedes estar hablando en serio.

-No he dicho nada Astor, no se de que me hablas- Sebastián lo ignoro deliberadamente mientras emprendía la marcha de nuevo hacia su carruaje.

Michael lo siguió mientras lo miraba de soslayo.

La trampa del DuqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora