Caballerosidad y decoro

14.3K 1.2K 41
                                    

Michael salió a toda prisa de la galería y aunque Evelyn tenia una estatura promedio, tuve que esforzarse para seguir las largas piernas masculinas. La única misión de Michael parecía ser sacar a Evelyn de aquella casa lo antes posible.

-¿A donde vamos?- le preguntó en un tono suave. No quería hacer nada que pudiera inflamar más su ira.

-A casa- le contestó, estoico.

Evelyn pensó que todo el grupo se reuniría con ellos para irse todos juntos, como habían llegado en primer lugar. Pero Michael solo se limitó a acercarse a su madre y a Susan Fairchild, diciéndoles que Evelyn se sentía indispuesta y deseaba alejarse del bullicio, ir a casa y descansar. Sin dar más explicación y dejando a ambas señoras con la palabra en la boca, salió como una exhalación hasta la glorieta de entrada en la que su carruaje se encontraba aparcado, esperando por ellos.

Cuando la ayudo a subir, el lo hizo con una ágil movimiento, cerro la puerta y dio un ligero golpe en el techo para indicarle al chofer que ya estaban listos. El carruaje inició su camino con un ligero traqueteo.

Mientras la penumbra lo envolvía y el silencio del coche se hacia casi insoportable, Michael se dedicó a contemplar a Evelyn. La ira y un profundo pánico se mezclaban en lo más profundo de su pecho, al pensar en que algo le podía haber pasado. Se llevó una mano al pelo, mientras un profundo suspiro salía de su garganta.

Lo único que podía hacer Evelyn era mirarlo. Se sentía culpable por haberlo llevado hasta el limite con su actitud. Ella había sido la culpable de que las cosas se salieran de control. Ella había provocado a ese hombre con su actitud y su sonrisa y estaba consciente de ello. Aunque Michael estaba sentado justo delante de ella, mirando por la ventanilla de forma ausente, con la luna reflejada en sus ojos azules, la distancia que los separaba de pronto resultó insoportable y sin pensarlo dos veces, se cambió de lugar, quedando justo a su lado. No le importaba que aquello no fuera decoroso, solo quería estar cerca de él, sentirlo y consolarlo por el momento de preocupación y enfado que le había hecho pasar.

Sin decir una sola palabra enroscó sus manos en el musculoso brazo del duque y apoyo su cabeza en el fornido hombro masculino mientras cerraba los ojos. Notó una ligera tensión en Michael, una tensión que en menos de dos segundos fue reemplazada por su mano cálida que se apoyo encima de las suyas y su cabeza apoyada en la de Evelyn, en un gesto de tierna complicidad. Y en esa postura permanecieron el resto del camino. El movimiento constante del coche y el calor que irradiaba el cuerpo de Michael mientras le besaba de vez en cuando los cabellos negros hizo que se durmiera.

Al llegar a la mansión, Michael fue consciente de que la respiración de Evelyn era suave y acompasada. Se había quedado dormida. Se desenroscó de su agarre con delicadeza y bajo del coche con ella en brazos. Al entrar pidió silencio con un gesto a la poca servidumbre que deambulaba por la casa para que no la despertarán.

La llevó hasta su habitación y la recostó con cuidado. Le quito los primorosos zapatos con delicadeza y la tapo con la colcha. Estaba a punto de irse pero no era capaz de hacerlo viéndola dormida, tan tranquila, segura. Se sentó en el borde de la mullida cama mientras la observaba dormir. Tenia la boca ligeramente abierta y una se sus manos terminó arriba de su cabeza con el brazo estirado en una grácil posición de bailarina de Ballet. Acarició una de sus suaves mejillas con el dorso de los dedos. Después de unos minutos, comprendió que no podía permanecer a su lado, por mucho que la distancia lo carcomiera por dentro. Se levantó, se inclinó sobre ella y le dio un suave beso en la frente para a continuación salir sigilosamente de la habitación, cerrando con extremo cuidado la puerta, evitando hacer cualquier ruido que pudiera despertarla.

Se quedo recostado contra puerta unos segundos. Sabia que la forma en que se había apoyado en él y como se había acercado eran su forma de decirle que lo sentía. Michael pensó que él también debió decirle que lo sentía, pero no lo hizo. Ya llegaría el momento de pedir disculpas. Deseaba abrir esa puerta que los separaba, entrar a su habitación, meterse debajo de las mantas con ella y despertarla con suavidad y cariño mientras se disponía a hacerle el amor.

La trampa del DuqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora