La noche llego con su inexorable oscuridad. Hacia un par de horas los residentes actuales de la mansión habían recibido la grata visita de August Fairchild y su hija Diana junto con el Marques de Hastings. Esta visita aunque inesperada resultaba emocionante al mezclarse con los acontecimientos previstos para la noche. Después de que las damas y los caballeros hubieran tomado tiempo para encontrarse presentables, el grupo estaba listo para ver los fuegos artificiales en el puerto. Todos estaban en el recibidor de la mansión exceptuando a cierto duque y una jovencita con unos ojos verdes muy peculiares.
Nadie se molestó en buscarlos. Las razones eran obvias y nadie se atrevía a mencionar el tema. Era como si la atracción obvia entre Michael y Evelyn fuera un tema que no se debía mencionar por acuerdo tácito de todos los presentes. No era solo que el tema no fuera mencionado sino que todos se encontraban felices de estar reunidos, expectantes por la noche llena de luces que les esperaba pero sobre todo sumidos en sus propios pensamientos. La duquesa, aunque preocupada por el encierro repentino de su hijo, se encontraba feliz porque sabía que el desenlace que tanto esperaba estaba por llegar. Conocía la naturaleza apasionada de su hijo y el matrimonio tan anhelado estaba la vuelta de la esquina. Por otro lado la condesa Fairchild estaba en una especie de limbo personal; por un lado no entendía los constantes cambios de humor de su hija y por otro lado tampoco entendía la actitud del duque. Lo único que ella podría entender a estas alturas era un enorme anillo de diamantes en la mano de su hija y para ser francos esa era la única prueba que podría calmar sus nervios.
En cuanto a los jóvenes del grupo, todo resultaba confuso. Emily se encontraba en un estado continuo de aturdimiento desde lo sucedido en el paseo a caballo con James y este por su parte se sentía apenado por su propia insistencia en permanecer a su lado y de alguna forma forzarla a interactuar con él, pero por otro lado no podía parar. Era como una compulsión que se había adueñado de sus actos. Su yo interno, su parte racional que no se dejaba dominar por sus emociones le decía que debería detenerse, darle espacio, ser más comprensivo y dejarla asimilar lo que había sucedido porque estaba completamente seguro que ese había sido el primer beso de la joven y muy probablemente la primera vez que mantenía cierto tipo de contacto intimo con un hombre pero sus instintos lo estaban volviendo loco y el recuerdo de esa boca suave, inexperta pero tan dulce y cálida hacia que todos sus esfuerzos por dejarla en paz se fueran al demonio.
Por otro lado Diana parecía ser la persona más voluble entre todos los presentes. En un momento se encontraba sonriendo y charlando animadamente con su madre o con la duquesa y al siguiente tenía el ceño fruncido y una mueca de fastidio en su bonita boca rosada. Por alguna razón estos cambios de humor sucedían siempre que sus ojos se posaban en la figura del Marques, quien se limitaba a sonreír con gesto burlón y sus ojos verdes expedían un brillo travieso y desvergonzado.
Con todos estos pensamientos e inquietudes, el grupo salió a la glorieta que coronaba la fachada de la casa y se subieron al par carruajes que los llevaría al paseo marítimo.
***
Michael se encontraba de pie en medio de su despacho. Por la hora y la oscuridad que se revelaba a través de una de las ventanas supo con seguridad que el grupo ya se había marchado. No sabía realmente lo que sentía, estaba a medio camino entre el nerviosismo y la excitación, lo cual era irónico sabiendo que él no movería ni un solo dedo. Estaba atormentándose con la idea de que Evelyn simplemente pasara de él y permaneciera en sus aposentos por el resto de la noche. Pero algo había en sus ojos aquella tarde, un claro entendimiento entre ambos, como si algo fuera a pasar aunque no tenía muy claro que era. Apuro el trago de brandy que tenía en la mano y dejo el vaso de cristal encima de su escritorio con un ligero tintineo. Se paso las manos por el negro cabello ondulado intentando calmarse un poco y después de una cuantas respiraciones profundas decidió salir al jardín, quizá el aire frio le despejaría la cabeza.
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La trampa del Duque
RomanceEvelyn Fairchild desea con todas sus fuerzas una última aventura. No es que las tuviera anteriormente pero sería la última antes de verse obligada a casarse con un hombre sin rostro, alguien a quien ni siquiera había conocido pero que estaba a punto...