Nunca se había enamorado. No de esa forma. No así. Nunca así, pensó mientras aquellas palabras rondaban por su mente. La cabeza de Evelyn descansaba cómodamente sobre su pecho y todo su suave cuerpo se apoyaba en su costado, en busca de calor. Comenzó a pasar los dedos por su largo cabello. Esa noche, hacer el amor había adquirido un nuevo significado. Ha decir verdad, comenzaba a dudar que alguna vez lo hubiera hecho. Ese descubrimiento de cuan superficial había sido su vida hasta que conoció a Evelyn le provocó un sentimiento de calidez en lo más profundo del pecho. No porque hubiera vivido una existencia pueril hasta hacia unas pocas semanas sino porque por fin había encontrado algo que no solo le importaba, sino alguien sin la cual no podía vivir.
Todos sus negocios, su fortuna, su reputación, absolutamente todo se veía reducido a una nimiedad cuando comparaba lo que todas esas cosas le provocaban comparándolas con la mujer que yacía a su lado.
En su mente se arremolinaban los múltiples rostros de las mujeres con las cuales se había acostado a lo largo de los años. Le resultaban desconocidas. Bellas pero carentes de significado; era como si sus rostros estuvieran difuminados, cubiertos por una cortina de humo. Podía recordar labios, ojos pero solo eso, solo pequeñas fracciones de sus cuerpos. Ninguna mujer en su totalidad.
Y ahora en su mente solo existían un par de ojos verdes, una boca y un solo cuerpo al cual rememorar y aferrarse como si su vida dependiera de ello.
La confusión de donde se encontraba comenzó a dar paso a la incertidumbre y después al horror ante lo que había pasado la noche anterior. Evelyn se levantó de la cama desecha mientras observaba al alto y fornido cuerpo que permanecía acostado a su lado, dándole la espalda. No pudo evitar admirar la espalda que aun relajada, se marcaba con músculos maravillosamente definidos. Sus ojos recorrieron desde sus omóplatos hasta el principio de los glúteos masculinos. Aparto la mirada con vergüenza mientras daba un vistazo a la habitación. La ropa de Michael y la suya se encontraba desperdigada por todo el suelo. Su camisón había terminado enganchado del picaporte de la puerta que daba al pasillo.
Se levantó con cuidado de no despertarlo y comenzó a vestirse, sacando un vestido verde y sobre todo sin ningún escote pronunciado. Después de lo sucedido, comenzaría a vestirse como una monja para no provocar pasiones ni en Michael ni en ningún hombre. Aunque ya no sabia si era útil tomar esa medida considerando que había caído en la desgracia.
Se vistió, se calzo los zapatos y salió de la habitación, intentando cerrar la puerta con el mayor cuidado posible. Miró a ambos lados del pasillo, intentando vislumbrar a cualquier conocido o pariente o talvez a alguna mucama pero el pasillo se encontraba completamente desierto. No sabia que hacer. Por un lado lo que menos le apetecía en aquellos momentos era tener una conversación con Michael pero por otro lado no quería dejarlo dormido en su habitación consciente de que alguna sirvienta podría entrar para hacer el aseo y lo que encontraría seria a su amo, muy dormido y muy desnudo. Se sorprendió pensando que le daría un ataque de celos de solo imaginar que otra mujer pudiera verlo en tales condiciones. Y fue precisamente ese sentimiento de posesión lo que la hizo entrar de nueva a la habitación, dando un portazo al cerrar la puerta, sin el más mínimo cuidado.
Un duque muy adormilado se puso de espaldas lentamente mientras lanzaba un bostezo que a Evelyn le resultó encantador y comenzó a gruñir y estirarse como un felino. Después de eso abrió un ojo azul mientras su mano buscaba algo en el otro lado de la cama, palpando aquí y allá. Cuando no sintió nada más que la textura de las sabanas se sentó de golpe y miró a todos lados, confundido, hasta que atinó a ver a Evelyn parada en la entrada de la habitación, con una expresión tímida y las manos fuertemente agarradas a la espalda.
Entonces fue que su ceño fruncido se suavizó y una sonrisa radiante y sensual se formó en su bella boca.
-Ven aquí...- le dijo mientras extendía ambos brazos hacia ella.
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La trampa del Duque
RomanceEvelyn Fairchild desea con todas sus fuerzas una última aventura. No es que las tuviera anteriormente pero sería la última antes de verse obligada a casarse con un hombre sin rostro, alguien a quien ni siquiera había conocido pero que estaba a punto...