Desde entonces Sam Había estado pensando bastante en el rumbo que su vida tomaría si él seguía siendo atormentado por sus demonios. Ya se había acercado la hora del almuerzo, pero por suerte su esposa todavía no había llegado, entonces prefirió salir e ir a comprar la comida que más le gustaba a ella para ambos.
Llegó al restaurante chino, pero se percata de que estaba cerrado, lo que era bastante extraño. Decidió entonces ir mejor a un restaurante normal, y antes de comprar lo que sería el almuerzo para los dos, se acercó al local que estaba al lado donde si vendían café y compro uno. Se acercó nuevamente al restaurante, hizo su pedido, se sentó en la mesa más cercana y empezó a tomar su café como si nada esperando que estuviera listo lo que había ordenado.
Sam se había puesto a contemplar su entorno. —Era muy observador–. Su entorno parecía girar en cámara lenta mientras él seguía pensando en todo lo que le había sucedido estos últimos días. Luego la prolongada serenidad que había estado teniendo se ve interrumpida por un camarero cuando se acerca y lo interrumpe con una pregunta:—Señor, olvidó decirnos con qué tipo de ensalada quería acompañado su plato —dijo el camarero.
—Ensalada verde, por favor —respondió Sam.El camarero se retira, y seguidamente se ve nuevamente interrumpido pero esta vez por una mujer desconocida con un aspecto bastante atractivo. Ella lo mira y dirige su palabra hacia a el:
Hola, ¿está ocupado el asiento? ¿Puedo sentarme? —preguntó ella—. Las sillas del restaurante están todas llenas.
—No te preocupes, puedes sentarte —respondió Sam con una voz cortes.
No había pasado más de cinco minutos cuando ella vuelve a interrumpir con una pregunta.
—¿Cómo te llamas? —preguntó ella mientras lo miraba fijamente porque se le hacía bastante familiar.
—Te pido disculpa, que mal educado he sido desde el primer momento –respondió Sam—. ¿Me llamo Sam y tú?
—Un placer Sam, me llamo Elizabeth —respondió ella.
—El placer es mío —dijo Sam mientras desviaba la mirada.Sam no pretendía seguir la conversación porque era un restaurante que estaba bastante cerca de su vecindario y sus vecinos más cercanos asistían mucho al lugar, sin mencionar que aquella mujer parecía recién salida de una pasarela de modelaje. Desde luego lo último que él quería era que su mujer pensara que le estaba montando cuernos, así que decide mantener el perfil bajo. Pero la mujer insistía en entablar la conversación y vuelve a dirigirle la palabra:
—Tu barba te hace ver muy apuesto —dijo Elizabeth mientras se mordía los labios.
—Gracias, tú también eres muy atractiva —dijo Sam intentando ser cortés.
—¿Qué te parece si me das tu número? —preguntó Elizabeth—. Y no sé, quizás nos podamos ver en un lugar más privado.
—No me parece buena idea, estoy casado —dijo Sam.
—Ya va... Tu no... ¿Tú no eres el empresario que da discursos activistas sobre el ateísmo? —preguntó Elizabeth un poco confundida mientras recordaba quien era.
—Sí, ese mismo soy —afirmó Sam—. ¿Por qué preguntas?
—Es que también soy atea, y me pregunto, ¿por qué no puedes ser como el resto de los ateos que he conocido? —dijo Elizabeth mientras fruncía la frente.
—¿Cómo así? ¿Cómo son el resto que has conocido? —respondió Sam.
—Tú deberías saberlo mejor que yo, tú eres el que se monta siempre a dar los discursos. –Dijo Elizabeth.
—No sé de qué me he perdido entonces, pero explícame, por favor —dijo Sam bastante intrigado.
—Ya que insistes. Opino que pareces un religioso más. ¿Por qué mejor no darles riendas sueltas a nuestros deseos carnales? En vez de vivir bajos esos estúpidos estándares morales que los religiosos mismo nos han impuesto desde antaño —exclamó Elizabeth—. Opino que deberíamos vivir bajo nuestra propia percepción de la moral.La conversación había llegado muy lejos, Sam estaba pensando en inventar una excusa e irse sin más, porque Elizabeth estaba en lo cierto. Él sabía que, desde el punto de vista naturalista ateo, no existía algo como unos estándares de moral objetivos o universales; pero luego pensó, y sabía que, si se retiraba, perdería credibilidad en sus discursos activistas, incluso también vio la posibilidad de que esta simple conversación se regara, y él quedara como un hipócrita. Rápidamente empezó a formular alguna respuesta convincente que también pudiera remediar, aquella metida de pata.
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Las crónicas del viajero
FantasySam es un empresario exitoso, intelectual que descubre que tiene el don para viajar a cualquier parte en el pasado. Pero de todos los hombres que alguna vez recibieron este don, él fue el más hábil de todos, cuando utilizó su don para empezar a visi...