022 | Una anecdota

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—No estoy segura, pero las personas que recibimos este don de alguna u otra manera cobramos la consciencia cuando un viajero visita nuestra línea temporal —dijo Marie con inseguridad.
—O sea, en pocas palabras, ¿vuelven a estar vivos? ¿Algo así?—preguntó Sam sincronizando sus manos con lo que decía.
—Digamos que así podríamos llamarlo —afirmó Marie.
—Pero... ¿Hasta qué punto de la consciencia llegan a cobrar? —preguntó Sam frunciendo el ceño.
—¿A qué te refieres? —preguntó Marie.

Él se queda pensando por un instante lo siguiente que iba a decir, no sabía si con su pregunta podía alterar el espacio-tiempo, pero tenía tanta curiosidad por saber:

—No sé, si debería decirte esto, pero me refiero a que, si están conscientes de que de la línea temporal de donde provenimos, ustedes están muertos para nosotros —dijo Sam con primor, y añadió enseguida—: De hecho ningún viajero puede ir al futuro, solo podemos visitar a personas que han pasado a la historia, por eso mi curiosidad.
—Sí, creo que estamos conscientes de ese suceso, por eso te digo, que es algo bastante complicado de explicar, porque a pesar de que ahora estoy consciente, no tengo en mi memoria el recuerdo de mi muerte.

En definitiva, le pareció bastante extraño la forma en la que funcionaba el don pasivamente, era justo como ella había dicho, quedaban inmortalizados en el pasado porque indiferentemente en la fecha que visitaras a estas personas, ellos no tenían la noción o el recuerdo de su muerte.

Sin embargo, había algo que lo había inquietado, y es que pasó por desapercibido un detalle significativo que había olvidado preguntar:

—Creo que logro captar todo, ahora, has mencionado en dos oportunidades que también recibiste el don si mal no me equivoco —dijo Sam mientras tocaba su barba.
—Sí, también fui como tu ahora mismo —afirmó Marie.
—Qué sorpresa ahora que lo pienso, nunca me pasó por la cabeza —dijo Sam sorprendido, y enseguida añadió—: ¿Entonces puedo suponer que al igual que yo, también viajaste? —preguntó Sam
—Sí, lo hice muchas veces para encontrar respuestas, pero con un enfoque distinto al de muchos viajeros o eso considero. —dijo Marie y enseguida añadió—: Sígueme.

Ambos se levantaron, Marie empezó a caminar en dirección a los libros, pero Sam vuelve su voz hacía ella antes:

—¿Cuál enfoque? Claro, si es que puedo saber. —preguntó Sam.

Ella se detiene en uno de los estantes que eran los que tenían libros de física y química para ilustrar su analogía:

—Esto quería mostrarte, hoy día me he ganado los méritos que tengo, pero fue gracias a mi incansable esfuerzo de mi trabajo y dedicación. Tuve que viajar al pasado por respuestas sacrificando lo que una mujer normal haría en su vida. —explicó Marie con mucho primor, mientras tomaba un libro como ejemplo y seguidamente añadió: Muchos de estos libros no fueron suficientes.
—Asombrosamente increíble, de dónde vengo, eres todo un icono del siglo XX en nuestra comunidad científica actual, y sobre todo un gran ejemplo a seguir para las mujeres. —dijo Sam—. Siempre se habla de ti a la hora de representar un genuino feminismo porque es una verdadera lastima las mujeres que representan el "feminismo" actualmente; en realidad no preguntes porqué, no deberías saberlo.
—Es inverosímil e increíble que aún siga siendo todo eso en tu línea temporal porque por lo menos en mi línea recibí una cantidad de comentarios machistas como no te das idea, y en cuanto el feminismo de tu tiempo, es mejor así, prefiero no enterarme. —dijo Marie con una actitud bastante humilde.
—Es que mereces todos los reconocimientos, quizás en tu línea temporal no supieron valorarte, pero no eso no significa que generaciones venideras no lo hicieran. Se hablará por mucho tiempo de tus descubrimientos, premios, o de la capacidad de llegar tan alto en una época en la que era tan difícil que una mujer alcanzara todas esas metas, además por ser una mujer humilde cuyo único interés era que tus logros pudieran servir para ayudar a la humanidad. —dijo Sam—. De hecho, hay una anécdota que se cuenta mucho sobre un invento tuyo.

Se podía apreciar en el ambiente que ella había empezado a sentirse un poco incomoda, pero no en un sentido desagradable, sino que no estaba acostumbrada a que hablaran así de ella.

—La verdad, es que no se que decir, no se como sabes tanto de mí. —dijo Marie acompañando lo que había dicho con una sonrisa.
—No pienses que soy un viajero acosador ¡Eh! —dijo Sam soltando una risa, y añadió—: La anécdota es sobre el primer "vehículo radiológico" que se inventó gracias a ti, con su respectiva maquina de rayos X con fines de tratar con más rapidez a los militares durante la primera guerra mundial.
—Gracias por acotarlo, me estaba preocupando un poco. —dijo Marie sarcásticamente—. No imaginé que todavía se hablara de ese invento.
—Sí, también se dice que entrenaste a ciento cincuenta mujeres. —dijo Sam.

Las crónicas del viajeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora