009 | Todo parecía aclararse

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Sam se da cuenta que aquella alemana lo había mandado a la cueva del lobo; pero él se preguntaba porque lo habrá hecho, si no tenía nada que ver con todo lo que estaba pasando en la segunda guerra mundial.

Una vez que entra nota que el cuartel estaba lleno de militares cómo algo de esperar, todos estaban apuntándole directamente, cualquier pasó en falso, y simplemente hasta allí llegaba; sin embargo, el capitán del cuartel nota que se trataba de un extranjero; no era ni alemán ni judío por sus evidentes rasgos. Así que el capitán desde su escritorio ordena a sus soldados que lo arrodillaran hasta que su superior lo llamara, quién sería el que diera la orden de llevarlo a la cancillería del Reich.

Sam Intentaba mantener la calma, todo parecía estar perdido —era casi imposible de escapar—. Así que él se encontraba en una situación precaria, pero estaba pensando en que la probabilidad de morir en ese momento le daría fin a cualquier cosa que lo había metido en esto, empezaba a verle el lado digamos positivo; pero solo muriendo podía comprobar esta teoría lo cual era muy arriesgado, y temía en que este fuera su último suspiro. En definitiva, en ese momento, la cabeza de Sam estaba colapsando por tantas ideas que estaba concibiendo en su cabeza. Quizás eran los mismos nervios. Porque a pesar de que sabía en dónde, y cuando estaba, todavía se rehusaba a creer todo lo que estaba viviendo, de la noche a la mañana. Sam siempre era muy escéptico, no creyó jamás en la brujería, o que existiera un plano espiritual porque siempre encontraba una explicación científica a cada cosa que la gran mayoría de las personas dotan de espiritualidad, magia o cosas que solo suceden en los cuentos de hadas. Aunque dudaba mucho que la ciencia pudiera encontrar una explicación a esto que le estaba sucediendo si no llegara a tratarse de un sueño.

El capitán de repente se le acerca, y se dirige hacia él de manera intimidante:

—¿De dónde eres? —preguntó el capitán mientras fruncía la mente.
—Soy de España. —pespondió Sam intrigado por las preguntas.
—¿Como aprendiste hablar alemán? —preguntó el capitán con una mirada intimidante.

Sam durante la mini entrevista que estaba teniendo con aquel capitán pensó que lo más correcto era decir algunas que otras mentiras convenientes para no empeorar la situación al decir que no sabía nada en lo absoluto, o cómo rayos había llegado hasta Alemania: además sería rápidamente tildado de loco si decía que pertenecía al futuro, —2018— en este caso, así que siguió respondiendo sutilmente a cada pregunta hecha por el capitán:

—Soy aficionado de la historia alemana, así que aprender el idioma también viene en esa afición. —respondió Sam con tal serenidad.
—¿Por qué estás aquí? —preguntó el Capitán de manera intimidante mientras jugaba con sus guantes.
—Hmm... Soy reportero, y sería ascendido en mi trabajo si tomaba este trabajo —respondió Sam.
—Claro entiendo, ¿Por qué será que no te creo nada? —dijo el capitán sembrando curiosidad.
—¿Cómo así? ¿De qué me hablas? —respondió Sam intrigado.
—No es casualidad de que estés aquí, ya he tratado con otras personas como tú; pero no es mi deber contarte que sucede, esto lo descubrirás tú solo, o quizás hoy mismo —dijo el capitán estando agachado al nivel de Sam, y seguidamente se fue atender una llamada.

Sam había quedado desconcertado, casi sin aliento por todo lo que aquel capitán le había dicho, y justo en ese momento había empezado a recordar aquel señor que se sentó a su lado aquella noche bajo la lluvia por la similitud que tenían ambos al hablar, y expresarse de esa manera tan curiosa, como si lo supieran todo.

Había empezado a creer que ese señor vagabundo era el responsable de todo lo que le estaba sucediendo, había incluso concebido la idea de que ese señor en ese momento lo pudo haber drogado con algún tipo de droga alucinógena responsable de los viajes al pasado, y vivir cosas tan absurdas que son imposibles de hacer con los cincos sentido intactos. Parecía en el momento la explicación más racional, y lógica. El único problema era que no sabía si se está droga alucinógena podía crear esa sensación de lucidez.

Lo que también influyó a pensar todo eso fue que no era primera vez que había sido secuestrado para ser extorsionado, así que lo más lógico era pensar eso; de que se trataba solo de un secuestro más por personas que solo querían su dinero. No pasó mucho tiempo cuando terminó por convencerse a tal punto de que era así. Su mente se había aclarado por completo, un bienestar lo había arropado en ese momento de sobremanera porque en su mente había concebido una idea:

«Solo tengo que esperar que termine el efecto de la droga, darle lo que me piden los extorsionadores, y listo, podré volver con mi familia, y a mi vida normal», pensó Sam.

Todo parecía apuntar de que se podía tratar más de eso que de cualquier otra cosa que de todas las cosas absurdas que se le habían venido a la mente. El capitán había terminado de hablar por llamada, y lo interrumpe:

Llegó tu hora —exclamó el capitán, seguidamente de un golpe en la cabeza con su revólver dejándolo inconsciente.

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Las crónicas del viajeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora