—¿Qué cosa? —dijo Alizee embrollada.
—Necesito que me puedas por lo menos prestar algún dinero, que alcance para pagar un pasaje, y así pueda moverme a una dirección cerca de aquí —dijo Sam—. Y antes que digas algo, te prometo que te pagaré cada centavo.Ella no sabía nada de lo que estaba ocurriendo, sin embargo, Sam le había inspirado confianza, así que ella interesada en saber luego que sucedió, accedió en hacerlo:
—¿Cuánto necesitas? —preguntó Alizee.
—La verdad no tengo idea de cuánto necesito, solo necesito llegar a donde alguien que me puede ayudar por aquí —afirmó Sam.
—Esta cantidad de Francos que te daré, te será suficiente para lo que pienses hacer —dijo Alizee sacando de su cartera una suma de monedas.
—Muchas gracias, te debo la vida —dijo Sam encarecidamente, estando a punto de irse.
—Solo espero volverte a ver —exclamó Alizee interceptando su mano.
—Tenlo por hecho —dijo Sam con una sonrisa, y se marchó.Él empezó a caminar hacia el interior de la cafetería en busca de alguna puerta que le permitiera salir de aquel lugar sin recurrir a la puerta principal porque todavía no estaba seguro de que podía tratarse lo que estaba sucediendo afuera.
El interior de la cafetería estaba compuesto por un estante largo —era lo único que dividía o separaba el interior, y empleados de la cafetería con las mesas puestas para la clientela, y sus respectivos clientes— y solo había una entrada al final de este en el lado derecho, sin embargo, la razón que lo llevó a pensar que la cafetería podría contar con una salida alterna, era porque él había mirado que había otra puerta en el lado izquierdo del estante que conectaba a otro lugar interno de aquel local.
Pero todavía había un pequeño percance, y era que Alizee no se había ido del lugar —no quería que ella lo viera haciendo cualquier cosa extraña—. Dado ahora que estaba esa contrariedad, se dirige al baño para ganar tiempo y esperar que ella se fuera. Una vez que llega al baño, se percata que había una ventana que estaba entreabierta... Volvió a asomarse sutilmente para analizar el panorama, y se dio cuenta que lo policías estaban adentro, probablemente buscándolo dedujo él en su mente. Volvió a la ventana, la abrió como pudo, y forzadamente salió porque tampoco era que la ventana fuera muy grande. Una vez que estaba afuera, notó que estaba en el otro extremo de la calle —el local estaba ubicado justo en una esquina—. Enseguida consideró que lo mejor era alejarse lo más que podía de aquel lugar para luego empezar a preguntar por la universidad más famosa de Francia.
Entre todo el trajín de lo sucedido, había oscurecido, el inconveniente era que Sam, nunca se preocupó en arreglar la hora de su reloj al momento de visitar otra línea temporal, literalmente la única forma de conocer la hora era preguntando como tenía de costumbre, así que no le quedó de otra e intercepto a la primera persona que se le atravesó:
—Disculpa, ¿Qué hora es? —preguntó Sam.
—Está a punto de ser las 7:00 pm —dijo el desconocido mientras miraba su reloj.
—Si no le molesta, ¿puedo preguntarle algo más? —dijo Sam.
—Sí, ¿dime? —respondió.
—¿Cómo puedo llegar a la universidad de la Soborna? —preguntó Sam.
—Por suerte, es la universidad más céntrica en cuanto ubicación se refiere que podemos encontrar en la capital. —afirmó el desconocido—. De aquí hasta allá son un total de cincos cuadras la que debes caminar.
—Pero ¿en qué calle? ¿cómo llego? —preguntó Sam.
—Solo sigue caminando derecho como lo venías haciendo, cruzas en la primera esquina que está a la derecha, y de allí sigues directo hasta encontrar un edificio, que es casi imposible de reconocerlo por su pintoresca cúpula —respondió el desconocido.
—Se lo agradezco mucho —exclamó Sam estrechando su mano en agradecimiento.La buena noticia, es que ahora sabía como llegar, el problema sería encontrarla a ella allí, dado que era un poco tarde a menos que tuviera horarios nocturnos en la universidad —cualquier cosa podría pasar—.
Al instante él empieza a caminar, justo como le había indicado el desconocido, pero era casi imposible no distraerse contemplando las calles de noche por Paris, y quedar embelesado por cada detalle que hacía de esas calles un lugar transcendental —te daba la impresión en que cada cosa que componía aquellas estructuras había sido pensado en lo más mínimo—.
«Es imposible caminar por estas calles, y no sentirme enamorado, el arquitecto sin duda plasmó su espíritu en sus obras», pensó Sam.
Había otra cosa que captaba su atención, y era lo muy dinámico que eran las calles, estaban repletas de personas, algunos tomando licor, otros fumando cigarros... Había grupos de personas en cada rincón, esto era como el ingrediente final que le daba mucha vida al lugar.
Sam sin casi darse cuenta estaba por llegar a la universidad, lo supo porque podía distinguir desde lejos aquella cúpula que le había nombrado el desconocido, estaba ansioso y nervioso a la vez porque en caso de que ella no estuviera sería un poco duro, puesto que nunca ha dormido en la calle, y lo hacía más difícil el hambre que había empezado a emerger —no estaba seguro de que el dinero que le había entregado Alizee fuera suficiente para comprar por lo menos la cena—.
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Las crónicas del viajero
FantasíaSam es un empresario exitoso, intelectual que descubre que tiene el don para viajar a cualquier parte en el pasado. Pero de todos los hombres que alguna vez recibieron este don, él fue el más hábil de todos, cuando utilizó su don para empezar a visi...