019 | Primavera

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Después de lo último que dijo Alizee, y los pensamientos que habían venido a la mente de Sam, seguidamente reinó un sosegado silencio entre ellos. Ambos habían vuelto su mirada a lo que había detrás de aquella ventana de aquel tren para contemplar la hermosa vista que tenían en frente, el carril era lo único que impedía que todo el suelo luciera de verde, se podía notar desde lejos que la estación del año era primavera, también había unos esplendidos arboles de hojas amarillas que rodeaban de lado a lado, y bailaban juntamente con la brisa que producía el tren conforme pasaba a gran velocidad. Sus semblantes delataban el sentimiento de satisfacción que estaban teniendo en aquel efímero momento.

Como el tren estaba por penetrar una vía subterránea, eliminando así, por completo aquel paisaje radiante, Alizee vuelve a dirigirse a Sam, aún sabiendo que ella había sido la última en haber dicho algo:

—Ehm... ¿Te han ayudado en algo mis respuestas? —preguntó Alizee frunciendo el ceño.
—Claro por supuesto, me has sido de mucha ayuda, me gustaría algún día agradecértelo, pero... Es un poco complicado —dijo Sam cabizbajamente.
—No te preocupes, tu compañía es suficiente para mí, a veces quisiera vivir en la capital —expresó Alizee, y seguidamente añadió—: Créeme, viajar dos horas sola en un tren, puede convertirse en las dos horas más larga de tu vida.
—Bueno, creo que puedo entenderte, me pasa cuando viajo en avión a lugares lejos, puedo sentir lo mismo, porque casi no puedo conciliar el sueño —dijo Sam soltando una leve sonrisa.
—Debe ser una gran experiencia, la verdad, nunca me he montado en un avión por los nervios que me dan —dijo Alizee simulando el sentimiento de nervios.
—¿Pero por qué los nervios? No es algo del otro mundo —dijo Sam cuestionandola con sus ojos.
—Ya sabes, son inventos del hombre que aún están en fase de prueba, aunque afirman que es seguro, pero no me logro convencer del todo —dijo Alizee.
—No te quito la razón, ahora que lo pienso, creo que debería tomar más en cuenta eso —dijo Sam—. ¿Estamos por llegar?
—Creo que deberíamos estar en la capital aproximadamente dentro de treinta minutos —afirmó Alizee.
—Hmm. Vuelvo enseguida, voy al baño —señaló Sam luego de haberse levantado.

Se dirige al baño, termina de orinar, se lava las manos, la cara, y luego se mira fijamente al espejo porque se sentía confundido, aquella francesa le resultaba muy interesante, hermosa y de alguna forma u otra, inconscientemente había empezado a sentirse atraído por ella, sin embargo, él tenía muy en claro cuál era su propósito, además de estar consciente de que era una completa locura la atracción que se había estado gestando.

El carril subterráneo no era tan largo, y por esa razón, el tren había vuelto a estar expuesto al aire libre, y a la luz solar, mientras ella esperaba que él regresara del baño, dejaba perder su vista a través de la ventana mientras analizaba con su pensamiento lo poco que sabía sobre Sam, pero era un hecho, que para ella se trataba de un tipo bastante raro, y fuera de lo normal, porque no siempre te encuentras a un tipo, con un traje burgués costoso que recién ha perdido su billetera, y está de lo más normal sentado en una silla.

La cabeza de Alizee había empezado a desarrollar diferentes especulaciones sobre Sam, hasta que él llega, y la interrumpe:

—Te invitara un café, pero no tengo ni donde caer muerto justo en estos momentos —dijo Sam sarcásticamente—. Pero te lo debo.
—No te preocupes, es más, cuando mencionaste café, me dio un súbito deseo de tomar un poco ahora mismo —dijo Alizee culpándolo con la mirada.
—Perdóname, lo mencioné por inercia realmente —dijo Sam riéndose.
—Podemos hacer esto, una vez que lleguemos, me puedes acompañar a tomar uno, si te apetece —dijo Alizee.
—Siento que me estoy aprovechando vilmente de una dama tan bondadosa como tú —expresó Sam, y seguidamente añadió—: Pero cuando se trata de modales, los pierdo cuando alguien que acabo de conocer me invita un café porque soy adicto a el.
—Somos dos entonces, necesitamos ayuda o ir a alguna asociación de anónimos adictos al café —dijo Alizee y soltó una carcajada.

El sol todavía no se había ocultado, apenas eran las 5:00 pm, probablemente en veinte minutos llegarían a la capital. Sam consideró aceptar la invitación sin pestañear, sería su oportunidad de probar el café nuevamente después de varios días —no podía vivir sin el—.

Ambos se quedaron en silencio nuevamente, Sam no era muy bueno para entablar conversaciones a menos que tratara de filosofía, aunque él tampoco quería parecer un detective haciéndole miles de preguntas personales, pero ella no volvió a tocar otro tema porque sabía que estaban por llegar a la capital, y prefería seguirle haciendo preguntas o sacando a relucir cualquier tema una vez que bajaran, y posteriormente cuando estuvieran tomando el café. 

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Las crónicas del viajeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora