024 | El poder del arte

526 32 16
                                    

—No te sientas culpable, más bien siéntete afortunado de que todavía estés a tiempo de poder mirar con más claridad lo que ahora quieres. —dijo Marie con un tono de seguridad casi intimidante.

Él estando afligido reconsideró su estado de ánimo por lo que ella le había dicho, pensó que tenía razón, porque era verdad, todavía estaba a tiempo de hacer lo que en realidad añoraba, así que él vuelve su voz hacía ella:

—Estoy... —dijo Sam sin poder continuar porque al instante de hacerlo ella lo interrumpió.
—Antes que digas algo, solo quiero que sepas algo muy importante, y es que todos en algún momento pasamos por eso, creemos que estamos realizados cuando en realidad solo es una vida superficial la que hemos estado llevando, como una especie de carrera de ratas. —exclamó Marie y enseguida añadió—: Al igual que tú, en algún punto del tiempo también llegué a perderme.
—¿Cómo lograste encontrarte? —preguntó Sam.
—¿Acaso no lo ves? ¡Todo es gracias a este regalo! —dijo Marie con euforia.

Aunque ambos se habían detenido, se escuchaba de fondo una hermosa melodía, se trataba de un violinista callejero y justamente, Marie había empezado a percatarse de ello en medio de la conversación.

—Ahora todo empieza a tener sentido. —dijo Sam exaltado.
—Acompáñame. —dijo Marie mientras empezó a caminar hacia el otro extremo de la acera.

Él empezó a seguirla, pero él al instante dedujo que probablemente se dirigían allí a donde estaba aquel señor tocando su violín porque, aunque no sabía nada sobre violín, solo se necesitaba sentido común para darse cuenta de lo mágico que sonaba aquella melodía —cualquiera que con el oído pusiera atención solo le ganarían las ganas de ir a escuchar más de cerca— así que no se molestó en preguntar, sino que más bien aguardó silencio hasta llegar.

Una vez que llegaron ambos se quedaron parados contemplando el arte que producía aquel señor con sus manos acompañado de semejantes técnicas finas y delicadas. Marie estaba sin decir nada, y Sam inquieto por saber porque se habían detenido allí, sin embargo, no fue impedimento para que él también empezara a disfrutar de aquella melodía cuasi-celestial —hasta el oído más escéptico podía deleitarse—.

Ambos estaban a una distancia algo considerable, no tan cerca ni tan lejos.

—¿Qué vez en él? —preguntó Marie luego de haber señalado al violinista.
—Hmm, veo a un excelente violinista. —respondió Sam conforme lo que podía apreciar en ese momento.
—Eso es solo una apreciación externa, me refiero ¿A qué es lo que puedes mirar a través de él? —dijo Marie frunciendo el ceño.
—De ser así, creo apreciar en estos momentos a una persona que se gana la vida haciendo lo que más ama a tal punto que su semblante delata lo feliz que llega a ser tocando el violín —explicó Sam.
—¡Eureka! —exclamó Marie.
—Hmm, ¿Sigo sin comprender el porqué de las preguntas? —preguntó Sam, y enseguida añadió—: ¿Puedes ser tan amable y explicarme?
—Por supuesto, el punto aquí: es que muchas veces llegamos a confundir lo que quiere nuestro "yo" imaginario o superficial influenciado por lo que dicta la sociedad como bueno y agradable con lo que realmente añora nuestra alma. —explicó Marie con mucha seriedad.

Él no había dicho absolutamente nada, se había quedado mudo, procesando toda la información que había entrado, pero ella no paraba de hablar.

—Este tipo de personas, vienen con el don nato de alcanzar una plena armonía en medio de cualquier circunstancia. —dijo Marie mientras lo miraba fijamente a los ojos.

Empezaron a descender pequeñas lágrimas de sus ojos, puesto que aquel violinista callejero conectaba el alma con su arte que era tan fresco y sublime al mismo tiempo, que además iba acompañado de un sentimiento tan puro que llegó a evocar de esta manera sentimientos encontrados en Sam, fortaleciendo así el profundo deseo de volver a hacer las cosas bien de manera que pudiera sentirse otra vez humano para así darle el calor que merece realmente su familia en vez de atosigarlos con cosas intranscendentes.

—No tengo la remota idea de como te pagaré todo lo que has hecho por mí por el simple hecho de que siempre estaré en deuda contigo por haber puesto en mí el deseo de hacer lo que añoro, el deseo que una vez tuve pero que también llegué a perder por abandonar mi forma de apreciar el mundo. —dijo Sam quitando la humedad de su cara con un pequeño pañuelo que tenía.
—No me debes nada, solo ve y haz todo lo que tengas que hacer. —dijo Marie con una completa certeza.

Él no dijo nada, con ojos de agradecimiento la miró, y luego de un corto periodo de tiempo se retiró, en dirección a lo que sería el nuevo viaje que emprendería. Sin embargo, a los pocos metros de haberse distanciado de ella tuvo que devolverse...

Las crónicas del viajeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora