016 | Otra dimensión

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En el clímax de la angustia por tener atrás casi todo un ejército Nazis a punto de atraparlo, no le quedaba de otra que improvisar, tocó el espejo, y al darse cuenta de que su dedo índice había traspasado la dimensión que había estado mirando por un buen rato, vio que era su única oportunidad para escapar de aquella ola, el espejo no era lo suficiente grande como para pasar como si de una puerta se tratara, así que, sin pensarlo, da tres pasos hacia atrás para tomar impulso y lanzarse hacía el espejo lo más horizontal que podía para poder entrar completamente a la dimensión que tenía en frente. Él había saltado en dirección al espejo cuando seguidamente los militares Nazis estaban a punto de acercarse más, lo poco que ellos alcanzaron a mirar fueron los zapatos, y el portal contrayéndose inmediatamente una vez que él abandonó aquella línea temporal, ellos quedaron allí encerrados sin poder hacer nada, sin embargo, esto no los detenía en lo absoluto, son fuerzas antagónicas que han estado en el principio del tiempo, la materia, y el espacio, siempre han estado allí cazando desde tiempo memorables a estos viajeros, algunos han tenido éxitos, otros han muerto en el intento, unos han osado en utilizarlo bajo sus propios intereses.

Cuando Sam aterriza en el suelo, aunque no era mucho la altura, casi es atropellado por un auto, tuvo suerte de que el chofer pudiera darse cuenta antes que fuera tarde, él espantado se levanta, y le hizo señal de agradecimiento al chofer por el esfuerzo que hizo derrapando el carro con tal de no atropellarlo, se dirige hacia a la acera porque si permanecía más tiempo en aquella calle, quizás no corriera con más suerte, una vez que llega, interceptó a la primera persona que se le interpuso en el camino:

—Disculpa, en dónde estamos, y si no es mucha molestia, en qué fecha también —dijo Sam—. Es que iba a volando hacia mi país, y justamente el avión tuvo unas averías, y nos tuvimos que quedar hasta que nos pongan otro avión.
—Disculpa, ¿Pero de que me estás hablando? No comprendo —preguntó el desconocido bastante extrañado por todo lo que había oído.
—Lo que intento decir, es que la empresa de viajes por fallas técnicas tuvo que dejarnos a mí, y a otras doscientas personas más en el aeropuerto de este país mientras conseguían otro avión o arreglaban la falla —dijo Sam pacientemente.
—Señor, no sé de dónde usted ha salido, pero estamos en Francia en el año 1909 —dijo el desconocido—. Y el primer avión comercial todavía no ha sido inaugurado, y mucho menos cuenta con tal capacidad de embarcar a tantas personas como usted ha mencionado, así que no sé de qué aeropuerto exactamente me está hablando.

Sam, aunque no se encontraba en el lugar que exactamente quería, sabía que estaba en el país correcto, y en el momento oportuno para hacer su próxima visita a una mujer que ha admirado casi toda su vida.

—Mejor olvidemos todo lo que dije anteriormente, permítame hacerle la última pregunta —expresó Sam con expectativas de que cediera.
—A ver... Pero es la última, eh —dijo el desconocido sintiéndose un poco incómodo.
—¿Dónde puedo encontrar a Marie Curie? —preguntó Sam.
—Tampoco tengo idea de quien me estás hablando —acotó el desconocido—. ¿Estás seguro de que la puedes encontrar en Francia?
—Sí, estoy seguro, pero igual muchas gracias por su tiempo —respondió Sam.

El desconocido siguió su paso, Sam se detiene a pensar, sentándose por un momento en un banco público que estaba cerca, todo iba bien por los momentos, pero el pequeño detalle, es que el todavía no sabía cómo identificar a las fuerzas que le hacían seguimiento.... Tenía que encontrar la manera más rápido posible antes de que lo encontraran a él, de hecho, se sentía muy inseguro, porque podría estar siendo observado por ellos sin darse cuenta, mientras tanto para no llamar tanto la atención, se dirige a la tienda de ropa que estaba a dos cuadras para comprar algo, y vestir de acuerdo con la época. No era nada agradable para Sam, ser el centro de atención por cualquier lugar por donde pasara porque iba con el conjunto de ropa más extraña posible para ellos; la ropa que tenía era la misma que había quitado prestada cuando estuvo en Alemania resguardándose en aquel edificio, mientras que las personas en la fecha donde él se encontraba ahora, vestían por la calle de manera muy formal, con sus trajes burgueses, elegantes bastones, y sombreros de copa alta.

Llega a la tienda de ropa que había visto pero se da cuenta que no tenía casi personas adentro, así que se dirige a la que estaba al frente porque si contaba con más personas, él entra, y caminando por los pasillos de la tienda empieza a mirar disimuladamente la gran variedad de ropa que había, y entre eso empezó a robar lo que necesitaba, logró esconder un traje gris que estaba doblado en uno de los estantes, esa ventaja le permitió poder esconderlo sin problemas entre el pantalón y la camisa que llevaba puesto. Luego buscó la manera de salir del local, quería llevarse algo más, pero al parecer uno de los empleados se había dado cuenta, en efecto el aprovecha, y se pierde entre la multitud. Ya estando seguro, ahora lo que necesitaba era cambiarse, comienza a caminar un poco apresurado buscando algún lugar que pudiera servir como vestidor, miró que había un callejón por allí mismo entre tantas tiendas, se acercó, y notó que el callejón pertenecía a un restaurante, pero antes de cambiarse se ubicó en una esquina que estaba un poco más adentro del mismo callejón para cambiarse sin exponerse ante las personas que pasaran por la calle. Termina de cambiarse, sale del callejón, y ahora necesitaba encontrar a Marie Curie de alguna forma, aunque aparentemente todavía no era reconocida en su tiempo. 

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