018 | Un poco de suerte

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Se digna de ejecutar el plan b que tuvo en mente desde que se sentó, y se dirige a ella nuevamente:

—Olvídalo, fue algo que dije sin sentido, no lo pensé antes —dijo Sam fingiendo que no sabía nada.
—Me imaginé, a veces también me ocurre lo mismo —dijo Alizee con una sonrisa pintoresca.
—¿En serio? Estaba preocupado, pensé que era el único al que le pasaba —expresó Sam con semblante de asombro.
—¿No eres de aquí? ¿Cierto? —preguntó Alizee mientras arqueó su ceja izquierda.
—¿Cómo te diste cuenta? —replicó Sam.
—Tus facciones, tu forma de ser —dijo Alizee mientras movía sus manos—. De hecho, muy pocas veces te encuentras a un francés que sea tan atrevido como tú.
—Oh, justo ahora, me doy cuenta lo tonto que fue mi pregunta —dijo Sam acongojado—. Pero tienes razón, no soy de aquí, soy de España.
—Interesante, ¿Qué haces por aquí? —preguntó Alizee interesada en saber.

Sam quería seguir la conversación, porque estaba muy interesante, pero solo faltaban alrededor de ocho minutos para que pasara el tren que iba a la capital, se sentía muy incómodo al no saber cómo reaccionaría aquella dama que había sido tan educada con él desde el principio, al momento que fuera pedirle dinero para comprar un boleto, pero al instante tuvo una mejor idea, pensó que quizás haciéndole notar que tenía una necesidad, ella accediera sin él pedirle nada, teniendo en cuenta por un lado la presión de tener que conseguir el boleto en menos de ocho minutos.

—Es muy buena pregunta, de hecho, me senté aquí, pensando en cómo diablos podría montarme en el tren que está por llegar —dijo Sam tocándose la barba inquietamente.
—¿Qué te sucedió? —preguntó Alizee con curiosidad.
—Me dirigía hacia la estación, y al momento de ir a pagar, me percaté de que mi billetera no estaba justo donde acostumbro ponerlo en mi chaqueta —dijo Sam mientras señalaba el bolsillo de su chaqueta.
—¿Ahora qué piensas hacer? ¿Vas a la capital? —preguntó Alizee.
—La verdad no mucho, no se realmente que puedo hacer, solo llegando a la capital podría resolver —respondió Sam frunciendo el ceño.

Por un momento pensó que ella, no diría la palabra mágica, así que, si no lo hacía ella, él lo iba a hacer sin pestañear.

—Como has sido muy educado conmigo desde el principio, te puedo comprar el boleto, si gustas —dijo Alizee con una sonrisa en la cara.
—La verdad es que no puedo aceptarle el boleto —dijo Sam fingiendo estar apenado—. Además, porqué harías algo así por una persona que acabas de conocer.
—Solo tómalo, veo que tenemos en común el mismo tipo de lectura —dijo Alizee con sensatez—. Además, los dos saldríamos ganando.
—¿A qué te refieres con eso de salir ganando? —preguntó Sam curiosamente.
—De aquí hacia la capital son alrededor de dos horas, accedo comprarte el boleto a cambio de tú compañía, y así me puedas contar más de lo que has leído —dijo Alizee mirándolo fijamente.
—Que conste que solo porque me lo has puesto de esta manera, aceptaré —expresó Sam seguidamente de una leve sonrisa.
—Vale —dijo Alizee antes de levantarse e ir a comprar el boleto.

Sam estaba ahora un poco más sosegado porque había tenido suerte esta vez, pero sabía que no podía seguir visitando líneas temporales sin antes asegurarse que viajará al lugar correcto porque podría no tener suerte la próxima vez.

Ella terminó de comprar el pasaje, y venía de vuelta. Solo faltaban tres minutos para la llegada del tren. Ambos se quedan levantados esperando, y ella se dirige a él:

—¿Qué otro escritor de gusta? —preguntó Alizee.
—Me gusta mucho, Andy Warhol —respondió Sam, y añadió una cita de él—: No creo en la muerte porque uno no está presente para saber que, en efecto, ha ocurrido.
—No me parece familiar en lo absoluto pero tiene algo de verdad la frase, la muerte es algo que nunca entenderemos hasta que ella llegue a nosotros —acotó Alizee.
—Sí te soy sincero, actualmente estoy viajando el mundo, en buscas de respuestas, antes no me importaba aceptar que la vida fuera algo pasajero, y que la muerte era el veredicto final de la vida —dijo Sam—. Pero realmente no pude seguir engañándome, porque en lo más profundo de mí, amo la vida.

La conversación se vio interrumpida por la llegada del tren, ambos entregaron sus boletos al oficial, y empezaron a subir para posteriormente, ambos ponerse cómodos. Cómo había muchas personas que se dirigían a la capital, tuvieron que caminar casi al último vagón del tren. El tren se puso en marcha, ambos habían tomado asiento, ella retomó la conversación:

—Es un tema bastante delicado, y creo que por miles de años nos hemos cuestionado lo mismo —expresó Alizee.
—¿Pero ¿tú qué opinas al respecto? —preguntó Sam.
—Opino que es como jugar la ruleta rusa, la respuesta la sabremos una vez que jalemos el gatillo con fe —dijo Alizee moviendo sus manos.

Le había parecido muy interesante la analogía de Alizee, pero aún había muchas preguntas que escapaban de su compresión, y pensó que tal vez, este don no lo había recibido por casualidad. Aunque reconoció que estaba siendo muy productiva la conversación que había estado teniendo con ella porque de alguna u otra manera empezó a contemplar con más lucidez todo su entorno —alguna especie de serendipia— lo cual era justo lo que necesitaba para organizar mejor las ideas que siempre había tenido en frente.

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