020 | Algo no anda bien

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Ambos terminan de bajarse del tren, buscan la salida, ella lo guía a la cafetera que estaba a dos cuadras, mientras van en el camino, Sam no podía desviar la vista de tan hermosa ciudad, le parecía tan mágico caminar por esas calles, los autos parecían combinarse juntamente con las estructuras, todo parecía encajar perfectamente, había algo que le llamaba mucho la atención, y era lo ecológico que era la capital, no había alguna esquina o plaza que no estuviera rodeada de frondosos árboles —le daba mucha vida al lugar—, se podía además, apreciar un aire tan fresco, y un ambiente bastante acogedor.

Alizee había observado los aspavientos de Sam, lo suficiente para darse cuenta de que él había quedado embelesado por el entorno. Ella quería decirle sobre algo, pero realmente se cohibió de hacerlo, por lo entregado que estaba Sam contemplando, pensó que lo mejor era esperar hasta llegar a la cafetería.

Sam dentro de su mente, había considerado una sola cosa en vista de todo lo que había visto en la capital, y era porqué solo en París fue que se dio la oportunidad de contemplar los detalles de la ciudad.

«Creo que soy un estúpido, al no poder recordar casi nada de lo que había en la anterior ciudad donde he estado primero», pensó Sam.

Ambos terminan de llegar a la cafetería, toman asiento, y al momento se acerca un mesero, tomando la orden:

—¿Que les apetece? ¿Quieren el catálogo? —dijo el mesero.
—Dos cafés, por favor —dijo Alizee.
—Disculpa Alizee, pero me gustaría que el mío sea servido sin azúcar —dijo Sam sonriendo.
—No, no, discúlpame tú a mí, debí preguntarte primero —expresó Alizee apenada.

El mesero toma la orden y posteriormente se retira. Sam aprovecha para tomar la iniciativa de entablar una conversación.

—¿Por casualidad conoces a Marie Curie? —dijo Sam—. Me dijeron que podía encontrarla en la capital.
—Realmente no, no tengo idea —afirmó Alizee frunciendo el ceño.
—Vale, ¿Qué me puedes contar sobre de ti? —preguntó Sam mirándola.
—No mucho en realidad, no soy una persona interesante, o así creo que la gente me percibe —dijo Alizee haciendo énfasis.
—¿Pero ¿cómo va a ser? En aquel banco, solo me bastó con mirar que estabas leyendo, para darme cuenta lo muy interesante que me habías parecido —exclamó Sam, y luego añadió—: Es muy poco común, encontrar a una mujer que lea ese tipo de libros.

Ella se había sonrojado —su rostro la delataba— había pasado mucho tiempo sin ella ser cortejada de esa manera. Fue un momento incómodo para ambos, porque Sam se había percatado de lo reacción que ella había tenido, pero sabía, que lo mejor era de alguna forma cambiar el tema, para que ella no se ilusionara o algo parecido. Alizee no tardó mucho en decir algo:

—Muchas gracias, pero no es nada, solo es un pasatiempo más —dijo Alizee—. ¿Y tú qué me puedes contar de ti?

Él estaba a punto de responder, cuando llegó el mesero con los dos cafés. Ambos fueron cortés dándole las gracias al mesero, Alizee saco dinero de su cartera, pagó los dos cafés, aparte de la propina que le dio al muchacho. Sam agarra enseguida el café, y vuelve su voz a ella:

—Me gustaría poder contarte más sobre mi vida, pero ahora mismo estoy en una situación, que ni si quiera sé cómo explicar —dijo Sam con el café en la mano a punto de tomar.
—Ah, entiendo, pero puedes contarme algo si quieres, y probablemente te pueda ayudar —dijo Alizee sin haber tocado todavía el café.

No quería quedarse más tiempo de lo que había pautado, porque empezaba a oscurecer, y esto solo complicarías las cosas. Además, había empezado a notar una extraña movilización afuera de la cafetería por partes de cuerpos policiales —esto lo puso un poco nervioso—. Quería seguir la conversación, pero no podía quitar la mirada a los policías locales.

Las expresiones de Sam se habían hecho muy evidentes, haciendo que ella se extrañara y procediera a intentar entender la situación:

—¿Te hice una pregunta? ¿Qué sucede? —dijo Alizee frunciendo el ceño.
—No, no pasa nada, solo que creo que tengo que irme —dijo Sam— muy apenado por el desplante.
—¿Qué? —dijo Alizee anonada.
—Me gustaría poder explicarte ahora, pero no tengo tiempo, mejor dame una dirección, donde te pueda encontrar luego —dijo Sam sin quitar disimuladamente la mirada de allá afuera.

Ella confundida, solo procedió a sacar una pluma, y una hoja para anotar la dirección. Luego de haberlo hecho, solo se lo entregó.

—Solo una cosa más, sé que me acabas de conocer y no tiene precedente el favor que te voy a pedir —dijo Sam con un semblante que caía de vergüenza. 

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Las crónicas del viajeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora