¡Al fin lo he dicho!

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Me quedo mirándolo, pensando en su talento para ser torpe y adorable a la vez. En ese momento se da la vuelta y me mira.

—¿Tengo algo en la cara o qué pasa? —suelta Dylan en tono de broma mientras que sonríe de oreja a oreja .

Opto por no decir nada y me siento en la mesa esperando que él traiga sus tortitas quemadas.

En ese momento, salta el aceite de la sartén. Como plan B ha hecho unas tostadas. Dylan, del susto, no sé como pero le da tiempo para quitarse la camiseta y cubrirse la cara del aceite que empieza a saltar cada vez más fuerte.

Cinco segundos después, el castaño apaga el fuego y el aceite deja de saltar.

Presto atención a la cara de susto que tiene. Es  la misma cara de un niño asustado de cuatro años en Halloween.

No puedo evitar soltar una carcajada. Él me fulmina con la mirada. Aunque después, él también comienza a reírse.

Después del espectáculo, hemos desayunado las tostadas, porque las tortitas eran imposible de comerlas.

Al acabar de desayunar, vamos los dos al salón y nos sentamos en el sofá. Ninguno de los dos hace nada. 

Dylan cada vez se acerca más hacia donde estoy sentada y mira que el sofá es grande. Cuando llega a estar a mi lado, Alice saca una pantalla de la pared y nos pone una película llamada Annabelle.

Dylan está muy cerca de mí, ya no le basta con sentarse a mi lado, se me tiene que poner casi encima mío. Eso sí, no me he apartado porque no me molesta mucho. Intuyo que le da miedo la  película.

—Si te da miedo la película, podemos cambiarla—propongo al ver las caras de terror que pone.

—¿Piensas que me da miedo una muñeca poseída que aparece de la nada?—pregunta haciéndose el ofendido.

—Solo hay que ver como te has acercado a mí cada vez que aparece Annabelle en la pantalla.

—Es una coincidencia—dice a la defensiva—¿Acaso no puedo acercarme donde mi amiga?—dice mientras alza las cejas.

—Oh, vamos. Excusas. Además, es lo que soy para ti, ¿una amiga?

No me lo puedo creer, lo he dicho en voz alta. Que vergüenza.

—Me refiero a que—intento explicarme viendo que él también se ha quedado callado—, bueno, soy la única persona que tienes a tu lado en este momento y la única que está igual de asustada y confusa que tú. Así que, solo soy eso ¿no? Una amiga que está viviendo todo este infierno contigo.

—Eso es mentira—dice después de una pausa—. También tengo a Alice.

Este niño es tonto o persigue coches aparcados.

—¡¡¡¡POR EL AMOR DE DIOS, DYLAN!!!!—reviento de rabia—. Alice es una maquina, sin ofender, claro. Estoy segura de que esta es la primera vez que paso tanto tiempo con un chico. Un chico idiota, arrogante y rompe momentos. Pero si no fuera por ese chico idiota, seguramente no estaría aquí. Él fue quien me dio la esperanza de seguir adelante. Si no fuera por él, habría muerto al segundo día de soledad y agotamiento. Con que perdona que te diga pero de amiga nada. Dudo que después de lo que estamos pasando puedas llamarme "amiga". Porque aunque al principio me parecías un idiota integral,—hago una breve pausa—eres lo mejor que me ha pasado y no lo digo porque estemos perdidos en mitad de un bosque desconocido y porque no haya ninguna otra persona, sino porque te he conocido cómo en realidad eres y estoy segura que tú también a mí. No eres el típico chico popular jugador de fútbol americano que se liga a todas y que su vida es básicamente ir de fiesta en fiesta. Haces eso porque en el fondo, es una forma de olvidar que tu padre te abandonó. Os abandonó—me corrijo— y una forma de olvidar todo y de sentirte aceptado—cojo aire—. Pero, Dylan Jones, estoy locamente enamorada de ti desde el momento en que te ví—me pongo en frente suyo, para estar cara a cara—. Te quiero.

Dicho esto, me pongo roja como un tomate. No me lo puedo creer todo lo que le he dicho. Vale, en el fondo lo pensaba pero nunca se me había pasado por la cabeza decírselo. Ni loca, vamos. Pues parece que he dejado de lado mi cordura. 

Nos quedamos en silencio. Uno de esos silencios muy pero que muy incómodos.

—Vaya, no te has dejado nada—dice seriamente, por una vez en su vida.

Antes de que pueda responder, comienza a hablar él:

—Siento haberte llamado "amiga". Sé que es una etiqueta que se queda muy corta con lo que hemos pasado juntos. Pero bueno que tampoco es para ponerse así. Quiero decir, los dos estamos en la misma situación—hace una pausa—. Cuando te conocí, pensaba que serias como las demás de las que se enamoran de mí solo por mi cuerpo y dirías que sí a todo lo que dijerá. A ver, estoy bueno, muy bueno—presume sonriendo y sacando músculo, tiene razón está bueno—pero también tengo corazón—se queda en silencio unos segundos—. Respecto a lo de mi vida. Es cierto. Voy de fiesta en fiesta seguramente para olvidar. Olvidar a mi padre. Porque lo odio. Lo odio. Aunque le quiero al mismo tiempo—alzo las cejas sorprendida—. Lo sé, es raro. Nunca le perdonaré que nos abandonará. Aunque estoy seguro que lo hizo por algo. O eso es que quiero pensar.

El silencio incómodo vuelve a inundar la sala.

—Nunca me había abierto a nadie, Lena. Siempre me lo guardo todo. Eres la primera persona con la que hablo de verdad. Del corazón—suspira—. Mi vida nunca a sido fácil. Pero encontrarte, aunque sea en estas circunstancias, es lo mejor que me ha pasado. Gracias a ti hemos seguido adelante. Sé que soy un arruina momentos—ríe. Por lo menos lo ha admitido —, es que no puedo evitarlo. Siempre pienso que algo malo va a pasar cuando las cosas van tan bien. Es decir que en cualquier momento me vas a abandonar. Por eso, no quiero encapricharme con personas. Pero contigo no he podido evitarlo.

—Eres la única persona de aquí y no te he dejado tirado por allí—digo yo—. Con lo cual estate seguro de que no te dejare nunca. Nunca te abandonaré—él me dedica una mirada de agradecimiento—. Además, te puedes convertir en zorro. Eso siempre viene bien.

Ambos nos reímos.

—Lo que quiero decir Lena—prosigue—, es que te quiero como nunca antes he querido a una persona. Se que soy un tío difícil. Pero has logrado soportarme. Es como si llevara contigo toda la vida—me coge de la mano—. Te quiero, Lena Winchester.

La verdad es que esta muy bien el chaval y no lo niego pero además tiene buen corazón. No es el típico chico popular jugador de fútbol americano que solo se va de fiesta. O por lo menos esa es su fachada. En el fondo es buena gente. No es como yo pensaba. Le importa mucho la seguridad de los que le rodean y hay que reconocer que es un buen cocinero. En cualquier momento te puede hacer reír y me lo paso bomba con sus sustos y sus paranoias.

Después de ésto, nos quedamos callados un minuto más o menos mirándonos el uno al otro. Él sigue sujetando mi mano al igual que yo. La película sigue pero no le hacemos ni caso estábamos demasiado ocupados escaneando el rostro del otro.

En ese momento Dylan cierra los ojos y su cara se acerca cada vez más a la mía. Cuando le quedan cinco centímetros para llegar a tocar mi cara me aparto. Estoy segura que me va a dar un beso pero entro en pánico. ¿Y si las cosas cambian para peor? ¿Y si después de esto no nos hablamos?

—Lo siento—digo sin poder mirarle a los ojos—. No quiero que las cosas se pongan raras entre nosotros.  

Se queda callado y no responde.

—Eso nunca va a pasar—dice suavemente—. Siempre serás alguien especial para mí.

Me quedo mirándolo. No me puedo creer lo que me ha dicho. 

—Que bonito lo que has dicho—le digo tímidamente.

Y entonces pienso: ¡qué narices!

Me quedo mirándolo y apunto con mis labios a su boca. Dylan hace lo mismo.

Y entonces...

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