Una experiencia sobrenatural (resubido)

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Canadá es ahora nuestro destino y es a dónde nos dirigimos.

Parece que Dylan ahora está más tranquilo. Le afectó mucho volver a ver a su tío y quedó afectado de algo que le dijo. Decía que no le pasaba nada y al segundo empezaba a llorar. No quería presionarlo y me limitaba a consolarlo sin preguntarle nada. Ahora parece más relajado.

En un momento puntual del camino, un dolor de tripa inmenso me atormenta.

No deja de molestarme. Intento cambiar de postura pero no funciona, sigue doliendome.

Dylan no ha parado de mirarme de reojo. Hasta que al final pregunta:

—¿Te encuentras bien?—pregunta con un hilo de preocupación.

Suspiro.

—La verdad, no. Podríamos parar en una gasolinera, por favor. Creo que ya se lo que me pasa—comento lo último para mí.

Dylan asiente y buscamos una gasolinera en la que parar.

Intento distraerme mirando por la ventana y veo algo inusual, una casa sacada de una película de miedo.

—Mira—señalo la casa de aspecto tétrico.

Gira la cabeza y se queda mirándola solo unos segundos, ya que está conduciendo.

—¡Wow!—exclama y la verdad estoy con él.

Está situada en una especie de colina desierta. Hay más casa alrededor. Se puede ver perfectamente por la carretera por lo grande que es. Eso sí, la madera, el material con la que está hecha, parece muy sucia y todas las ventanas y la puerta principal se encuentran chapadas. Tampoco ayuda el hecho de que todos las plantas y árboles de alrededor estén marchitas.

No es una casa en la cual me gustaría vivir, si te soy sincera

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No es una casa en la cual me gustaría vivir, si te soy sincera.

Al final encontramos la gasolinera muy cerca de la casa.

Entro a todo correr al baño mientras que Dylan espera fuera.

Efectivamente tenía razón, me ha bajado la regla.

Ya casi se me había olvidado que la tenía, hace tanto que no me bajaba, cosa normal debido a que tengo el periodo irregular.

—¡Dylan!—lo llamo esperando que este al otro lado de la puerta.

—¿Sí? ¿Va todo bien?—pregunta algo preocupado.

—Sí, es solo que—hago una pausa y bajó el tono—me ha bajado la regla. ¿Podrías comprarme compresas, con alas a poder ser, por favor?-digo esperando su respuesta.

—Claro, no hay problema—dicen sin vacilar.

Me alegra su reacción despreocupada y el hecho de que no le de vergüenza comprar compresas o que no se avergüence del tema.

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