Desacuerdos

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Ahí está delante nuestros la luz naranja.

No es una luz como pensábamos. Es un desierto. Es como el lugar donde el desierto y el bosque se juntan.

O sea, hay árboles y arena. Solo los separa una especie de linea. Con la diferencia que en la zona del bosque hay menos árboles y la hierba es más seca.

—Todo este tiempo la luz naranja era un maldito desierto ¡¿en serio?!—dice Dylan que está tan sorprendido como yo.

—Eso parece—respondo sin dejar de mirarlo.

Nos acercamos para verlo mejor. Cojo un poco de arena en la mano y cae al suelo. Es real. No estoy soñando.

—¿Y ahora qué?—digo medio cabreada—. Pensábamos que era una luz, joder, nuestra salvación. Nuestra salida. Pero es todo lo contrario. Es un suicidio ir allí. Por lo menos en el bosque no nos morimos de sed o de calor.

Dylan fija su mirada en el desierto.  

—Yo creo que no—dice saliendo de su trance.

—¿Qué?

—Digo que ya que hemos llegado hasta aquí, que menos que seguir. Tal vez la salida esté al final.

No puedo creer lo que oigo.

—¡Dylan es un maldito desierto! Si no te mueres de hambre te morirás de sed o de calor. Además, los desiertos son gigantes y puede que no haya cabañas como en la que estamos. ¡Es un suicidio, no lo entiendes!

—Es nuestra única esperanza Lena. ¿Es qué no lo entiendes? ¿Acaso prefieres seguir en esta especie de cabaña para el resto de tu vida? ¿Es esa la vida que quieres? Esto no es vida, Len—dice intentando que yo entre en razón.

Cierro el puño.

—¡Claro qué no quiero tener esta vida! Pero es lo único que tenemos de momento y por lo menos estamos a salvo.

—No, Lena. No es lo único que tenemos—dice señalándolo.

—Eso no es algo Dylan—no doy crédito a lo que oigo. Se le está yendo la cabeza— ¿Acaso quieres cavar tu propia tumba?

—Es la única manera de salir. Lo presiento—dice en tono soñador.

Aprieto los puños con rabia.

—¿Lo presientes?—casi me entra la risa— Oh, vamos Dylan. ¿Crees qué puedes sobrevivir allí solo porque "presientes" que es la salida?

—Puedo cazar algo. Me convertiré en zorro y me las apañare—dice como si eso lo arreglara todo.

—¡¡¡Y QUÉ PASA CONMIGO!!!—explotó muy cabreada—¡¡¡YO NO SOY UN ZORRO!!!

Se queda callado.

—Además—digo en un tono más suave—, no eres un fenec, un zorro del desierto, y eso de cazar suponiendo que haya algún animal. Aunque, nos llevemos toda la comida que puede a ver en la cabaña, no sabemos hasta cuándo estaríamos metidos en ese infierno—cojo aire—. Dylan, tu problema es que piensas con el corazón y no con tu cabeza, que es la que sabe y a la quien tendrías que hacer caso.

—No siempre, Lena—dice suavemente—. Le hice caso al confiar en ti y es algo de lo que nunca me arrepentiré.

Oh dios mío. Por favor, que no empiece a ponerse sensible. No en un momento como este. No me puedo creer que allá dicho eso en plena discusión.

—Mira, estoy harto de despertarme en esta especie de cárcel. Todos los días me parecen iguales. Estoy harto—dice en una mezcla de cansancio y enfado—. Solo quiero volver a casa.

MetahumanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora