¡Libertad al fin!

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—¡SOMOS LIBRES!—gritamos como locos.

Nos damos un breve beso porque si llega a ser uno largo, Dylan pierde la vista de la carretera y no queremos un accidente, ya lo que nos faltaba.

Pero mi sonrisa desaparece. No puedo evitar pensar en mi padre. ¿Qué será de él?

Parece que mi acompañante se da cuenta de mi malestar.

—No te preocupes, nadie nos parara. Y si lo hacen... bueno tenemos nuestros truquillos—dice haciendo referencia a nuestros poderes—. Respecto a tu padre,—hace una pausa—estará bien. Sabe lo que hace y ha sobrevivido todos estos años en ese infierno con que podrá con ello.

—Sí,—suspiro—supongo que tienes razón.

—¡Claro que tengo razón!—dice, y no se si lo hace con la intención de hacerme reír o para cabrearme—Venga, sonríe un poco. Al fin hemos escapado de los secuestradores maníacos.

—Lo primero es lo primero, ¿dónde narices estamos?

Nos fijamos en todas las señales que pasan y en una de ellas pone: Nueva York.

No hemos salido del estado.

De repente, me acuerdo del papel que me ha dado mi padre.

—¿A dónde tenemos que ir?—pregunta el castaño.

No puedo evitar bromear.

—¡A la gran montaña!—estallo en carcajadas seguidos de los de Dylan.

—Imitando a Dora la exploradora—suelta una carcajada—. Bueno, has recuperado tu humor eso es buena señal. Pero en serio, bromas aparte, ¿a dónde vamos?

—¿Pensabas qué eres el único que puede hacer bromas?—y ahora sí, me pongo seria—Debemos ir a la capital de Nebraska, Lincoln. Una vez allí, tenemos que seguir la dirección que pone aquí—señalo el papel—y encontraremos lo que sea que tengamos que encontrar.

—Bien, ya tenemos rumbo.

Bostezo seguido y le contagio a Dylan.

—Será mejor que aparques y descansemos. No vaya ser que tengamos una accidente porque el conductor no este descansado.

—Será lo mejor—responde él.

Conducimos por una carretera secundaria y aparcamos entre unos árboles, para que no se nos vea.

Echamos los asientos hacia atrás.

—Podían poner una manta al menos ¿no te parece?

—Claro Dylan. La siguiente vez que veamos a los malos, porque esta claro que los volveremos a ver tarde o temprano, podrás quejarte en plan de: disculpen pero la siguiente vez, poner una manta en el coche que robemos, gracias.

—Estás muy guapa cuando hablas con ironía—dice el muy imbécil.

Lo fulmino con la mirada.

—A dormir, que ya estas empezando a delirar. Buenas noches.

Sonríe.

—Buenas noches.

Pero la cosa no acaba allí. Al parecer mi subconsciente no quiere que descanse.

Me encuentro en una especie de parque en el que no hay nadie. Miro hacia delante y me encuentro con un castillo. Con sus torres azules y lo demás todo de un todo rosa pastel.

DisneyLand, por suerte un sitio en el que quiero estar. Supongo que ya le he pillado el truco a eso de aparecer en el sitio que quiera cuando tengo que hablar conmigo misma.

MetahumanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora