El amor siempre triunfa

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—¿Qué estará haciendo?—me pregunto en voz alta.

Termino de ver la película pero no puedo dejar de pensar en lo que estará haciendo Dylan ahí arriba. Se escuchan ruidos de vez en cuando. 

Al acabarse la película, se me ocurre ir a dar una vuelta por los alrededores.

—Alice—la llamó—. Voy a dar una vuelta.

—Vale, ten cuidado—me dice Alice.

—Sí, mamá—respondo entre carcajadas.

Creo que Alice no lo ha pillado.

Acabo de salir y al notar que hace más calor se me ocurre subirme a un árbol para ver el perímetro.

Subo con calma para no caerme, como la última vez a causa de los pájaros.

Al llegar a la cima, me doy cuenta de que cada vez hay menos árboles y el terreno es más seco. Eso sí que es raro. 

Al mirar a la luz naranja, veo que está más cerca del lo que me dijo Dylan. Además, es muy raro ya que se supone que es la una de la madrugada y hay luz. Y lo sé porque, antes de salir he visto la hora.

Vuelvo a la cabaña, mientras que no paro de pensar en lo que he visto.

Al llegar, le preguntó a Alice si sabe algo:

—Alice, ¿sabes por qué cada vez hace más calor y el bosque se seca?

—Lo siento, pero no estoy autorizada a responder eso.

Frunzo el ceño.

—¿Quiénes no te autorizan?—pregunto intrigada.

Ellos.

Antes de que me de que tiempo a reaccionar, entra Dylan al salón y lleva una cinta roja en la mano.

Sin decir nada, me dejo llevar ya que la respuesta de Alice me dejado algo confusa.

Él me tapa los ojos con la cinta.

—¿Estás lista?—pregunta el castaño, mientras me coge en brazos para subir las escaleras.

Cuando estamos arriba, me quita la cinta de los ojos y veo que a decorado la habitación con un aire muy romántico.

En las mesilla hay un montón de velas y pétalos de rosas formando un corazón encima de nuestra cama.

—Dylan es precioso—hago una pausa—¿De dónde has sacado todo esto?—le pregunto mientras alucino con lo bonito que está todo.

—Alice, me ha ayudado—dice.

Los dos empezamos a reírnos. Es una de esas risas nerviosas.

En una de estas Dylan me besa y yo me agarro a su cuello. Nos besamos como si nos fuera la vida en ello.

—¿Estás segura de qué quieres hacer esto?—me pregunta.

—Por supuesto—respondo con una gran sonrisa—. ¿Y tú?

—Claro que quiero.

Entonces él se empieza a quitar la ropa y yo le ayudo. Hasta que se queda en ropa interior.

—Ahora es tu turno—dice el castaño una sonrisa picante.

Asiento. No puedo evitar estar nerviosa. Una vez más, me dejo llevar. 

Me empiezo a quitar la camiseta y Dylan me ayuda con los pantalones. Luego hacemos lo mismo con él. Ahora los dos estamos en ropa interior.

—Chicos, Usar precauciones—nos recuerda Alice.

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