Casi me muero dos veces

258 16 4
                                    

Sorprendentemente no he soñado con nada. Tal vez porque estaba cansada. Eso sí, he dormido como nunca antes. Al vivir tantas emociones, tu mente acaba cansada. 

Tan solo me tapa una manta y aún así, no he pasado frío. Te lo digo yo, que sólo llevo un buzo como única prenda y no he pasado frío en ningún momento. Ahora que lo pienso, al principio sí que tenía algo de frío. Pero ya no. Que raro si se supone que cuando más al norte vas, más frío hace. 

Abro los ojos y parece verano por la cantidad de luz que hay. 

Me levanto y miró a Dylan. Allí estaba él, con la boca abierta y roncando. Menos mal que estaba cansada y he podido dormirme rápido porque si no me quedaría toda la noche en vela, debido a sus ronquidos. Yo soy ese tipo de persona que cuando se queda dormido no lo despierta nadie. 

Madre mía. Es insoportable despierto y hasta dormido. Que maneras de roncar. No me extrañaría que algún animal nos encuentre.

Abro la caja negra para coger el kit de primero auxilios y me hecho la pomada en el moratón. La herida ha pasado de un color morado oscuro a uno color más claro como lila. Buena señal supongo.

Tenemos un buen puñado de sándwiches, y cojo uno para desayunar.

Miro alrededor y me doy cuenta de que hay un pequeño estanque. Agarró el palo, para poder andar cómodamente y me acerco a ella.

Lo primero que hago es limpiarme la cara, seguido de las manos.

Me vuelo los sobacos. Para haber estado unos cuantos días sin ducharme no huelo tan mal, supongo. Nadie se ha quejado. Claro que ese nadie, o sea Dylan, huele igual que yo. 

Pero bueno. Así es la supervivencia. Hay cosas más importantes que la higiene personal.

Personalmente, no me importaría darme un baño. Aunque no en este estanque. A saber lo que hay allí. 

Después de limpiarme las manos, observo el agua. Es tan relajante. Hay una sombra que no para de moverse, ¿un pez tal vez?

Tal vez podíamos comer algo de pescado para variar.  Y eso que ni me gusta mucho el pescado pero antes de estar todos los días comiendo sándwich.

Poco a poco, meto la mano en el agua. He visto muchos programas de supervivencia con las que he aprendido que para pescar hay que ir acercándoselo al pez poco a poco. Y más pescando con la mano.

Justo cuándo estoy a unos escasos centímetros  del pez, alguien me coge del brazo y me detiene. Miro hacia ese alguien y no podía ser otra persona que el pesado de Dylan.

—¡¿Y ahora qué te pasa?!—exclamo enfadada—¿Crees qué es otra bomba que nada ?

Como respuesta, coge el palo que utilizó para apoyarme y toca al pez con ella. Acto seguido, el pez da un saltó y sale del agua.

—¡¿¡¿Pero qué...?!?!—grito sorprendida—¡¡¡UNA PIRAÑA!!!

Dicho lo cual  saltó para atrás.

—¿Cómo narices lo has sabido?—pregunto boquiabierta.

—Intuición, supongo—responde él subiendo los hombros.

—Oh, vamos Dylan—replico—¿Acaso lo has olido?

—No se como explicarlo—dice—. Era como que suponía que algo raro había allí.

Ruedo los ojos.

—Será astucia. Porque otra cosa no sé—garantizo—. Creo que no voy a comer pescado en una temporada.

—Como si fuéramos a encontrar peces en medio de este bosque—añade el castaño.

—Sí, porque es muy normal encontrarte con una piraña en un estanque en mitad de un bosque de pinos—le recuerdo.

MetahumanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora