¿En serio tenemos que dormir ahí ?

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—Dylan, la cama es de matrimonio—digo.

—¡Qué!—responde él sorprendido.

A los dos nos da corte dormir en la misma cama pero, en ese momento, la traductora de google cierra la puerta de la habitación y dice lo siguiente:

—Es la hora de dormir, que descanséis. Me llamo Alice y soy vuestra computadora personal pero estoy programada para seguir unos horarios así que estaros atentos al reloj, tortolitos.

¡Qué! De donde ha sacado lo de tortolitos. Ni que fuéramos pareja.

—Bueno, ya hemos dormido juntos una vez—admite el castaño.

—Sí, en el suelo, con una manta—digo—. No es lo mismo.

Pero nos queda otra. Yo me pongo en el lado de la izquierda y él en la derecha, al lado de la puerta.

—Es raro ¿no te parece?—digo pasados unos minutos en silencio—. Encontrar una cabaña con todos éstos lujos, la verdad es extraño.

Viendo que no obtengo respuesta, centro mi vista en Dylan. Está llorando.

—Oye—me acerco a él—¿Qué te pasa?

—Yo....Lo siento—dice entre sollozos—es solo que....

—Tranquilo—le digo cuando me pongo a su lado—respira.

Pasados unos segundos y responde:

—Hecho de menos mi vida de antes—dice entre lágrimas—. No puedo dejar de pensar en mi familia. Creerán que estoy muerto. Nadie podrá ayudar a mi hermano o a mi madre.

La habitación está en silencio mientras que yo también empiezo a pensar en mi familia.

No puedo contener más las lágrimas y empiezo a llorar.

—Sé que parece un momento muy delicado y que nunca saldremos de esta—digo entre lágrimas—. Te diré una cosa. Cuando mi padre murió, pensé que nunca lo superaría. Pero con el tiempo lo hice, al igual que mi familia. Así que, si logré superar eso, podremos superar esto. Juntos.

Le pongo una mano en el hombro y el asiente, lentamente.

Nos quedamos unos minutos en silencio.

—Sabes—dice rompiendo el silencio—, mi padre nos abandonó.

Le miró sorprendida.

—Tú por lo menos sabes que tu padre, hasta el momento de su muerte, os quería—dice—. Yo no. 

—Un día me desperté—comienza a contar— y no encontraba a mi padre por ningún lado. Le pregunté a mi madre donde estaba. Ella me dijo que se había ido, sin nosotros. Al igual que mi padre, su hermano también desapareció.  Nunca supe de ellos.

—Creo que ambos necesitamos un abrazo—digo mientras hago el intentó de abrazarle.

Él sonríe y me rodea con sus brazos.

No quiero que me mire a la cara en éste momento, se daría cuenta de que parezco un tomate. Además, me aprieta tan fuerte hacia él, que parece que me va a reventar.

—Saldremos de esta, lo prometo—murmuro cerca de su oído.

Él siente.

Intuyo que le ha venido bien el abrazo. La verdad que a mí también.

Nos soltamos y nos quedamos a unos centímetros.

—Si tengo que quedarme atrapado otra vez en un bosque desconocido—dice—, esperó que sea contigo.

MetahumanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora