Capítulo 1: El fin

9.4K 466 32
                                    

El calor estaba haciendo acto de presencia en todo el lugar, lo bueno, es que cuenta con un aire acondicionado para hacer que los clientes entren. Aunque también nos beneficia a los empleados.

He estado trabajando por más de tres horas seguidas y aún no me siento ni un poquito cansada. Lo bueno de ser joven, dicen.

- Hey, camarera! - Me llaman desde unas cuantas mesas más al fondo de donde estoy.

- Enseguida le atiendo. - le contesto sin subir tanto mi tono de voz. Odio no poder gritar a mis anchas, pero debo mantener el perfil tímido.

Saco la pluma y el bloc de notas del bolsillo de mi falda y me dirijo hacia el hombre que me había llamado. Recibo muchos halagos, chiflidos, y otras cosas sucias que siempre surgen, antes de poder llegar a la mesa.

- ¿Qué va a pedir? - No levanto la cabeza, que es otra cosa que odio, pero escucho como carraspea para que lo haga.

- Prefiero que quien me atienda me mire. - Su voz es una combinación de dureza y amabilidad, casi neutro. Casi.

- Lo lamento mucho. - Levanto la cabeza topandome con un hombre de cabello negro y ojos oscuros.

Parece querer ver atravez de mi, más específico, de mis ojos. Su cara es igual que su voz, pero algo en sus ojos me dice que puede ser muy engañoso.

- Así está mejor. - Me dedica una leve sonrisa que parece sincera.

Se acomoda con la carta en frente de él para poder guiarse en su pedido. Tarda unos segundos hasta que se dedica a hablar.

- Me gustaría solo una Margarita con mucho hielo, por favor.

Anoto lo que me dijo en la libreta para pasarla a la barra y preparen la bebida.

- Claro, en un momento se lo entrego.

Me doy la vuelta para entregar la nota e ir a otra mesa, donde me están llamando, pero su mano vuela a mi muñeca y me lo impide.

Mi primer impulso es golpearlo y safarme de su agarre, pero tengo que reprimirlo si quiero seguir con mi vida, no la arruinaré solo por un loco abusivo.

- Tomalo tú, - dice mientras me entrega unos billetes. - lo necesitarás más que yo.

Luego se aleja y sale del lugar, dejándome confundida. No me importa si es de alguien más, dinero es dinero, y si alguien te lo da; ¿Porqué despreciarlo? Lo meto sin siquiera mirar en el bolsillo donde antes estaban la libreta y la pluma.

Nunca antes me había pasado algo así, debo admitir que es extremadamente sospechoso, pero debo tomar ventaja, no es algo que pase a diario.

Continuo con mi trabajo sin descansar ni un segundo, mientras más rápido atienda las mesas, más rápido paso a otra, y mientras más rápido pase de una mesa a otra, atiendo más mesas.

Mas mesas = más propinas.

Más propinas = más dinero.

Es mi cadena favorita, una te lleva a la otra. Sí, puedo terminar muerta al final de la jornada pero vale la pena.

Me desvisto en el baño de mujeres para cambiarme de ropa y poder salir para ir a casa.

Cuando termino tomo mi mochila, en donde llevo mi ropa, una libreta, una pluma, algo de dinero y muy al fondo, un cuchillo. Nunca sé cuando alguien va a intentar dañarme. Ah, también mi reproductor de música junto con mis audífonos.

Tomo la pequeña daga de mi mochila y la escondo en la pretina de mi pantalón, nunca se sabe cuando van a intentar algo contra ti en las calles.

Camino despacio disfrutando de la frescura de la noche. Tarareando una canción que me encanta: River.

Las calles están casi desiertas, a excepción de alguno que otro chico, en este vecindario no hay chicas, sólo yo; por eso debo tener algunas precauciones, como la que se esconde en mi pantalón.

Un chico se me acerca exageradamente, me preparo para sacar el cuchillo pero el parece pensarlo mejor y se para abruptamente, al mismo tiempo que mi mano del mango.

Parece ido por unos segundos luego sacude la cabeza y se va con mirada confundida. Este día ha estado raro, pero no tan raro cono otros. No me preocupo.

Digo caminando hasta mi pequeña casa y antes de meter la llave en la cerradura noto que ya está abierta.

Saco con agilidad la daga, teniendo cuidado de no lastimarme por la rapidez del movimiento, lo cual parece en vano, ya que comienzo a sentir un pequeño ardor en mi cadera.

Entro sin hacer el mayor ruido posible, mis ojos, acostumbrados, se adaptan en seguida a la oscuridad. No oigo nada que me pueda indicar que haya alguien ahí pero aun así, no bajo el cuchillo.

Cuando ya estoy satisfecha de no haber absolutamente nadie me permito relajarme pero no tarda mucho cuando siento unas manos presionar mi cabeza y mi boca.

Reacciono en una milésima de segundo para clavar la daga en donde debe estar el corazón de mi atacante, en otras palabras: tiro a matar.

Este me suelta pero vuelve a arremeter contra mi, esta vez me golpea la cabeza contra la pared, me deja inconsciente. Maldición, creo que algo puede cambiar en este día.

Sick BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora