Capítulo 6: El peor castigo de la historia

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Se que esto no es normal y que probablemente, justo ahora, este llevando acabo un plan para asesinarme. Lo se, soy muy paranoica, pero no se me puede culpar por ello.

Intento dar un paso adelanre para entrar completamente a su campamento, pero noto una presión en mis muñecas que me hacen bajar la vista: tengo mis manos atadas con un tipo de cuerda.

Gruño por lo bajo. Sabía que no me la iba a dejar ser tan fácil, me ofendería si no lo hiciera.

Ante mi reacción el chico solo suelta una sonrisa y una risita traviesa.

— Dime ¿Enserio creíste que dejaría que entráras a mi campamento solo asi? — Y ahí estaba el chico mordaz.

— No. — Le respondo con una sonrisa, igualando la suya. — No serías tú si lo hicieras de esa forma.

Su sonrisa se ensancha y sé que he alimentado su ego. Tengo que bajarlo.

— Pero no te preocupes, yo no necesito que me dejes entrar sin más para destruir esto. — Mis palabras cumplen su cometido — Oh, no. Y tampoco puedes detenerme con esta clase de atadura de principiante. ¿Que acaso nunca habías secuestrado a alguien antes?

— No te hagas tan importante, no eres la unica que ha tenido el placer de ser atado por alguien como yo...

No me quedo de manos quietas: busco la manera de deshacerme de la atadura.

— ¿Como tú? ¿Qué clase de persona sería? ¿Un payaso? 

Levanto una ceja a modo burlón, lo que parece irritarle más.
¡Maldición! Esto no sale y solo se enrosca más.
— Sería una de las personas más inteligentes y hermosas de todos los tiempos. — Levántate la cabeza con arrogancia.

— ¿Te dices a tí mismo hermoso? Estás peor de lo que creí.

Se limita a gruñir y sacudir la cabeza.

— No tengo porqué desperdiciar más de mi tiempo contigo.

Me toma del brazo con brusquedad y me guía a una parte donde la luz de la luna, ya en lo alto, no es obstruida por ningún arbol. La mayoría de los chicos están en un circulo, expectantes y con arco y lanza en mano.

— Que bajo. — Necesito conseguir tiempo. — Matarme con las manos atadas... Original.

— No soy un cobarde. — Se defiende cayendo en mi juego. — No voy a matarte, y si lo hiciera, no necesitaría la atadura: te partiría el cuello sin pensarlo.

Infla su pecho de orgullo, como un globo. Que bueno que yo tengo la aguja.

— Y entonces ¿Porqué no lo pruebas, en vez de hablar? ¿O te da miedito perder?

— Ja. Eres mala peleando. — ¿escuchan eso? Es mi ego rompiéndose. — Mirame, sigo aquí.

Se señala así mismo para dar énfasis a sus palabras. Maldición, tiene razón.

Abro la boca para decir algo, pero vuelvo a cerrarla antes de que las palabras salgan de mi boca: esas palabras no deben salir aún.

Me mira con satisfacción pero su sonrisa se borra cuando ve la mía. Obviamente se dio cuenta de que oculto algo; ese será mi seguro de vida.

— No importa. — Se da la vuelta y se dirije a los chicos. — Chicos, apunten.

Abro los ojos con una pequeña pizca de sorpresa, el chico sigue a mi lado. Lo matarán conmigo.

Pero no es así. En un segundo ya esta fuera del alcance de las armas.

— ¡Ya!

Me preparo para lo que va a pasar, en menos de un segundo ya estoy esquivando flechas que pasan a mis costados dejando un agudo chiflido.

Aprovecho todas mis fuerzas y mi agilidad al extremo. Siempre me preparé para esquivar una bala, puedo con unas cuantas más.

Esquivo todas, menos una, la última. Me da en la pierna y ahogo un grito de sorpresa y dolor.

Miro la dirección de la flecha y me topo de nuevo con el chico odioso que, ahora me doy cuenta, es el lider.

Sostiene un arco y una sonrisa de orgullo surge en él. Gruño y solo me limito a sacarle el dedo.

Solo frunce el seno, pero no dice nada. ¿Quién rayos no sabe lo que significa el maldito dedo?

Baja de la piedra y me toma del brazo, me jala hasta una pequeña cabaña apartada de las demás. Abre la puerta y me arroja con brusquedad a la cama del centro.

No puedo concentrarme en los detalles; el dolor de la pierna se hace más intenso a cada segundo y me cuesta seguir consiente.

Llega el punto en que todas mis fuerzas se consumen tratando de sanar la herida.

Solo puedo escuchar unas palabras del chico:
— Espero hayas aprendido de tu castigo...

No se de donde saco las fuerzas para darle una sonrisa victoriosa.

— Ese fue el peor castigo del mundo.

Es todo lo que puedo decir antes de perder la consciencia por milésima vez.

Sick BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora