Capítulo 2: La fiesta se acabó

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La cabeza me duele a los mil demonios. Y no recuerdo nada de lo que pasó después de que el maldito imbécil me dejara inconsciente. Estoy tumbada en el piso, lo se por la frescura de este contra mi piel. No logro levantarme, me duelen los músculos y rezongan a cada intento de movimiento. Pero tengo que hacerlo.

Con ese pensamiento dejo de lado los gritos de mis miembros y abro los ojos. Me concentro en mi alrededor, un verde espeso, matorrales gigantes y arboles atestados. Da inclusive una sensación de asfixia.

- Maldición. - digo para mi en un susurro.

Asumo que estoy en un tipo de jungla. No hay junglas cerca de donde vivía, entonces supongo que el viaje no fue corto, y para mantenerme inconsciente me debieron de haber drogado. Agudizo mis sentidos.

No parece haber nadie a los alrededores pero no me permito relajar. No diré el típico "¿hola?" porque eso es una estupidez. Me levanto con cuidado de no hacer ruido, ahora que piensan que sigo dormida es mi oportunidad para escapar. Mínimo esconderme.

Camino por mucho tiempo sin poder llegar a ningún lado que me saque de aquí. Maldición, este lugar es más grande de lo que parece, aunque también es una ventaja. Dejo marcadas algunas piedras de manera disimulada mientras creo un mapa mental del lugar.

No hay ni un ruido, aparte de los insectos y alguno que otro animal. Me siento a descansar sobre un tronco caído. Me di cuenta, en la caminata, que aún llevaba la mochila en la espalda y el cuchillo lo había perdido.

Me palpo el cuerpo en busca de heridas, pero no hay ninguna, solo un poco de sangre en la cabeza. La garganta me arde, necesito agua. Me levanto de nuevo en busca de un estanque donde pueda beber. No puedo arriesgarme a buscarla en el ultimo minuto.

Sigo caminando sin ningún atisbo de alarma hasta encontrar un pequeño estanque cristalino, parece estar ubicado en la mitad del lugar. Está en un claro.

Decido dar una vuelta al claro, no quiero que nadie se de cuenta de mi ubicación, ni me encuentre. Cuando estoy satisfecha doy una vuelta más por protección. Termino y me encamino al estanque, sin bajar la guardia. Tomo un gran sorbo, disfrutando como el liquido se abre camino por mi garganta, refrescándola.

Me dedico a revisar el lugar, en centro una botella de vidrio enterrada entre la arena. La saco y lavo en el estanque, me servirá para cuando vuelva a tener sed. La lleno y guardo en la mochila.

- Que suerte.

Me levanto de nuevo y continuo moviéndome hacia el norte. Camino y camino pero no logro encontrar nada, las piernas comienzan a acalambrarse. Siento que ya estoy lo suficiente lejos de donde desperté y me permito relajarme un poco, solo un poco.

El solo comienza a decaer y el sueño comienza a invadirme, necesito dormir pero no puedo dormir aquí a simple vista. Trepo a un árbol alto y me escondo entre la espesura de sus hojas, aunque no me adentro tanto para no asfixiarme y acalorarme. Me quedo en el nacimiento de las ramas para no caer en medio de la noche.

Apenas cierro los ojos un ruido me despierta, como de personas corriendo; no muy lejos de donde estoy ahora, talvez justo debajo de mi. Dejo que la adrenalina se encargue de despertarme y alertarme.

Me levanto con cuidado de no hacer ruido pero es casi imposible por las jodidas hojas secas. Me escurro entre las ramas para llegar a el extremo del árbol y poder ver.

Lo único que logro ver con claridad son sombras y una fogata en medio de todos. Me equivoqué, no estaban corriendo, estaban brincando como en un ritual. Genial, ahora hay unos locos fanáticos.

Tengo que salir de aquí de alguna forma, pero no será nada fácil. Hay algunos que no festejan y están atentos a todo. Pensado lo bien, mejor me quedo donde estaba.

Comienzo a gatear de regreso pero algo me jala hacia abajo del pie y quedo colgada de una rama, maldición.

Aun no han dejado de festejar, por lo que supongo, no me han escuchado. Algo sigue jalando de mi y mis manos fallan. Caigo en el piso, justo a un lado de su fogata. Siento el calor del fuego inundar mis pulmones, vacíos por el golpe, haciéndome toser.

Ruedo en el suelo y me levanto en un segundo. Instintivamente me llevo la mano al pantalón pero no hay nada. Entonces opto por conocer a mi enemigo.

Todos los que me rodean son jóvenes, casi de mi edad, posiblemente un poco mayores. Todos vestidos de la misma manera extraña. No logro registrar bien sus rostros, la mayoría lo tiene pintado. Algunos con armas ya listas y expresiones duras. La fiesta se acabó. Están decididos a atacar.

Bien, no necesito armas.  Una sonrisa salvaje cruza mi rostro. Oh, si, esto lo voy a disfrutar. Que mi fiesta comience.

Sick BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora