Capítulo 8

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Todo lo que Bakugo sabía era que había estado a lomos de su dragona, enviando llamaradas de fuego en dirección a sus atacantes

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Todo lo que Bakugo sabía era que había estado a lomos de su dragona, enviando llamaradas de fuego en dirección a sus atacantes. Pero en menos de un segundo, caía.

Caía al vacío, hacia el Valle del Oráculo, con los rugidos lastimeros de su dragona mientras ella también caía y amenazaba con estrellarse contra el Templo.

Él no creía en las estupideces de su clan sobre ver pasar la vida frente a tus ojos segundos antes de una muerte inminente, pero no pudo evitar rememorar ciertas cosas.

Aquel día en los Campos Tórridos. La risa estridente de su madre y el rostro preocupado de su padre. La pelea con Monoma. El huevo de Mitsuki abriéndose. La muerte de sus padres. Las palabras de su maestro. El escape.

Sus sueños de gloria, haciéndose añicos.

Bueno, exactamente como él estaría en pocos segundos.

Quiso patalear y gritar, pero eso le era imposible. El terror por lo desconocido lo tenía mudo, el aire cortando en sus mejillas con fuerza mientras el suelo lo succionaba cada vez más fuerte.

Pero de repente dejó de caer.

Unas fuertes alas se desplegaron y rozaron en pleno vuelo hacia el suelo, esperando mientras Katsuki caía para tomarlo encima y regresar a los cielos, al lugar al que ambos pertenecían.

Tenía los ojos llenos de lágrimas, pero nunca admitiría que era por el alivio de no haber muerto. No quería irse de la vida sin cumplir todas sus ambiciones.

Mitsuki lo había salvado. Incluso con aquella herida en su ala, ella había ido en rescate de su más grande compañero. Solo que...

Mitsuki no era tan grande. Y sus escamas no eran de color rojo.

—¿Pero qué mierda...?

El dragón rugió con el doble de potencia que la suya lo habría hecho. Tenía dos inmensos cuernos, tan amenazadores como su rugido, y fuertes como esas enormes alas de membrana rojo oscuro que se desplegaban cubriendo el firmamento a aquellos minúsculos seres que observaban desde abajo.

¿De dónde había salido esa bestia? ¡¿Y en dónde estaba la suya?!

Escuchó el quejido de dolor de Mitsuki, que yacía en el suelo al lado del templo, enseñándole los dientes a aquel recién aparecido dragón rojo que tenía en lomos a su compañero.

Bakugo empezó a chillarle que lo bajase, que él no treparía en ningún dragón que no fuese el suyo, pero lo más probable era que no lo entendiese. El dragón escupía el fuego a los montes que formaban el valle, y Katsuki pudo ver entonces que aquel animal no era estúpido: estaba alejando a todos los que habían tratado de atacarlos. Las sombras desaparecían entre la espesura de la vegetación.

—¿De qué infierno saliste? —preguntó al animal, aunque más bien sonó para sí mismo.

El dragón chilló en respuesta, orgulloso de la masacre y de que ya ninguna amenaza quedase a la bestia. Ya no volaban estrellas arrojadizas, ni lanzas ni flechas con puntas de acero.

De héroes y leyendas [TodoDeku/KiriBaku] - BNHADonde viven las historias. Descúbrelo ahora