Capítulo 42

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La cabeza de Tamaki se había sentido como un océano de marea enrarecida

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La cabeza de Tamaki se había sentido como un océano de marea enrarecida. Sus pensamientos iban y venían como olas que chocaban contra las rocas para morir allí. Cada pensamiento se sentía letal, doloroso y su mente lo único que estaba deseando era poder descansar como se debía.

No ayudaba el hecho de que su hermana loca, la Reina Nejire, le había atado de manos y pies con hiedra venenosa. Al principio casi no se sentía, pero al cabo de las horas comenzó a sentir su piel ardiendo y llena de llagas que explotarían y lo dejarían en carne viva.

Era arrastrado a través del bosque por las hiedras como si fuese un animalito llevado al matadero. Tamaki sentía las piedras golpeando bajo su espalda y la fricción de la tierra quemándole la planta de los pies. Cualquier actividad, incluso respirar, se sentía como un calvario.

Mirio iba a su lado, en iguales o peores condiciones que él. Llevaba inconsciente desde que Nejire lo atrapó entre sus garras —su hermana no era estúpida. Sabía muy bien que Mirio no se quedaría maniatado mientras ella los arrastraba hasta su muerte.

A Tamaki no se había ni gastado en taparle la boca, de momento. Claramente, para ella no era una amenaza. Solo era un pedazo de barro en la punta de sus pies. No tenía miedo de Tamaki, porque sabía muy bien que Tamaki no tenía las herramientas ni para cosquillearle en la nuca.

Ella tarareaba una vieja canción de cuna en medio de la noche en el bosque. Las hiedras seguían su paso, como si fuesen la melodía que le estaba faltando a su lúgubre canción élfica que hablaba sobre extirpar de sus cunas a los niños que no tuviesen la sangre pura del bosque.

Niños mestizos como Tamaki.

Ciertamente, su morbosa elección no había sido al azar.

Debió sentir el terror de Tamaki a sus espaldas, ya que las hiedras se detuvieron un instante. En lo que Nejire volteó a mirarle, Tamaki se mordió la lengua al ver el rostro pálido e inconsciente de Mirio Togata. Tenía un corte en la ceja, bordeado de restos de tierra y sangre ya seca.

Y se odió a sí mismo, porque si Mirio estaba en aquella situación solo podía ser por salvarlo a él.

—Tamaki, mi bebé —Nejire dijo inocente—. ¿Qué te inquieta esta noche tan hermosa? Hay que aprovechar la belleza antes de que la lluvia lo tape todo...

Tamaki la observó con el rostro sereno pero lleno de rabia crispándole en los ojos. Él nunca se hubiese atrevido a desafiar a Nejire, ni tampoco a mirarla a los ojos del color del cielo. Siempre tuvo miedo de que su hermana pudiese ver todavía más al fondo de su alma y descubrir los verdaderos deseos que tenía de irse lejos, muy lejos de sus garras.

Pero ya no quedaban deseos profundos que Nejire no conociera. Uno de ellos lo tenía atrapado entre sus hiedras, y el sueño de irse muy lejos también se había hecho añicos bajo su brutal poder.

—Todo terminará pronto —Ella sonrió—. No debes de temer, hermanito. No dejaré que te hagan daño.

—Porque quieres guardarte ese lujo para ti —Tamaki musitó con dolor y un poco de furia—. ¿Eso he sido siempre para ti, Nejire? ¿Soy uno más de los tantos objetos que te gusta poseer? ¿Uno que guardas para la ocasión necesaria y desecharás cuando ya no te sirva?

De héroes y leyendas [TodoDeku/KiriBaku] - BNHADonde viven las historias. Descúbrelo ahora