Capítulo 3 ☾

7.9K 788 318
                                    

Caden

Tenía un sueño constante...no era un sueño, era una pesadilla que se repetía una y otra y otra vez cada vez que cerraba los ojos, a veces pensaba que me estaba volviendo loco ya que se sentía tan real, como si lo estuviera viviendo de nuevo, como hace años pasó. Aunque pasaran doscientos años más jamás iba a olvidar lo que ocurrió aquella noche que aún se sentía tan cercana, como si en lugar de décadas hubiesen pasado solo días u horas de lo sucedido. El dolor se sentía tan vivo, la piel me ardía, sentía las cadenas rasgar la piel de mis muñecas y aún podía sentir el olor a sangre en el aire.

Gritaba de dolor, gritaba porque sentía que ya no podía más e iba a morir en ese lugar y nadie sabría nada de mí, mis padres morirían sin saber que había pasado con su único hijo. Pobres de ellos. No se merecían vivir con esta incertidumbre.

Apretaba los ojos y mis manos se aferraban a las sábanas de mi cama, mis dedos tiraban de la tela y sentía que mi cabeza iba a explotar en cualquier momento.

Frente a mí había una bestia que corría desesperada buscando algo, se sostenía en sus cuatro patas y avanzaba con gran agilidad, esquivando los obstáculos que se le ponían frente a él. Su nariz se movía con celeridad, llegando a él un olor peculiar que lo hizo detenerse de golpe y girar la cabeza hacia la derecha. Sus ojos rojos se entornaron, sus pupilas se dilataron y la sangre dentro de sus venas empezó a correr con celeridad al mismo tiempo que dio la vuelta, solo para atacar a aquella persona que acechaba segundos atrás. Se le fue encima como la bestia hambrienta que era, rasgó sus ropas y su piel, llevandose entre sus garras pedazos de tejido. Ella gritaba, desgarrando su garganta mientras este ser devoraba su cuerpo y se alimentaba de ella calmando la sed que le quemaba la boca.

Desperté agitado, con la frente perlada en sudor, sentía una horrible molestia en la espalda. Mi boca sabía a metálico y tenía las manos entumecidas de dolor. Al ver la hora en el reloj me di cuenta que eran las tres en punto de la mañana. Me pase la mano por la frente y salí de la cama para ir al baño. Al entrar y verme en el espejo tenía las pupilas dilatadas, mis colmillos se asomaban entre mis demás dientes, al voltear y ver aquella marca estaba sangrando, las gotas de sangre resbalaban por mi piel y recorrían mi espalda.

—¿Qué mierda? —cogí una toalla y me la puse encima de la herida.

Esto no había pasado hace años y no entendía por qué estaba sucediendo ahora, era una maldición que me iba a perseguir por el fin de los tiempos y no había más que aceptar mi cruel destino.

Al mirarme de nuevo al espejo la herida ya estaba cerrando poco a poco, cómo era normal en cada una de las que llegaba a hacer. Dejé la toalla encima del lavabo y regresé a mi cama, donde por supuesto ya estaba Camille, esperando sentada en la orilla de la cama.

—¿Qué demonios haces aquí? —espete pasando a su lado.

—Tus pensamientos son tan profundos que hasta yo los pude escuchar. ¿Ahora qué pasó? —bostezó.

—La herida se abrió —aquello no le sorprendió en lo absoluto. Me senté a su lado y revisó la marca que tenía en la espalda a la altura de mi hombro derecho.

—Yo la veo bien.

—Porque ya cerró —espete y me mostró la lengua.

—Es obvio tonto, eres inmortal nada te puede hacer daño.

Yo no pensaba lo mismo.

Quizá había algo que me podía hacer daño pero no había tenido la fortuna de encontrarme con eso, esperaba algún día poder sentir de nuevo lo que era vivir y no sobrevivir matando y huyendo.

Eternal ☾ (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora