8. Prueba de lealtad.

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Alaska

— ¿Seguro que no hará frío?—le pregunté a mi amigo cuando dijo que no llevara un abrigo.

— Créeme, ahí lo que menos hay, es frío. ¿Por qué no mejor una chaqueta de cuero negra? Ya sabes, para intimidar.

— ¿Tengo que intimidarlos? ¿eso es lo que Adam quiere?—busco entre los ganchos de mi closet y encuentro la chaqueta, la verdad no suelo usarla en muchas ocasiones, supongo que esta sí es la ocasión para hacerlo.

— No sé qué quiere Adam, Alaska. Dudo que quiera que intimides a alguien, así que... prepárate para cualquier cosa.

Aaron se calla cuando escuchamos golpes en la puerta de mi habitación y segundos después, aparece mi madre con sus lentes para leer en el umbral, con una sonrisa, típico en ella. Creo que mi amigo la mira con dulzura.

— Hola, 'A', ¿de qué hablaban?—cruza sus brazos y nos mira.

— Nada, solo de un chico llamado—

— Jordan—interrumpo a mi amigo mirando a mi madre de igual forma con una sonrisa—, es un gran amigo de Diego y mío también. Estudia matemáticas.

— ¡Vaya! Debe ser muy guapo e inteligente—los dos asentimos y mi madre hace un gesto con su mano para despedirse—, no regresen tan tarde, chicos. No olvides tu collar, Alaska.

Aaron cierra la puerta por mí y me mira extraño, y pareciera que me inspecciona.

— ¿Qué collar? Debe ser lindo para que tu madre quiera que lo uses—se acerca a mi tocador y abre mi joyero, pero al parecer no encuentra nada que le guste.

— No, se refiere a mi collar herbal, es para controlar los problemas de ansiedad que tengo, no me lo quito nunca— saco la delgada cadena de mi cuello para mostrársela y él se acerca entrecerrando los ojos.

— ¿Quién te la dio?

— Pues la he ocupado desde niña, mi madre fue a una herbolaria y ella ahora fabrica las hierbas para tenerlas siempre.

— ¿Dónde las guarda?—pregunta de nuevo Aaron, tocando la pequeña bolita de mi collar arrugando la nariz.

— Supongo que en su cuarto, solo ella se fija cuando está por acabarse.

— Alaska, te juro que esa cosa es como si robara algo de tu aroma o no sé, ¿no te sientes asfixiada con esa cosa? Me duele la nariz—se toma el puente de su nariz y se aleja como si estuviera apestada.

— No, a mí me huele bien, ¿qué tiene tu nariz?—respondo mirando las hierbas, no entiendo por qué Aaron lo sentía pesado.

— Que sin duda tengo mejor olfato que tú, deberías de quitarte esa cosa o no lo sé, ¿tan fuerte es tu ansiedad?

— No lo sé, siento que realmente no funciona como debería y mi madre se quedó con la idea de que esta cosa podría ayudarme—respondo confusa.

— ¿Por qué no reduces la intensidad de eso? Sácale la mitad o más, así veremos si afecta un poco el que le quites hierbas.

 Abro el pequeño conducto por donde mi madre mete las hierbas y Aaron se tapa la nariz con fuerza, pero yo no percibo casi nada de olor, así que saco poco más de la mitad y lo dejo en una bolsita de mi mueble.

Una vez que cierro bien todo, Aaron suelta el agarre en su nariz y respira más aliviado.

— Gracias, me estuve resistiendo el decírtelo desde hace días, pero esa cosa en serio es pesada. Ahora incluso puedo decir que hueles aceptable—le doy un golpe amistoso en su hombro y nos reímos, tomando nuestras cosas para salir de la casa.

ALASKADonde viven las historias. Descúbrelo ahora