41. Chocolate.

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Pues ya saben de qué va este capítulo, aún así tengo la obligación de avisarles que es un contenido explícito y pues, no sé, si son menores de 14 años no lo lean, yo ya casi tengo 17 pero la verdad no sé sus edades, díganme :(

Alaska

Cerca de la media noche, la gente comenzó a desaparecer, por la gracia del alcohol o el cansancio, dejando a su paso copas vacías y platos sucios. Algunas personas habían insistido en darme regalos, así que los guardaron en la casa de Adam.

Los padres de él no pudieron venir, pero lo bueno fue que no sintió su ausencia, toda la noche se la pasó hablando con la gente del pueblo, recibiendo felicitaciones por nuestro compromiso.

¿Me estaba arrepintiendo? Un poco.

Es decir, oficialmente tengo 20 años, así que si puedo hacer que todo lo de la boda se extienda a más de un año, me haría sentirme más segura, los preparativos son largos.

No podñia dejar de mirar la joya en mi mano, tan representativa y tranquila al mismo tiempo, ¿cómo es eso posible?

Me levanté de mi silla y di una vuelta por el lugar, Adam estaba hablando con mi padre y ya no quedaba nadie más que la gente que se encargaba de limpiar todo.

La escultura de hielo a medio derretir llamó mucho mi atención, así que me acerqué y no pude evitar no tocarla, sintiendo cómo se derretía en mis dedos por la diferencia de temperatura, ojalá pudiera conservarla así siempre.

— ¿Dañando la decoración, señorita?—pregunta la familiar voz de Adam a un lado mío, recargando sus brazos en la mesa.

— Algo así, me gustó mucho.

— ¿Estás cansada?—me giré y ya no vi a mi padre.

— Un poco, la fiesta no fue muy salvaje y es considerablemente temprano, ¿y tú?

— Para nada—puso una sonrisa en su rostro y me miró.

— ¿Qué?—pregunté cuando se quedó callado.

— ¿Vamos a casa? O podemos ir al bosque si quieres.

— No, a tu casa está bien.

— ¿Mi casa? Siempre ha sido tuya y ahora podrás decirlo con más orgullo—se pone recto y me ofrece su brazo.

— De acuerdo, de acuerdo.

Caminamos lentamente por toda la Residencia cuesta arriba, y algo me decía que no tenía frío gracias a el control y temperatura de Adam, siempre se aseguraba de dejarme un aura de calor para no enfermarme en caso de que las temperaturas descendieran.

El cielo pintaba de una forma muy extraña, pero por alguna razón, eso no parecía asustarnos, todo se detenía por unos instantes y para Adam, no había nada más que caminar a casa.

Cuando llegamos al jardín, apenas entré a la casa y me quité los tacones, en definitiva no quería usar tacones en meses, era demasiado cansado y doloroso, cosa que le dio risa a Adam cuando me vio botar el calzado en el pasillo, caminado extraño hacia la sala.

— Tendré en cuenta no hacer que camines muy seguido con eso—se sentó a un lado mío y yo cerré los ojos.

— Mejor aliméntame.

— De hecho... dejaron algo en nuestro cuarto.

— ¿Los regalos?—pregunté abriendo mis ojos y comenzando a levantarme para subir, quería ponerme ropa más cómoda ya.

— No, otra cosa, sube y cámbiate, ya lo verás—él siguió sentado en la sala y yo me adelanté en las escaleras.

Apenas entré, percibí un olor a chocolate muy fuerte, y cuando miré a mi derecha, sí, frente al ventanal se encontraba la fuente de chocolate funcionando con muchas frutas a su alrededor esperando a ser devoradas por mí.

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