Capítulo 7

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Los primeros rayos de sol que pasaban por la ventana, despertaron a Paula. Por alguna extraña razón se había despertado feliz. Tras estirar sus huesos, se levantó buscando a Jairo. Al parecer había salido.

Se encogió de hombros y se fue al baño para darse una ducha, cuando tocaron a la puerta.

Al abrir la puerta, Paula se encontró con la persona que menos deseaba ver. Iñaki.

Él al ver a Paula con su pelo revuelto, sus mejillas como la grana, vestida con una camisa de Jairo, hizo que todo su cuerpo se tensara. Era más que evidente que había pasado la noche con su amigo. Resentido pasó dentro saludándola como si tal cosa, cuando por dentro sentía celos de pensar que entre los dos hubiera pasado algo.

—Buenos días Iñaki, Jairo ha salido. Ahora mismo iba a preparar café, si deseas puedes desayunar con nosotros.

—Gracias. —Fue lo único que pudo decir mientras veía la cama desecha, la ropa de él esparcida por el suelo. Tragó saliva apretando sus puños de la misma cólera que percibía.

En ese momento llegó Jairo con dos bolsas.

—Paula cielo, acabo de comprar unos churros y te he comprado algo de ropa. Me imagino que hoy trabajas...—Despacio Jairo terminó la frase presenciando la manera de cómo lo miraba Iñaki.

—Gracias Jairo, pero no tenías por qué haberte molestado, hubiera ido a cambiarme a mi casa. Y sí, tengo que entrar a trabajar en dos horas.

Jairo le hizo entrega de la bolsa de ropa, Paula agradeciéndoselo se marchó para cambiarse. Mientras ella se cambiaba, la rivalidad entre Iñaki y su amigo aumentaba. Ninguno de los dos habló ni dijo nada hasta que tras tomarse su desayuno Paula se marchó.

—Bueno y a qué debo tú visita.—Preguntó Jairo a Iñaki mientras lavaba los vasos del desayuno.

—Venía para contarte lo bien que nos va Azahara y mi pero mira que sorpresa me llevado.

—No sé a qué te refieres.

—Encima haz te el tonto. No sabía que entre Paula y tú había más que colegas.

Jairo alzó su cabeza empezando a enojarse. Fulminó a Iñaki, en menos de dos zancadas ambos se miraban con rencor. Jairo no lo pudo evitar y le dio un empujón a su amigo dándole a entender lo equivocado que estaba y lo que realmente le fastidiaba era que jugara de esa forma.

—De qué te has sorprendido. Responde. No eres feliz con Azahara, pues deja en paz a Paula, y para que lo sepas pringado, Paula y yo no hemos tenido nada. ¿Te enteras? Deja de ver donde no hay y abre los ojos.

—Mientes capullo. ¿Entonces que hacía ella vestida con tu camiseta, y la ropa tirada en el suelo? ¿Acaso me lo invento?

—A lo mejor porque ella no traía pijama y tuve que prestarle algo mío. Y si mi ropa está tirada por el suelo es por que antes de irme estaba todo oscuro y al coger mi ropa se ha caído todo al suelo. Imbécil, nunca tocaría a Paula sin su consentimiento.

Aquello fue la gota que llenó el vaso. Irritado, Iñaki golpeó a su amigo avisándole que se alejara de Paula.

Por nada del mundo Jairo iba a pelear con su amigo, por lo cual recibió el golpe y no se lo devolvió, solo se pasó su mano por su mentón desafiándole con la mirada.

—Ahora vas de protector. No me lo puedo creer, si en verdad abrieras los ojos te hubieras dado cuenta de todo, pero vives tan cegado que no te das cuenta de nada.

Iñaki no comprendió bien lo que le quiso decir su amigo. Y si lo hubiera entendido, no quiso comprenderlo. Tras dejarle claro que no se acercase a Paula por la fama de rompecorazones que tenía Jairo, éste se marchó dejando a Jairo ofuscado por lo que había sucedido.

Durante el trayecto que duró desde la casa de Jairo hasta el Hospital, Paula no podía quitarse de la cabeza el comportamiento de Iñaki. Hablaba un poco molesto y se notaba que todo le aburría.

Ella suspiró varias veces antes de cerrar su auto. Agarró su bolso dispuesta a caminar hacia el edificio, cuando dos hombres vestidos de traje negro, se interpusieron en mitad bloqueándole el paso. Aquellos tres hombres con cara de estar molestos llegaron a intimidar a Paula que su vez no tardó en temblar del pánico.

—Hola buenos hombres, les puedo ayudar en algo.

—Usted es Paula.—Preguntó uno de los hombres.

—Así me llamo, ¿Por qué?

—Queremos preguntarle referente a la señorita Azahara, la estamos buscando.

Sorprendida por que aquellos hombres con aire misterioso preguntasen por su amiga hizo que ella se le congelase la boca sin saber exactamente qué decir. Por lo que no le quedó de otra que intentar esquivarlos sin éxito. A ver los hombres las intenciones de huir de ella, la agarraron poniéndose por detrás tapándole su boca con una trozo de tela a la cual Paula cayó en un profundo sueño.

SUIZA:

Desde que recibió la noticia de que por fin habían dado con el paradero de Paula, Fidel empezó alterarse. Aquella mujer era la única que podía calmar cada uno de sus pensamientos, unos buenos otros no tanto.

Zack, el jefe del equipo de seguridad pasó el primero a la oficina de su jefe. Este que se encontraba de espaldas con sus manos atrás en su espalda, apenas le dirigió la palabra a su empleado. Sólo  quería averiguar donde se encontraba su esposa.

Zack, con voz calmada empezó comunicándole a su jefe que la señorita Paula ya estaba en la habitación instalada, ahora solo quedaba esperar que se despertarse. Tras darle la noticia éste se marchó sin mediar palabra alguna.
Aprovechando que habían viajado hasta París, Zack pudo ponerse en contacto con Azahara, pero cuál fue su sorpresa que ésta tenía amnesia. Por un lado Zack pudo respirar, si ella no recordaba nada, su empleo y que su jefe le hiciera algo malo por haberla ayudado a escapar de momento se había salvado.

Atardecido, Paula por fin pudo despertar.

—¿Dónde estoy?—Con su cabeza dolorida, y sintiéndose algo mareada, y desorientada Paula le hizo varias veces la misma pregunta a una muchacha que se encontraba extendiéndole un vaso de agua.

—Señorita Paula, soy Ela, trabajo aquí como asistenta del hogar. En estos momentos el señor Huber la está esperando.

— ¿Y quién es ese tal Guber, Tuber...o como se llame?

La muchacha sonriente le explicó que era el dueño de la casa y esposo de la señora Azahara. Paula empezó a entender la situación, ¿pero ahora qué debía hacer?

Algo nerviosa, Paula empezó bajando uno a uno los peldaños de la escalera, mientras bajaba podía admirar que se trataba de una masión en la cual no le faltaba ningún tipo de detalle.

En un gran salón se encontraba Fidel sentando fumando un cigarrillo, al verla apagó su cigarrillo y se levantó colocándose su chaqueta.

—Buenas tardes señorita Paula.—Su voz era suave y sus ojos azules la observan con agrado. Del mismo modo le extendió su mano invitándola a tomar asiento en uno de sus sofás de cuero blanco.

Algo desorientada, Paula hizo lo que le pidió Fidel. Seguidamente y aun con la boca seca, aceptó tomar un jugo de naranja. Él la miró de reojo, anticipándose empezó hablando.

—Me imagino que te estarás preguntando qué haces aquí.

—No, qué va. Solo que me despertado en una casa que no la es mía y no sé que pinto yo aquí.

—Paula, siento mucho las molestias que haya podido ocasionarte. Pero todo tiene un motivo. Y es por mi esposa, Azahara. Hace ya semanas que se marchó y no sé nada de ella, estoy demasiado intranquilo, y angustiado por no tener noticias algunas sobre ella. Mi congoja no cesa todas las noches llegando a ponerme cada vez más nervioso.

—Puedo llegar a comprenderlo. ¿Pero por qué yo?—Tuvo que morderse la lengua para no seguir hablando. Si habían dado con su paradero, ¿Por qué no habían dado con el paradero de Azahara, si vivían en la misma casa?

CAMBIANDO EL DESTINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora